La noche era oscura y tormentosa, contrastando fuertemente con la luz de la luna de la noche anterior.
—Oye, ¿no dijiste que podías desatar las cuerdas de tus manos? —urgió Fenny Marshall en cuanto cayó la noche.
Basil Jaak respondió con una sonrisa. —Realmente eres impaciente, ¿verdad?
—¡Solo hazlo! —dijo Fenny Marshall impaciente—, las cuerdas están lastimando mis manos. Una vez que hayas desatado las tuyas, puedes ayudarme también.
—Bueno, ¡mantén los ojos bien abiertos! —Basil Jaak soltó una risita taimada; escupió una pequeña hoja de afeitar sellada con cera de su boca, hábilmente la hizo volar detrás de él, aterrizándola precisamente en su mano atada.
Luego, como un reloj, Basil Jaak usó la afilada hoja para cortar rápidamente las cuerdas que ataban sus manos y también desató las que rodeaban sus pies. Todo este proceso solo tomó un minuto, dejando a Fenny Marshall boquiabierta.