Gruesas capas de lluvia caían sobre las ventanas de la estación de policía de Forks. El trueno retumbó en los paneles del techo y los relámpagos arrojaron sombras a través de las paredes internas. Pero esta exhibición se perdió en Charlie. Quien no parecía asombrado por la fuerza del arrebato de dicha lluvia, ni del trueno que cayó cerca.
Edward y Beau observaron desde afuera, en lo alto de la cicuta más grande, mientras Charlie se sentaba en su escritorio, de la misma manera que siempre hacía cuarenta horas a la semana. Solo que esta vez, no estaba trabajando conscientemente sobre los montones de papeles esparcidos por su escritorio. En cambio, estaba mirando por la ventana, ignorando el trabajo que se había acumulado en las semanas de su ausencia después del funeral, el funeral de Beau. Su gente pareció apiadarse de él, dándole un poco de descanso, Charlie no había aceptado, pero Sue lo convenció de que las necesitaba.
Beau estaba más que agradecido con la mamá de los Clearwater, por semanas, el chico estuvo creyendo que la estaba pasando terriblemente solo, cuando la realidad era otra. Sus compañeros y su jefe le dijeron que podía tomarse todo el tiempo que quisiera, y que cuando estuviera listo, podría volver, y así lo hizo, ahora estaba de nuevo aquí, continuando con su vida.
El chico hizo una mueca al ver cómo se le hinchaba el nudo en la garganta y finalmente se derramó en una lágrima impotente que escurrió por su mejilla. Nadie había visto a Charlie tan destrozado antes, ni siquiera aquellos que lo conocían desde antes de que Reneé se fuera con Beau el año que nació. Había logrado mantenerlo unido al ojo público al menos. Pero nada podría destrozar a un hombre como la pérdida de un hijo, especialmente uno que apenas había recuperado en su vida. Sue decía que al menos, en las últimas semanas, los llantos eran menos que al principio.
Seguro que ahora pensaba que Beau nunca debió de haberse mudado con él. Porque hasta la promesa que Beau le había hecho fue rota en el momento en que los Vulturis llegaron al claro. Al menos podía decir que le dio un último abrazo…pero eso no significaba nada. Al pobre se le contó que se había ido de excursión con los Cullen, y en un arrebato de adrenalina, el chico tonto se subió al Volvo de Edward, y perdió la vida en un accidente. ¿Cómo fue que lograron convencerlo? Edward jamás hubiera permitido algo así, pero claro, Charlie odiaba lo suficiente a Edward como para prestar atención a los detalles del novio de su hijo.
Entonces Edward entró. Charlie estaba demasiado desapegado para escuchar el crujido de la puerta de la estación. Edward se asomó con el pelo pegado a la cara por la lluvia. Vacilante, entró en la habitación y encontró el camino hacia su oficina.
Charlie levantó la vista, con una lentitud increíble, cuando sus silenciosos pasos terminaron frente a su escritorio. Él vio su rostro inquietantemente hermoso, aunque había algo obviamente solemne en su expresión. Beau se preguntaba qué parte de la culpa le había echado. En el funeral juró que no guardaría resentimientos hacia ningún miembro de la familia de Carine, pero eso es algo que no es del todo cierto.
¿Cuántas veces había entablado una conversación con Edward? Al principio solo pensó en él como un buen muchacho, pero después lo veía como el responsable de que su hijo hubiera decidido largarse de Forks, por lo que de ahí en adelante, solo lo veía con tirria. Y cuando las cosas parecían estar arreglándose, Beau muere. Era como si el destino quisiera que Charlie conservara ese rencor en lo más profundo de sus entrañas.
Edward le tendió la carta en la mano.
—¿Edward? —Su voz se quebró. Tomó varias bocanadas de aire mientras intentaba recuperar la compostura—. ¿Qué es esto?
El vampiro no habló de inmediato. Era como si estuviera buscando las palabras correctas. Aunque no tardaría mucho en decirlas porque él era un excelente actor, totalmente afligido por la pérdida de Beau. Charlie resultaba más sorprendido por la visita del chico porque ni siquiera el día del funeral estuvo presente, con la excusa de que había caído en depresión.
