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Bajo la cobertura de sus subordinados, Boyd logró escapar de la persecución de Baird y regresó a la base de la Pandilla del Sol Celestial.
En la oficina, Boyd encadenaba puros, uno tras otro, mientras frente a él estaba sentado Connor, cuyo rostro delataba su extrema ansiedad e inquietud.
Finalmente, Boyd colocó el puro en el cenicero, levantó la cabeza y miró hacia Connor.
—Puedes irte —dijo Boyd, relegando a Connor al ostracismo con su primera frase. Connor sintió un escalofrío en todo el cuerpo, temblando incontrolablemente.
Dando suaves golpecitos en el escritorio, Boyd pronunció palabra por palabra:
—Ahora, debes haber te convertido en blanco de la policía. El contrabando es un crimen grave; no puedo protegerte. Debes salir de Ciudad Rong, abandonar el país, lo antes posible.
Las palabras de Boyd martilleaban continuamente contra el pecho de Connor. Connor se hundió en la silla, preguntando débilmente:
—¿A dónde puedo ir?
¡De hecho!