—¡Cuernos de Calaman! —maldijo Eltanin—. Vamos por ese lado —dijo señalando a la izquierda—. Debería haber otra escalera al otro lado también. No obstante, en el momento en que llegó allí, las escaleras de mármol se resquebrajaron con un estruendo y se desmoronaron en polvo, enviando un torbellino de escombros al primer piso. Sin pensarlo mucho, Eltanin agarró a Tania por la cintura y saltó al primer piso, aterrizando ágilmente sobre sus pies. Los escombros y el polvo giraban a su alrededor. Ella tosió y vio que Glenn los había seguido. Aterrorizada, se aferró a su salvador.
La neblina carmesí se detuvo y se enrolló sobre sí misma como si estuviera confundida y tratando de percibir a su presa. Tania podía sentir la magia negra que emanaba de la neblina carmesí y sabía que la neblina carmesí la deseaba. Era como si la neblina la estuviera atrayendo y quisiera convertirse en ella. Abrió la boca y tomó una profunda inhalación. La neblina carmesí la olfateó de inmediato.