—Charlie…quería decirte lo mucho que lamento no haber estado allí para ti o tu familia.
Charlie asintió, reviviendo las duras imágenes del funeral de su hijo, el vampiro de cabello cobrizo dejó la carta en su escritorio. La levantó con curiosidad, y Edward sonrió un poco, solo una esquina de su boca se alzó. Pero la expresión desapareció rápidamente, continuando con su increíble actuación. ¿Qué pensaba para estar triste? ¿En el día que los Vulturis casi lo matan? ¿O en el día que se sintió frustrado por no saber si su prometido era o no una estrige? Beau pensó en una última sugerencia que involucraba los días venideros, nada le aseguraba que estarían a salvo para siempre, y la idea lo aterraba.
—Teníamos muchos planes en mente antes de que…se fuera —explicó Edward—. Queríamos sorprenderte con una noticia, así que escribió todo lo que tenía planeado decirte, en un intento de que cuando fuera el día, le salieran las palabras correctas.
Charlie levantó la vista con curiosidad. Luego miró, lleno de nervios, la nota que Beau acababa de escribir, su única forma de cierre que podía ofrecerle. Y sabiendo que Charlie podía contactarse con Reneé, seguro se la haría llegar en cuanto él la leyera.
Cuando no dijo nada, Edward volvió a hablar en voz baja.
—Por favor, Charlie. Creo que necesitas leerlo para… entender. Sé que seguramente te sientes mal por no haberlo escuchado una última vez. Esperaba que esto pudiera ayudar.
Charlie se inclinó sobre su escritorio y tomó la carta con ambas manos. Pero era como si no pudiera llegar a desplegarlo. Beau se preguntaba qué tanto pasaba por su cabeza, seguro agradeciendo que tenía un último extracto de él. Una expresión de pesar pasó por la cara de Edward, sus cejas se juntaron.
—Yo tengo que irme ahora —Edward cruzó por donde había venido, pero se volvió hacia la puerta para mirarlo una vez más—. Y Charlie. Lo siento mucho. Realmente me duele lo que pasó.
Edward estuvo junto a Beau, colgando en esa rama, segundos después. Edward lo abrazó.
—¿Ya lo está leyendo? —preguntó Beau.
Edward sacudió su cabeza.
—Todavía no. No está dispuesto —hizo una pausa, analizando los pensamientos de Charlie—. Está tratando de decidir si le hará bien leer algo que hayas escrito.
Esperaron varios minutos mientras la lluvia seguía cayendo. Edward estuvo a punto de sugerir que lo mejor era irse a casa. Pero entonces Beau escuchó a Charlie suspirar eventualmente, luego el ruido de papel mientras desplegaba la carta.
«Charlie…
Había escrito el chico, intentando a propósito hacer que la letra no fuera tan clara.
…Antes que nada, quiero agradecerte por estos dos años increíbles que pasé contigo, o al menos en tu casa, porque solo nos veíamos los fines de semana. Sin duda fue una excelente idea haber regresado a Forks. Gracias a ti, mejoré mis habilidades culinarias, y también aprendí que esos conocimientos fueron gracias a mamá porque en la cocina la verdad es que eres terrible…
Charlie soltó una risilla.
…Cuando llegué a Forks pensaba que las cosas se tornarían aburridas, la idea de zafarme de mamá fue una cosa tan espontánea que ni siquiera me percaté de lo real que se había vuelto hasta que estuve a bordo de ese avión. Dios. Cuanto han cambiado las cosas. Eso sí, debo reconocer que me emocioné bastante cuando vi esa camioneta que me compraste, fue asombroso saber que mi primer carro sería una carcacha. En serio.
Sabía que no estarías la mayor parte del día en casa y como tal, eso no me afectaba, es decir, nuestra relación era tan nula que llegué a pensar que se quedaría así.
Los días pasaron y mi vida dio un cambio profundo cuando Edward apareció, y con la amistad —que cada día se iba fortaleciendo— de Julie, pues…aprendí varias cosas. Incluso tú, que después de que me largara de Forks (cosa de la que aún me arrepiento) siento que cambiaste tu rutina para pasar más tiempo en casa, realmente te lo agradezco, por preocuparte por mí al grado de interesarte en mi educación sexual.
