¡No, tal vez ni siquiera ab*tch! Incluso ab*tch tenía su propio sentido de la dignidad y los principios.
Dada la forma en que la estaba tratando, era probable que la viera como nada más que un juguete.
Cuando estaba feliz, le daba algunos dulces, la engañaba haciéndole creer que se casaría con ella y la convencía de que realmente la amaba. Cuando estaba molesto, se quitó la piel de oveja para exponer al lobo, revelando su verdadera naturaleza.
Era como su madre, siempre cuidando sus posesiones por temor a que otros las codiciaran y se apoderaran de ellas. Una vez que se acercaba demasiado, se convertían en erizos, hiriendo al "intruso" hasta que no era más que un desastre sangriento.
¿Quién podría permitirse el lujo de tener un hombre así?
Su beso se hizo más y más profundo. Fue contundente.