—Pff... Qin Chu, ¿estás tan harto de estar vivo? ¿Cómo te atreves a decir que canté fuera de tono? —dijo Huo Mian, levantado la mano mientras golpeaba a la cabeza de Qin Chu con fuerza.
—No, lo que quise decir es que no estuviste ni un poco fuera de tono, fue mágico.
Huo Mian se quedó sin palabras…
Bien, no era su culpa que fuera sorda con los tonos[1]; ella no tenía dones musicales.
Quería cantar una canción para que el estado de ánimo fuera más animado, pero parecía que él no lo apreciaba.
—Cariño.
—¿Mhm?
—¿Me llevarías a caballito por el resto de nuestras vidas? —preguntó Huo Mian, de repente, en un tono melancólico.
El cuerpo de Qin Chu se congeló por un segundo. El detuvo sus pasos, dejando de caminar y dijo: —Lo haría si quisieras que lo haga.
—Entonces comeré más y me pondré más gorda, veré si todavía puedes alzarme —bromeó Huo Mian a propósito.