Te amo por todas esas pequeñas cosas.
A mamá también le agradezco por criarme desde mi niñez, también le agradezco a la vida porque ella pudiera encontrar a alguien. Al menos sé que ahora que no vivo con ella, hay alguien que verá por su bienestar…
Aquí Beau comenzó a garabatear para que fuera más frenético, como si tuviera que forzar las palabras.
…Nunca imaginé que en Forks encontraría a la persona indicada. Edward me ha maravillado con la forma tan diferente de ver el mundo, que en cuanto más se iba fortaleciendo nuestra relación, más quería pertenecer a su mundo. Por eso, espero que puedan entender por qué quiero que mi vida esté ligada a la suya.
Si para este momento aún no logran descifrar a lo que me refiero. Pues sí, quiero casarme con Edward y espero que lo entiendan porque yo nací cuando ustedes tenían mi edad.
Así que…
—Las cosas que dijiste sobre el amor y el matrimonio lo están volviendo loco —dijo Edward—. No se había dado cuenta de que nuestra relación era tan intensa. Pensaba que en cuanto llegáramos a la Universidad, las cosas serían distintas y que quizá te interesaría alguien más.
—Espero que pueda entender —respondió Beau—. Debería empatizar a través de sus propias experiencias.
…Probablemente ahora me llamen loco por pensar en algo como esto, pero créanme, lo he estado pensando por mucho tiempo que ahora sé que no es una idea nula o algo en lo que he estado pensando porque ustedes creen que mi relación apenas va comenzando, sino algo que pasará y espero sea pronto porque nosotros hemos pasado por muchas pruebas, ahora sé que si nos lo proponemos, podríamos vencer al mundo. Lo sé, cuando me fui de Forks les dije que me aterraba la idea de juntarme y casarme a esta edad, pero…no fue solo cuestión mía, sino de la intensidad con la que nos amamos. La simple idea de que él esté lejos de mí, es la que ahora me aterra.
Ahora solo toca establecer una fecha y que les lleguen las invitaciones.
Cuando me vaya, por favor, no me extrañen. Recuerden que donde sea que esté, soy feliz.
Con amor, Beau».
Escucharon a Charlie inhalar profundamente, su respiración estaba agitada antes de que pudiera salir. El papel se arrugó cuando lo dobló y lo colocó sobre el escritorio. El dolor de perder a Beau nunca desaparecería por completo, pero al menos ahora tenía la perspectiva suficiente para saber que no debía culparse a sí mismo.
Porque fue la pérdida de Reneé lo que convirtió a Charlie en el tipo de hombre que inspiró el miedo a la pérdida de su hijo. El chico esperaba que tomara esto y supiera que a Beau le gustaría que mostrara la fuerza que siempre pensó que había llevado.
Sintió los labios de Edward debajo de su oreja.
—Charlie se recuperará, Beau. Su mente es fuerte. Lo sabes, ¿verdad?
Y sabía que su novio tenía razón.
Nunca podría haber imaginado que elegir dejar a su madre hubiera sido tan importante unos meses después. No podría haber sabido lo que le esperaba.
Desde la primera vez que lo vio, Edward había cambiado el curso de su vida de una manera en la que nunca se podría haber preparado. ¿Habría hecho algo diferente si hubiera sabido lo que estaba por venir? No se atrevió a decir que lo habría hecho.
La mayoría de las veces estaba tan completamente agradecido, tan perdido en su pasión que todo lo que pudo ver es a él. Aun así, hay otras ocasiones en las que él siente el aguijón profundo de la pérdida de quien había sido, el remordimiento por el caos que había provocado en su familia cuando había trastornado su mundo. Esa siempre sería la parte más difícil. Charlie y Reneé. Beau deseaba que hubiera alguna forma de ser el único que tuviera que sufrir, pero eso era imposible.
Todo lo que podía hacer ahora era jurar que siempre sería tan feliz y enamorado como sus padres siempre quisieron que fuera. Sería exactamente eso, por cada segundo de siempre. Aunque para ellos dos, Edward y Beau, para siempre sería solo unos días más.
—¿Nos vamos? —dijo Edward—. Elli quiere ir de caza, tal vez podamos alcanzarla.
