Durante su ausencia en la mansión de Rune, algo había ocurrido entre el Señor y Vivian. Sintió la tensión de ella en su cuerpo, que se ausentaba en sus pensamientos cada vez que alguien dejaba de hablarle, como si se sumergiera en un lugar profundo.
Le habló a Vivian, pero luego volvió al mismo estado. Sus ojos rojos revisaron rápidamente su apariencia y todo se veía de la misma manera que la última vez que había estado con ella. No tenía ni un solo rasguño y su respiración era regular, lo que le hizo preguntarse cuál era la causa de su silencio.
A pesar de que no dijera ni una palabra, Leonard se daba cuenta de sus sutiles movimientos. Puso su mano sobre la de ella, que había agarrado el asiento inconscientemente.
—¿A dónde vamos? —ella se escuchó preguntar como si estuviera tratando ahuyentar sus pensamientos, a lo que él le siguió la corriente y le respondió como si no lo hubiera notado.