Cuando llego a la ciudad, Cati se dirigió directamente al parque, donde habían decidido encontrarse, lejos de la concurrida calle.
―Ana ―llamó Cati a su amiga por el nombre, quien estaba de espalda. Ella estaba de pie junto a los asientos de cemento, hablando con un hombre que Cati supuso, era uno de sus guardias.
―¡Cati! ―dijo al girar de pronto su amiga. Anabella le dio una ancha sonrisa y ahí fue cuando Cati noto el enorme bulto en la barriga de su amiga, lo que la dejó boquiabierta y sin palabras.
―T-tú estás…―preguntó Cati con asombro y emoción mezcladas.
―Sí―asintió Anabella con una risa infantil, y Cati la abrazó de alegría.
―Estoy tan feliz por ti. ¡Vas a ser una madre!
―Y tú vas a ser una madrina ―dijo su amiga, haciéndola pestañear.
―¿En serio?
A pesar de que Cati estaba emocionada, Anna tenía una hermana mayor que probablemente le gustaría ser la madrina del hijo de su hermana.