—¿Ning Xi? ¿Dónde, dónde?
—¿Ning Xi está aquí? ¡De ninguna manera! ¿De verdad se atrevió a aparecer?
—¡Ahí, allá!
Todos los reporteros se giraron para mirar al mismo tiempo, y uno tras otro levantaron sus cámaras, listos para fotografiar y obtener las últimas noticias.
Ning Xi frunció el ceño. A ella no le importaba, su primera reacción fue proteger a Panecillo y no dejar que nadie lo asustara. Pero antes de que pudiera abrazar a Panecillo, una gran palma presionó su cabeza hacia adelante de modo que quedó envuelta en cálidos brazos, y una de sus manos fue agarrada con fuerza por la suave y pequeña mano de un temeroso Panecillo, casi como si él le estuviera diciendo que no lo hiciera.
En cuanto a los reporteros, todos se detuvieron a diez pasos de distancia.
Dos enormes hombres de negro con gafas de sol aparecieron de la nada. Sus expresiones eran diabólicas, y, como dioses de la puerta, bloquearon el camino.