Linley pudo claramente sentir cómo, cuando sostuvo a Alice en sus brazos cuando eran jóvenes, él se había sentido feliz. Pero ahora, cuando sostenía a Delia en sus brazos, Linley sintió, en lo más profundo de su corazón, una especie de satisfacción, ¡una satisfacción espiritual!
Eso... ¡Era la verdadera felicidad!
El hielo que cubría el corazón de Linley había sido totalmente derretido.
El rostro de Delia estaba cubierto con una sonrisa. Nunca había sido tan feliz antes.
—Linley. Estoy muy feliz —susurró suavemente en los brazos de Linley.
—Yo también.
Linley acarició suavemente su cabello fragante y tocó sus hombros lisos.
Delia obedientemente se recostó contra el pecho de Linley. Murmurando: —Linley, me siento como si estuviese en un sueño... Dime, ¿esto es real?
Esa mujer dura que podía hacer que incluso un Emperador se sintiese nervioso era ahora tan obediente como un niño.
—Es real, es real.