—En realidad —soltó un suspiro—….me gustaría quedarme un poco más. A solas.
Edward asintió y se fue no sin antes darle un beso en los labios, tan dulce que deseó que fuera más que algo instantáneo.
Beau bajó de la rama y se dio cuenta de que Edward había dejado el Volvo estacionado en la parte trasera de una tienda de abarrotes, lejos de cualquier otra persona, para no llamar la atención sobre el automóvil. Dio un pequeño paseo por las calles, se sentía como si tomara horas entrar, caminando a paso humano. Se puso las gafas de sol y la capucha, a pesar de la evidente falta de sol.
Fue casi divertido para el chico ver las caras de los otros compradores cuando lo vieron. Algunas personas miraban, medio aterrorizadas, medio interesadas. Nunca se consideró un Cullen real hasta que se dio cuenta de que la gente lo miraba de la misma manera que a todos los demás. La gente podía detectar fácilmente la diferencia, sabiendo que había algo que no era normal en ellos, tratando de descubrir qué era.
—Oye, lindo auto robado.
Le llevó un segundo darse cuenta de que había sido observado desde el fondo del lote. No había de qué preocuparse, sería difícil que alguien lo reconociera o que lo haya visto con esos ojos tan peculiares.
El chico se rió sin siquiera voltear a ver a la persona que dijo eso y mantuvo la cabeza baja.
—Prestado, no robado.
—Claro, eso se aclarará en la corte —se rió un segundo.
Beau frunció el ceño.
—¿Puedo ayudarlos? —Trató de parecer intimidante en cuanto se giró, pero volvió a bajar la mirada en cuanto se dio cuenta de que eran Jeremy y McKayla.
—En realidad no, mmm —tartamudeó McKayla��. Es solo que te ves realmente molesto. ¿Estás bien?
Sacudió su cabeza rápidamente.
—Sí, no es nada.
Beau esperaba que se alejaran y continuaran con sus vidas.
—Lo siento, pero creo que te he visto antes —dijo Jeremy—. ¿Fuimos compañeros del Instituto?
—No, yo…—¿Qué se supone que diría?—. Solo estoy de pasada.
—¿De pasada?
—Así es, viene conmigo.
Dijo un tercero, y para fortuna de Beau, una voz que reconoció al instante.
«Allen».
El brujo venía vestido como solía hacerlo cuando Beau creyó que era humano. Lentes, un poco de acné, su cabello bien peinado y su ropa tan anticuada.
—Es mi primo —dijo Allen pasando su brazo por la espalda de Beau hasta rodearlo de modo fraternal. Jeremy y McKayla no parecían ver el parentesco en ninguno de los dos—. Viene de Canadá.
Resolvió Allen y los chicos parecieron entenderlo.
—¿Cómo va su «semestre sabático»? —dijo Allen con tono burlón.
—Muy bien —dijo Jeremy con exaltación—. Y a la vez ya ansío que sea enero.
Allen asintió.
—Que bien chicos, ¿van a ir a la misma Universidad? —siguió bombardeando a los chicos, solo que Beau no entendía por qué.
—No, de hecho acordamos que…
McKayla fue interrumpida cuando Allen soltó un gran «Ahh».
—Entonces van a terminar su relación, si, quizá sea lo mejor. Ya saben, las estadísticas demuestran que sobre el cincuenta y cinco por ciento de las personas perciben dichas relaciones como menos felices y satisfactorias.
Hubo una pausa, en la que hasta Beau sintió la tensión demasiado embarazosa.
—Debemos irnos —terminó Jeremy dando la vuelta.
—Salúdame a Beth, por favor —dijo McKayla alejándose para alcanzar a Jeremy.
«Eso fue incómodo» escucharon decir a Jeremy en la lejanía.
Allen le dio la espalda a los recién idos y tomó a Beau por los hombros.
—Tienes suerte de que haya estado aquí.
—¿Me estás siguiendo? —preguntó viendo la apariencia antigua de su amigo—. Ay por Dios, sí que cambias cuando eres un brujo.
El brujo frunció el ceño bajando las manos y metiéndolas en los bolsillos de sus jeans.
