Remia, Ajax, Residencia Windsor - 26 de Abril - Año 515
—¿Las estrellas?
—Tal vez.
—¿La luna?
—¿Eso ya es mucho, no?
—Amar es amar, no existe un límite.
—Humano sí... No puedes hacer algo más allá de lo que tu humanidad te permite.
—¿Tú te crees ese cuento?
—Sí, me lo creo.
—Yo no, yo sí creo que hay algo más.
—Si lo hay, no tendría sentido la vida, viviríamos sólo para algo más, esto no es un prólogo... Esto ya es una historia.
—Nunca dije que no fuera una historia.
—¿Entonces?
—Me refiero a que la vida no es sólo esto... Vida... No es sólo ser un humano esperando el final, puedes ser más, puedes ser un sentimiento, un anhelo, un propósito... Un recuerdo... Aun dejando de ser humano... ¿Eso seguirá viviendo, cierto?
—Puede ser.
—¿Por qué tan dubitativo?
—Responder que sí o que no sería una verdad absoluta, no soy nadie para asumir que mi respuesta es una verdad absoluta.
—Si no te lo crees tú, ¿Quién lo creerá?
—La ambición y el egocentrismo son peligrosos, Demian.
—Nunca dije que tenías que ser ambicioso y egocéntrico para sentir que tienes el valor suficiente como para responder eso.
—¿Tú crees que es algo más sencillo?
—No lo creo, seguramente lo es... Hay muchas personas que lo tienen todo, por así decirlo, y de todas maneras se sienten vacíos, no se sienten humanos, entonces, debe ser algo mucho más fácil, ¿No crees?
—¿Estás intentando convencerme de algo?
—Tú lo sabes bien, Rhys... Lara es para ti algo más que sólo ambición, ella suprimió tu egocentrismo también... Debes verlo de esa manera, lo pensaste tanto tiempo, y aún no lo entiendes.
—Lo entiendo sí, pero tampoco soy tan tonto como para asumir que es lo único que necesito.
—¿Te refieres a Lara?
—Claro... Ella, no estará siempre a mi lado, no puedo sólo depender de lo que sienta por ella, aunque eso me dé mucho, me haga sentir humano, y sea lo que sustente el sentido de mi vida... Ella tiene su propia vida, y pedirle que se quede para siempre a mi lado sería lo más egoísta que podría hacer.
—Ella lo haría.
—No lo creo.
—Pero te ama.
—Yo también, y amar es saber cuándo alejarse, y cuándo quedarse.
—Ella no se va de tu lado porque quiera, Rhys... Lo hace porque no tiene otra opción.
—Eso lo sé, por eso acepté su decisión, lo sé desde que la conocí... Sabía que en algún momento ella tendría que volver a su hogar.
—Y me dijiste que el amor tiene límites.
—Eso es algo que cualquiera puede hacer, ¿No crees? Esperar.
—El tiempo corre, Rhys... Nada de lo que pasó va a regresar, y eso lo sabes, ella puede estar tanto como unos meses en Fons, o hasta años... ¿Esperarías tanto por ella? ¿Ella esperaría tanto por ti?
—Tal vez.
—¿Ves? Otra vez, ¿Por qué tan dubitativo?
—Es que... ¿Por qué llegar tan lejos?
—Porque es mejor eso que sólo estancarse.
—No me voy a estancar pensado que ella no puede volver.
—Ella lo hará, Rhys, no sé cuándo, pero tarde o temprano lo hará.
—¿Cómo lo sabes? Estás muy seguro.
—Porque se aman, y porque como te dije hoy; el amor no tiene límites.
—No voy a esperar toda mi vida por ella.
—No te mientas a ti mismo, es a la única chica que amas... Claro que lo harías... Lo harías por la eternidad.
—¿Lo haría?
—Eso es vivir... Vivirías en ella por toda la eternidad, así como ella en ti... Más allá que sólo el camino que recorres... Siempre hay algo más allá.
—La muerte es el final, Demian.
—No me estoy refiriendo a la mortalidad... Me estoy refiriendo a; un sentimiento, un anhelo, un propósito... Un recuerdo... Eso es eterno, eso no morirá.
—¿En serio me llevaste hasta ese lugar? ¿Por qué eres así?
