Cuando llegamos a la bifurcación, me detuve en seco, sintiendo la punta de mis dedos temblar y lentamente, me agaché en el suelo, tratando de llenar mi pecho de aire.
Calma. Calma, Val. No tenía sentido hacer todas esas preguntas que no podría responder por mí mismo.
—¿Maestro?
—Tu hechizo está roto, solo digo...
Me tapé la boca para no emitir ningún sonido, porque no quería preocupar al pajarillo. Pero creo que Ignis entendió un poco más, porque colocó su pequeña pata en mi mejilla.
—No pienses demasiado; si tienes preguntas, es normal buscar las respuestas —los ojos azules brillaban intensamente en el oscuro pasaje, mirándome con fiereza y ternura—. Solo tienes que preguntar.
—Solo--
Era una palabra tan fácil de decir, pero ¿cómo podría simplemente preguntarle eso a Natha?
—No es como si pudieras actuar normalmente frente a él después de esto,