Primero, Huo Mian sonrió. Luego dijo: —Solo tuve dos sueños en esta vida. Antes quería ser una doctora excelente. Me di cuenta de eso, pero de ahora en más, mi único deseo es proteger al señor Qin. Solo me concentraré en este deseo de ahora en más... Cariño... hiciste mucho por mí, me protegías en silencio... Estás cansado. Cambiemos, yo te protejo a ti de ahora en más, ¿de acuerdo?
Huo Mian comenzó a sonreír con dulzura, sus ojos eran dos lunas, adorables como un conejito.
En ese momento, comenzaron a salir lágrimas de los ojos del frío y orgulloso Qin Chu. Ya no se podía contener. Docenas de personas los miraban, pero las lágrimas le rebalsaban de los ojos como si hubiera abierto una represa. Su corazón estaba lleno de todas las emociones que el ser humano podía conocer.
—No llores, no quiero que llores. No te preocupes, nada me ocurrirá.