—No lo sé, sólo quería probar mi punto.
—Puede que tengas razón... Pero, ¿Será así?
—No creo que lo sepamos hasta dentro de mucho tiempo... Creo que todos viviremos una larga vida, podemos pensar en eso más adelante.
—Tú fuiste el primero en adelantarse.
—Sólo soy un poco ansioso en ese sentido.
—Demian... Si tú, Vlas, o mamá se fueran... ¿Vivirían en mí?
—¿Y esa pregunta?
—No lo sé... Sólo quería saberlo... ¿Lo harían?
El sol dejó de verse en el horizonte. La tarde cayó dejando pasó a una brillante noche de verano. Demian contó estrellas por doquier. Sabía que en el patio trasero de su casa siempre se veía lo mejor del cielo, lejos de la intensidad del brillo de la ciudad de Ajax. Los grillos comenzaron a cantar, con las ranas haciéndole de coro, frente al tranquilizador silbido de la fresca brisa primaveral.
Ninguno de los dos se movió de su lugar, estuvieron en silencio por varios minutos. Sólo dejándose llevar por el ambiente, que pareció haberse confabulado para dejar caer esas palabras que Demian logró soltar luego de un rato, con melancolía, y serenidad. Con amor.
—Claro que sí... Siempre viviremos en ti, nunca te dejaremos solo... Rhys.
Presente...
Fons, Ash, Residencia Harch - 10 de Mayo - Año 526
El vaso se encontraba repleto de café. Negro. No acostumbraba a tomarlo así, muchas veces le ponía al menos el 25% de leche, sin embargo, esa mañana estaba más cansado de lo normal luego de no poder dormir bien por varios días, y lo último que iba a hacer sería gastar energía en una tontería así. No paraba de soñar con muchas cosas que creyó no volver a soñar jamás. Momentos de su vida que asumió que no iban a regresar, pero desde ese día en el que se enteró que su hermano aún seguía con vida, todo revivió en él también. Y no era para nada agradable. Se sentía atormentado por esa figura, por todas las creencias que tuvo por diez años, por todo lo que hizo en base a esa causa. No era consecuencias razonables si las miraba con la perspectiva que poseía en ese momento, pero en el pasado, cuando aún no conocía el verdadero destino de Demian... Parecían lógicas.
Cuando llegó al límite de su Scire, en la guerra, obtuvo sus Rexyss, esos Ojos del Alma, de tal manera, tuvo que entrar en lo más profundo de esta para comprender la base de sus sentimientos que acarreaban acciones casi impremeditadas, aquellas que le dieron ese poder. En esa introspección, supo encontrar en su alma una respuesta, una respuesta representada en la figura de Demian... Esa que le dijo: «Lo eres todo, Rhys, no tiene sentido separar la parte mala de la buena, sólo... Acéptalo, y sigue adelante». Y en ese momento aceptó ser el Demonio de Remia, aceptó ser ese Prodigio Divino, el Niño Maravilla, o el Enemigo del Mundo. Aceptó todo lo que su poder le dio, lo malo, lo bueno... Todo. Inclusive, aceptó haber perdido a Demian, aceptó que él no iba a volver. Y así, con todo eso, sin saber lo que se vendría después, pudo formar su identidad, saber quién era Rhys Windsor, qué quería Rhys Windsor... A dónde llegaría... Pudo descifrar su destino, y lo que lo llevaría a él... El sentido de su vida.
Todo se derrumbó con unas pocas palabras: «Demian está vivo». Y no había vuelta atrás, y aunque sabía que no iba a cambiar su perspectiva de vida con esa revelación, se sentía ligeramente perdido en el camino, porque superó algo que nunca sucedió, y revivirlo era doloroso, porque esa soledad que lo atormentó cuando perdió a Demian, fue sosegada con su recuerdo, con lo que él le dijo al final, y con el anhelo guardado en lo más profundo de su alma. Pero una mentira no podía sosegar para siempre un alma en duelo, y así, la verdad salió a la luz, y la calma se acabó.
Lo único que lo ayudaba a no pensar en Demian era saber que tenía a su esposa a su lado, porque ese fue el sentido que eligió para su vida, lo único que no se ataba a lo que sintió al ver morir a su hermano. Ella era en sí misma su salvación. Así como su hija, su hermano, o su madre... Y muy pronto, su hijo o hija, el que tendrían. Todo eso era la verdadera razón por la cual no quiso volver atrás y comenzar otra vez, ahora, con el propósito de encontrar a Demian.