—Lo tomaré como un cumplido —aclaró su garganta, miró su alrededor para asegurarse de que nadie les prestara atención—. Y si estoy aquí es porque sé que querías que te diera una explicación.
Beau suspiró.
—Genial, Edward se fue de caza, así que tenemos tiempo suficiente.
—Okey, perfecto, vámonos.
—¿Qué? ¿A dónde?
—Tú ven y ya. Ah, y no te preocupes por tu auto, te traeré de vuelta.
Antes de que Beau pudiera decir algo, Allen chaqueó sus dedos y una burbuja del color de las amatistas los rodeó; la gente no parecía darse cuenta de ello, por lo que el chico asumió que simplemente no eran conscientes del acto sobrenatural que pasaba frente a sus narices y la tienda a su alrededor desapareció cuando aquella burbuja se «reventó», dejándolos en un espacio totalmente negro por unos milisegundos, y luego quedaron en medio de un prado con pinos detrás de ellos que parecían tocar el cielo, frente a ellos estaba un lago. Beau asimiló de inmediato en qué lugar estaban, pero sin entender el porqué. Se giró y encontró a Erictho y a Pamphile con brazos cruzados y la mirada centrada en el chico que acababa de llegar.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Beau.
—Pronto lo sabrás —dijo Pamphile. Y ambos brujos desaparecieron.
Beau se quedó junto a Allen. Percatándose de que su marca empezó a brillar; le agradecía a Dios que ya no doliera, porque estuvo a punto de arrancarse el brazo cuando estuvo con los reos. Allen se quitó su aspecto humano, trayendo de vuelta al misterioso brujo que era en realidad. Traía puesta una gabardina de piel color roja con cinturones y botones en los brazos y otras más en la parte de atrás de la misma. En su interior era negra y en sus orillas había marcas extrañas, runas y jeroglíficos en un dialecto extraño.
El chico podría jurar que en sus ojos estaba el paso del tiempo de miles de millones de generaciones humanas. Toda una vida llena de experiencias que nadie nunca ha vivido jamás. Un ser tan antiguo y diferente al chico que alguna vez conoció. Éste le sonrió cuando se le acercó.
—¿Y bien? —dijo Beau—. ¿Vas a contarme qué es lo que está ocurriendo? Porque no he parado de soñar con este preciso momento desde que me convertí en una estrige.
Amblys sonrió, paseándose con gracia en un mismo espacio.
—Puede que desde mucho antes —aclaró—. Pero todo se hizo más vivo para ti en Isla Earnest…
Beau recordó sus extrañas visiones en aquella isla, visiones que le provocaban una jaqueca interminable. En esos momento el chico había pensado lo peor, casi creyendo que moriría pronto.
—Trataba de comunicarme contigo, pero no sabía cómo no verme tan obvio; la frase de la hoja que Edward y tú encontraron en su prisión allá en Elfame no fue mas que otro intento mío para decirles que su propósito en tierra de hadas no era el de morir…
Por la mente de Beau cruzó la escena en aquella jaula, un soldado arrrojó la hoja de un libro que estaba leyendo. Ambos estuvieron tratando de descifrar qué era lo que el soldado trataba de decirles pero nada parecía resolver sus incógnitas. Estaban tan preocupados en lo que les ocurrir��a en Elfame que no pensaron que se trataba de Amblys, mucho menos que era una advertencia.
—…He protegido a los Higginbotham a lo largo de tantos años, y tantas vidas que aprendí a hacerme pasar por uno de ellos, cada vez se hacía más fácil y mírame, ni siquiera los Cullen lograron relacionarme con el brujo Amblys —rió—. Tantas cosas tan sorprendentes que he hecho para permanecer cerca de esos humanos, que cuando creía que me aburrirían sus vidas tan mundanas, llegó el momento de Reneé para ser madre. Incluso ahora, sigo estudiándote, porque has logrado cosas que muchos han deseado por milenios. Felicidades, eso te lo he de reconocer.
—Ni siquiera he hecho nada, mi vida se tornó diferente con la llegada de Edward, comencé a vivir hasta hace unos meses antes de siquiera saber que era una estrige y ahora, hasta hace unos días, descubro que mi don no es el autocontrol sino que soy un escudo.
