—Byron, ¿has pensado en lo que te pedí que consideraras? —preguntó Basil mientras se sentaba en una silla.
—Yo... sí tengo algunas ideas, pero... podrían no ser muy efectivas. Me temo que te reirías de mí si las dijera en voz alta —dijo Byron con vergüenza mientras se sentaba frente a Basil.
—¡Vamos, tener ideas es bueno! ¿Por qué me reiría de ti? Rápido, cuéntame. Quizás si tiene éxito, podríamos hacernos ricos de la noche a la mañana —dijo Basil juguetonamente.
Zara contuvo una sonrisa y le sirvió a Basil una taza de té.
—¡Gracias! La próxima vez que haya un ratón, no tienes que gritar tan fuerte, solo llámame —Basil tomó la taza de té y bromeó con Zara, haciendo que ella se sonrojara y lo mirara juguetonamente.
Byron, ajeno al aprieto de Zara, compartió sinceramente sus ideas con Basil.