«Acéptalo, y sigue adelante», le dijo su alma... Y tal vez, con un poco de la voluntad de Demian en ella. Su hermano estaba por ahí, en el mundo, y si en diez años no quiso saber nada de él, tendría sus razones. Era doloroso pensar en eso, siempre recordaba todas esas veces que él le dijo que nunca lo dejaría solo, pero fue su decisión, y él no podía obligar a nadie, a nada... Sabía que en algún momento, al final de su camino, se volverían a encontrar, esa respuesta llegaría con ese encuentro, y cuando todo hiciera sentido, tal vez sería satisfactorio, o tal vez... Sólo sería algo más que dejaría atrás... Porque como él le dijo en el pasado a su hermano... Amar era saber cuándo alejarse... Y cuándo quedarse. Y Demian, tomó su decisión. Así como él la suya.
—Te ves cansado —señaló Lara.
Rhys al escuchar su voz desvió la mirada de su vaso de café y la vio parada a su lado con una sonrisa. Ella estaba vestida de forma casual. Llevaba un hermoso enterizo color beige, que para colmo combinaba muy bien con su cabello suelto. Rhys suspiró al verla de esa manera, le rezaría todos los días si ella se propusiera usarlo así siempre, pero ella insistía en atárselo, era terca en ese sentido.
—¿Tú crees? —preguntó él, desperezándose un poco al estirar sus brazos en alto.
—No es lo que creo, es lo que veo, ¿Desde cuándo tomas café negro? —preguntó ella, dándole un vistazo al vaso de su esposo sobre la mesa.
—Te dije apenas me desperté que se me fue difícil conciliar el sueño, no quiero dormirme en la reunión que tengo con Lee esta tarde, así que estoy tomando uno cargado —explicó Rhys, y dio el primer sorbo al inmenso vaso de café. Estaba muy fuerte, hasta amargo, ¿Se había olvidado de ponerle azúcar?
—No me gusta verte así, te ha estado pasando algo, ¿Cierto? —Lara preguntó, con un gesto de consuelo. Esperaba que él al menos aceptara que ella estaba ahí para lo que fuera. Aunque sabía que no era necesario recordárselo... Él sólo confiaba en ella.
—No del todo, lo de siempre, sabes... Es un camino extraño, las subidas llegan a lo más alto, pero cuando baja... Golpea contra el suelo con fuerza —dijo él.
—¿Te refieres a la depresión?
—Nunca me diagnosticaron depresión, sólo era ansiedad, aunque, me dijeron que podía desencadenar en una, no lo sé, ¿Es normal sentir que a veces haga lo que haga nada tiene sentido?
—Tal vez, todos nos sentimos vacíos en algún momento de nuestra vidas, supongo que es una etapa que funciona para reflexionar y encontrar más motivos para seguir adelante... Es necesario.
—¿Es justo sentirme así teniéndolos a ustedes a mi lado? A ti, Lara... Le quitaría importancia a su presencia en mi vida sólo hallándome en un vacío.
—No, mi amor... No es así, estamos para ayudarte, y en esos momentos, cuando te sientes así, es cuando buscas consuelo en nosotros, y somos los encargados de darle sentido a tu vida, a que ese vacío poco a poco se vaya rellenando... No es tu culpa, sólo pasa.
—Eres demasiado buena conmigo. —Rhys sonrió, estirando su brazo para lograr llegar a envolver su cintura con este—. Ven, te necesito —dijo, jalándola suavemente con el movimiento de su brazo hacia él.
Ella le hizo caso y se ayudó un poco en llegar a su esposo. Él le indicó que se sentara en sus piernas, con una señal de su mano libre. Ella le hizo caso, y sus rostros quedaron muy cerca cuando se acomodó sobre él.
—Con tu mirada tan apagada me haces sentir triste, cuando estás así de decaído, casi siempre sufro en silencio por no saber cómo ayudarte —confesó ella.
—Lo siento por eso, no me gusta hacerte sentir mal —Rhys se disculpó, con su tono de voz tan suave como la caricia que ella le dio a su mejilla.