—Mismo escudo que también me sorprendió —dijo Allen—. Verás, mientras tú ardías en furia porque Kate «amenazó» con ir tras tu padre y creaste un campo de fuerza que salía de ti como si fueras un volcán en erupción, yo estaba viendo ese mismo campo de fuerza, desde la comodidad de este lugar, de forma literal.
—¿De qué estás hablando?
—Resulta que tu escudo es tan moldeable que si tú lo deseas, puedes hacerlo real.
Beau negó con la cabeza recordando lo que Eleazar y Edward le habían dicho de su don.
—No, mi don es solo mental.
—¿En serio? —dijo Allen girando los ojos—. Has visto cosas imposibles suceder ¿y tú te niegas a creer que tu don puede ir más allá de lo que crees?
—Bueno, perdóname por ser un neófito —suspiró—. Y si es como tú dices, por favor, demuéstralo.
—Demuéstratelo a ti mismo.
No entendió de inmediato. Pero luego se dio cuenta de que si quería ver ese potencial del que le hablaba Allen era cierto, pues tenía que hacerlo por sí mismo. Así que cerró los ojos, concentrándose de la misma forma que lo había hecho en su entrenamiento con Kate, recordando las palabras que la chica le había hecho rememorar: «Tienes que visualizarlo dentro de ti. Ver cómo se mueve. Cómo se desliza por tu mente. ¿Puedes decirme de qué color es? Bien, ahora imagínalo expandiéndose fuera de tu cuerpo. Haz que emane de ti». Pero no solo eso era necesario en estos momentos, quería sentir la misma furia con la que lo logró la primera vez.
O quizás no la furia, pero sí el fuego que acompañaba a ese campo de fuerza, ¿y por qué no darle una nueva forma? Un cubo. Y así lo hizo, tratando de que su mente le diera la solidez necesaria. «Deja que se propague el fuego». Se dijo así mismo cuando supo que el cubo ya no estaba dentro de él, sino que ya estaba más allá de donde su mente se ubicaba. Esta vez no quería proteger a alguien. Quería que ese cubo tuviera la misma fuerza que el fuego. ¿Cómo saber si estaba funcionando? Nada pasaba. Sabía que el cubo estaba ahí, él lo sentía, pero no podía ver el fuego que tanto quería ver.
—Es hora de que te muevas, Beau —dijo Allen, mirando al chico—. Eres puro caos en este momento. Salvar a estas personas. Tu familia. Éste es tu legado. Todo lo que has sentido, todo lo que has enterrado…deshazte de lo que te oprime. Deja que tu caos explote. ¿Realmente tienes lo que se necesita, Beau?
Y en un último avivamiento de esa ira, Beau gritó en sus adentros.
«¡ENCIÉNDETE!»
Y funcionó. Porque las llamas que imaginaba no eran invisibles, podía ver las lenguas de un fuego verde formando la silueta de un cubo perfectamente bien hecho. Pero tan pronto como se emocionó, el cubo desapareció y la banda elástica se tiró como una liga, volviendo a su forma y quedarse dentro de la cabeza de Beau.
La marca en su brazo se iluminó y fue como si el cansancio nunca hubiera estado. Beau se quedó boquiabierto, al parecer la marca era más que su libertad del rey Oberón, podía hacer cosas que el chico ahora mismo quería saber.
—Ni siquiera los dones de Luca lograron algo como esto —dijo Allen—. Logré enseñarle algunos trucos como la teletransportación pero, nada semejante a esto.
—La conexión…
—Supongo que tus dones se volvieron más poderosos ahora que tienes la marca de un brujo.
—Hagámoslo de nuevo.
—Beau…
Una explosión de luz llamó la atención de la estrige, girándose para ver a los dos brujos en compañía de varias personas. Una sonrisa apareció con intensidad sobre Beau cuando vio a Alice junto a la otra hermana de las vampiras del Amazonas, Kachiri, era tan alta y fornida como las otras, seguro ella era líder por su expresión más seria marcada en el rostro. Luego, aparecieron Silas y Julie, un poco nerviosos pero Beau no entendía por qué.
Y entonces, detrás de todos ellos, apareció un hada. La misma hada de pelo cobrizo que Edward amenazó para que no se volviera a acercar a Forks.
Victoria.