Cuando Mayne abrió la pesada puerta de la cámara secreta, un ligero olor a hierba en reposo sopló en su rostro. Al arzobispo Mayne le gustaba esa vela, que estaba compuesta de una mezcla de hierbas y especias. Especialmente en la habitación hermética, el olor de la vela encendida lo hacía sentir tranquilo.
La cámara secreta no era nada cómoda, solo podía llevar una mesa redonda y cuatro sillas. Los otros dos arzobispos ya estaban sentados. El primer asiento frente a la puerta de madera estaba vacío. Con su mala salud, el Papa no había mostrado su presencia en casi medio año. Mayne visitaba el área secreta fundamental del castillo subterráneo de Hermes solo cuando se encontraba con problemas difíciles y buscaba ayuda del Papa.
—Ya que todos se han reunido, empecemos.
Mayne cerró la puerta y se sentó entre los otros dos.
—Tayfun, ¿cómo se mantuvo el orden social en el Reino de Siempreinvierno?