Faye se sentó en silencio, apoyada en el costado de Sterling, escuchando cómo él contaba la historia. De vez en cuando inclinaba la cabeza para echar miradas furtivas a su guapo rostro.
—Unos días antes de que el ejército tuviera que llegar —explicó—, una horda de monstruos empezó a atacar a la gente de las tierras, dejando tras de sí una estela masiva de muerte y devastación en su camino.
—Fue entonces cuando el sacerdote tuvo una idea brillante, una que probaría si el dragón estaba realmente aquí para salvarlos.
—Fue al dragón negro en la montaña y le dijo su idea. El sacerdote dijo... —narraba Sterling con una voz fingida—. Haciendo que Faye soltara una risita.
—Si realmente eres una criatura amorosa de Iahn, entonces deberías amar y querer proteger todas sus creaciones. Así, demostrando tu valía y ayudando al imperio a destruir los monstruos y demonios que están plagando a esta gente.