La danza terminó y Dawn Sutton se acercó con Kaiden desde lejos.
Debido al ejercicio que había hecho, el ya enrojecido rostro de Dawn Sutton se volvió aún más rosado, como una fresa madura, tentando a cualquiera a darle un mordisco. Kaiden parecía bastante complacido consigo mismo, lo que acentuaba aún más su encanto masculino.
Dawn Sutton se acercó y susurró algo suavemente al oído de Liz, sin prestarle atención a Basil Jaak, como si él ni siquiera estuviera allí.
—Liz, es una pena que tu pie lesionado te haya impedido bailar. Habrías sido el loto más hermoso en la piscina de baile —dijo Dawn Sutton compasivamente.