He Haotian tamborileó sus dedos en la mesa con holgazanería, esperando que Lu Xinyi sirviera los tres platos que recreó. Puede que su cara se parezca a la de su madre, pero su actitud era más como la de su padre. Pensó en lo extraño que era el destino por traerla a esa ciudad, dejando que conociera a la hija de su mejor amigo, que había fallecido hace tiempo. Si Lu Sibai no hubiese tenido ese accidente en la cocina, habría conquistado el mundo culinario.
Pero con su lengua prodigiosa y las técnicas de cocina de su hija, había una infinidad de posibilidades y puertas esperando ser abiertas. Ni en broma le daría la espalda a Lu Xinyi sin ayudarla a cumplir sus sueños. Al igual que su padre, había heredado la misma lengua por la que todos los gourmets se pelearían. Si no podía entrenarla para llevarla hasta la cima de su potencial, entonces todo su duro trabajo a lo largo de los años sería inútil.