Shen Xue miró a su hermano, sentado frente a él, solo para ver su rostro de piedra inmutable. Si a Shen Yi le molestaba que pronto se quedaría solo después de que los mellizos y la hermana Xinxin se fueran, no podía notarlo.
—¿No estás triste? —no pudo evitar preguntar. Si su hermano regresaba a ser su viejo yo, antes de conocer a Lu Xinyi, no podría soportarlo.
—¿Por qué estaría triste? Los mellizos se reunirán con tía An y a Xinxin le está yendo bien.
Shen Xue siguió la mirada de su hermano, que observaba como Lu Xinyi se despedía de sus perros y les hablaba como si fueran niños que estaba dejando con un guardián.
—Hermano, sabías que esto no sería fácil... —comenzó a decirle amargamente.
—Desde el comienzo no fue fácil —respondió él, tomando un sorbo de su taza de té.
—Pero tú...