No siempre los caminos que tomamos nos llevan a lo que queremos. La vida se encarga de hacernos sentir que no podemos controlar nada. La teoría del caos. El mundo en su propia necesidad de acomodo termina aumentando la entropía con cada cambio que ocurre, aun estáticos ocurre caos pues queda la reverberación de nuestras acciones pasadas.
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Elena no dejaba de pensar en lo ocurrido en la fiesta. Al fin el chico que le gustaba la había invitado a salir y no solo eso, le había dado un beso en la mejilla en el juego de la botella.
Esperando en el parque, la joven lucia un vestido durazno de manga corta, cuello "V" que resaltaba un ausente parte superior. La falda a la cintura esponjosa con crinolina debajo, la hacia parecer una muñeca de ballet. Rematando el look con calcetas blancas de olanes hasta las rodillas y zapatos negros. Su cabello castaño suelto llevaba un listón rojo. Una niña de 13 años en todo su esplendor.
Su mamá la dejo maquillarse por primera vez, se veía preciosa. Sus ojos verdes con su tez apiñonada, daban un bello contraste que resaltaba con su carácter coqueto natural.
Varios chicos suspiraban por ella en la escuela pero ella solo tenia ojos para él.
Sin embargo, paso una hora y nadie llego, decidió esperar un rato mas cuando un grupo de tercero la vio. Eran los pesados de la escuela, la banda malandra que gustaba de dar problemas. El líder, Augusto, se destacaba por acosar a las niñas bonitas pero Elena lo había cacheteado y reportado al Subdirector. Por su culpa lo habían suspendido y su papa lo castigo con trabajar en el taller. Al verla sola, decidió que era tiempo de vengarse.
La joven comenzaba a suspirar de decepción pensando que quizás era mucho lo que había creído y simplemente debía marcharse a casa. Carlos la había plantado.
De pronto, antes de dar un paso, un grupo de 5 chicos la rodearon. Sorprendida alzo la mirada para ver que se trataba de Augusto y su banda. Su expresión de tristeza cambio a enojo.
-Vaya, vaya, ¿porque tan solita? - dijo el joven alta y fornido. Su voz era malévola y sus ojos lanzaban rayos imaginarios a la chica. Sino fuera por esa aura diabólica seria considerado como alguien atractivo.
- ¿Qué quieres Augusto? ¿Que te importa lo que haga? Dejame pasar - sin dar tiempo a su respuesta, Elena empujó a los chicos para abrirse paso. Repudiaba la gente como él, que alimentaba los comportamientos machistas hacia las mujeres.
- ¿A donde crees que vas? - antes de terminar la frase, la retuvo por el brazo y la jalo hacia un rincón, con su séquito detrás de él, riendo y bufando como idiotas. Elena trataba de resistirse pero los empujones y jalones de los cinco hombres la suprimían fácilmente. Empezó a sentir pánico.
- ¡Dejame! ¡Dejame ir! ¡Voy a gritar! ¡Auxilio! ¡Ayuda! - la joven desesperada comenzó a pedir ayuda. La gente de alrededor empezó a notar el comportamiento inadecuado de la banda.
Augusto abofeteo a Elena con tal fuerza que la tiro al piso. Todos quedaron en shock, incluso los de su banda que no estaban de acuerdo con esa actitud.
-¡Callate! - la grito - ¿crees que por ser mujer no te puedo pegar? Nadie se mete conmigo y hoy lo aprenderás.
Antes de que pudiera volver a sujetar a la chica, un puño dio directo en su cara de quien sabe donde, haciéndolo tambalear.
-¡Dejala!- grito la voz, al parecer masculina.
Un muchacho de la estatura de Augusto, complexión media, de lentes estaba parado entre Elena y el matón. El ambiente estaba tenso. La banda estaba lista a arremeter con el joven cuando llego un guardia del parque.
- A ver muchachos, ¿que esta ocurriendo aquí? - La voz del oficial era monótona pero lanzaba dagas a través de su mirada. Enseguida entendieron los de la banda que no era alguien con quien bromear, su mano acariciaba el arma escondida debajo de su chaqueta.
- Nada oficial, solo se resbalo la chica pero ya nos vamos - Augusto miro a los dos jóvenes con recelo y luego a su banda con un movimiento de su cabeza, indico que era hora de marcharse. Elena estaba temblorosa y ligeras lágrimas resbalaban por sus mejillas. El joven que detuvo a los matones se acerco lentamente y con un toque suave de su mano, limpio su rostro y le preguntó si se encontraba bien. Ella sólo asentó con la cabeza, le era un tanto imposible articular palabras por el estrés de la situación que había vivido.
- No son personas con las cuales jugar muchachos - dijo el policía - el líder de esa bandita ya ha estado en la cárcel, es mejor si se mantienen lejos de ellos.
- Sr. policía ¿deberíamos hacer una denuncia? - dijo el muchacho en tono de consternación.
- Creo que seria lo mejor, solo que necesitamos llamar a sus padres e ir a la oficina, los puedo acompañar y servir como testigo.
Ambos jóvenes decidieron que debían hacerlo y con ayuda del policía fueron a levantar la denuncia por el ataque.
Carlos observaba a lo lejos lo que había ocurrido. Sus ojo estaban llenos de tristeza y decepción, el ramo de flores que sostenía término en un bote de basura. "Si hubiera llegado antes"...