La sala de vigilancia no estaba lejos, y pronto llegaron a la puerta.
Greizer miró por encima de su hombro y le dijo a Basil Jaak:
—¡Ustedes esperen aquí!
Al escuchar las palabras de Greizer, Zuno se giró para mirar a Basil Jaak, esperando que él tomara la decisión.
Basil Jaak dio una sonrisa leve, observando en silencio a Greizer. Sin embargo, su mirada provocó una sensación de inquietud en Greizer, como si Basil tuviera toda la situación en sus manos y él fuera simplemente un peón en su juego.
Greizer se vio obligado a explicar:
—Aunque estoy a cargo de la vigilancia, no la monitoreo directamente. Si imprudentemente los llevo adentro, y luego ordeno que apaguen la vigilancia, sin duda despertará sus sospechas.
Basil Jaak se rió:
—Señor Greizer, es tan considerado. ¡Admiro eso! Sin embargo, como dice el viejo adagio —Ocho Inmortales cruzan el mar, cada uno mostrando sus poderes divinos. Simplemente llévenos adentro. Tenemos nuestras maneras.
Greizer respondió enojado: