Los ojos de Fu Jiu se volvieron tenues, mientras que miraba la espalda encorvada de Li Mengran.
En ese momento, parecía como si algo dentro de ella se cayera a pedazos.
Si no fuera por esa voz, con un poder penetrante fuerte, de verdad podría haber colapsado.
—No tienes que demandarlo, van a haber cargos públicos contra ellos.
Fu Jiu giró, Qin Mo se desabrochaba el cuello, con una lapicera en su mano, mientras que escribía una tilde en otra declaración y su mirada era profunda.
—Los cargos públicos protegerán la información personal de la víctima y se mantendrá en privado. En cuanto a esos bastardos que te lastimaron, me voy a asegurar que pasen el resto de sus vidas en prisión.
Li Mengran se congeló.
—Si no pasa, incluso hasta la muerte, no va a haber paz ¿Tengo razón?
Qin Mo inclinó la cabeza y movió los labios despacio.
—El sacrificio de la señorita.