—Dicen que el tiempo cura todas las heridas, pero para Gu Yuyao, su existencia era un recordatorio de cómo su hermano perdió la vida. Ella pensó que distanciándose de su familia, podría hacer el duelo por su cuenta, que algún día, la sensación de perderlo se disiparía gradualmente.
—Sin embargo, no ocurrió como esperaba. Su ausencia y muerte dejaron un agujero enorme en su pecho y parecía haberse hecho más grande y profundo a medida que continuaba viviendo sin él. Gu Zihao habría estado vivo si no hubiera arrojado su propio cuerpo para protegerla del impacto.
—Las palabras de sus padres eran como cuchillos afilados clavados en su pecho. ¿Por qué le echaban toda la culpa a ella? No es como si ella hubiera deseado que su hermano muriera por su bien.
—Dime qué te pasa, Yaoyao. Por favor. No nos rechaces. No huyas más —He Lianchen la suplicaba.
—Sus palabras le dejaron un mal sabor de boca. Ella debería ser la que se disculpara, no él. Ella fue quien arruinó el humor de todos hoy.