Lo primero que la visión de Alicia le mostró mientras la neblina roja que había nublado sus ojos se disipaba era Ezequiel. Su cara. Y esa apuesta cara estaba llena de rasguños. Algunos de ellos eran tan profundos que incluso sangraban.
Podía sentir sus fuertes brazos alrededor de ella, apretados e inquebrantables, como si la estuviera asegurando con cadenas en sus brazos. Sin embargo, en lugar de sentirse sofocada, sentía una sensación de seguridad y calidez, como si estuviera perfectamente protegida en su abrazo.