Eltanin inhaló aire temblorosamente, encuadrando sus hombros. La ansiedad burbujeaba dentro de él como la espuma blanca de las olas chocantes. Miró hacia otro lado de su suegra y observó la inundación en el exterior. Había empezado a retroceder lentamente. Se preguntaba cómo Flora estaría ayudando a Tania.
—¿Cómo te sientes ahora, mi señora? —preguntó Flora mientras sumergía la esponja vegetal en más aceite de lavanda y saúco y la aplicaba en la espalda de Tania, subiéndola lentamente hacia sus hombros y cuello.
Tania gimió de alivio y dijo:
—Me siento mucho más tranquila, Flora... El agua estaba tibia, cuya temperatura Flora controlaba cuidadosamente. Cada vez que se enfriaba, metía sus dedos y usaba su magia para calentarla. La tensión de Tania se estaba yendo lentamente. Era como si se derramaran en el agua a través de su piel.
Flora sonrió. Dijo:
—Mi señora, me alegra oír eso. Sugeriría que mastiques estos también. —Le ofreció pequeñas bolitas verdes de algo herbal.