Justo cuando Lu Zhaoyang pensaba que había escapado de Huo Yunting, ahora la estaba persiguiendo hasta su puerta. ¿Cómo podría no sentirse frustrada?
—Entonces, hablemos.
Huo Yunting estaba feliz de obligarla. Se sentó a su derecha, las comisuras de su boca levantadas para revelar una sutil sonrisa, y sus hermosos ojos pegados al cuerpo de ella.
La mirada hizo que Lu Zhaoyang se sintiera incómoda, pero aun así puso una cara audaz y leyó el acuerdo que había en la mesa.
—Cariño, ¿qué vamos a almorzar?
—¡Comida para llevar! —Lu Zhaoyang casi pierde la paciencia.
—¿Qué? ¿Has estado comiendo eso todo este tiempo? —Huo Yunting entrecerró los ojos. Estiró su gran mano para cubrir los documentos frente a ella.
Lu Zhaoyang miró la mano que de repente apareció frente a ella. Sus dedos eran largos con nudillos distintos. Se veían fuertes, como él, que podía hacer que las cosas sucedieran con un chasquido de dedos.