—No es tu culpa, ya te dije, sólo... No lo sé, supongo que cuando ves a alguien que amas pasar por algo así es normal sentirse incapaz de ayudarlo... Sabes que te amo, Rhys, con mi alma, y no hay nada en este mundo que anhele tanto como que todo esto se termine, y que dejes de sufrir... En serio, siento que es injusto, para ti, para mí, o para todos, ¿No hemos sufrido demasiado ya?
—Puede ser... Pero, ¿Qué más da? Si vamos a sufrir de todas maneras, hay que enfrentarse a ese sufrimiento, hay que ganarle, ¿No es así? —él preguntó, esbozando una ligera sonrisa, casi débil. Nunca en su vida se sintió con tantas ganas de quebrarse... Sabía que iba a poder hacerlo sin problemas, porque sólo estaba Lara a su lado, y ella era su mayor consuelo... Pero no... Sólo se tragó tal sentimiento. No era el momento.
—Tengo una ligera ilusión, sabes... Algo así como, optimismo —dijo Lara, al notar la sonrisa en el rostro de Rhys. Eso le recordó ese pensamiento que tuvo noches atrás.
—¿Sí? ¿Sobre qué? —El rostro de Rhys dejó ver todo su interés.
—Sobre él... O ella —respondió Lara, posando su mano en su barriga, también llevó la de él en el movimiento—. Todo lo que pasó antes, lo que pase después, ¿Va a importar si está en nuestras vidas? ¿O vamos a dedicar todo lo que somos a la suya? Rhys... No importa si sufro, si soy feliz, si me importa, o si no me importa... Mis sentimientos y mis deseos, mi vida entera, todo será suyo... Y no me voy a preocupar por lo que pudo ser, o por lo que será de mí, sólo por mi futuro, el que elegí vivir, ese que será cuando lo tenga en mis brazos, cuando vea su sonrisa, su rostro, cuando lo escuche reír, o llorar... Cuando me diga «mamá», o te diga «papá»... Viví demasiado tiempo alejada de todo, apreciando como todo a mi alrededor se derrumbaba, y no podía hacer nada, todo lo que quise proteger, se esfumó... Y ahora, no quiero que vuelva a suceder, y no lo voy a permitir... Nos enfrentaremos al sufrimiento, o al dolor, tal vez al destino, no lo sé... Pero que no nos dejaremos rendir, así será... Por él, o ella... Por nuestro hijo, por nuestra familia... Eso Rhys, quiero creer que eso va a pasar, quiero sentirme con la voluntad de quererlo, y obtenerlo... Ese pasado, se difuminará con esa nueva página en nuestras vidas, ¿Cierto? Esa que nos deja juntos, por la eternidad.
«¿Dirías que no a eso? No puedes rendirte, no puedes hacerlo si quieres ver eso el resto de tu vida... No puedes terminar así», el convencimiento fue casi automático, Rhys sólo asumió eso en su mente al apreciar como palabra a palabra, la sonrisa y los ojos de Lara brillaban cada vez más. Él había aceptado morir en el pasado, luego, sólo quiso vivir, vivir para ser libre y feliz junto a ella. Y nunca se sintió tan agradecido de haber elegido esa opción... De que Rhys Windsor supiera lo que quería... De eso no se encargaba el recuerdo de Demian, y eso lo tenía en claro... No iba a desechar esa vida por el pasado que lo atormentó tanto tiempo, pero que en algún momento se convirtió sólo en eso, un pasado... Regresara o no regresara.
—Es lo que nos queda, Lara... De todo lo que tuvimos, de lo que tenemos, es lo que nos queda... Nuestra familia, y el amor que sentimos por ellos... Y tal vez, en el futuro, cuando todo se acabe, quede de evidencia nuestro paso por la vida de esa manera... En ellos, en lo que dejamos en ellos... Lo que anhelen sentir por nosotros, sea bueno o malo.
—Sé que tú me lo has pedido muchas veces, pero... ¿Puedo hacerlo yo ahora? —ella preguntó, acomodando su cabello para que cayera por su espalda.
—Claro, dime —accedió Rhys.
—Quédate a mi lado, Rhys... No me dejes sola —pidió, escondiendo su rostro en los brazos de él.
«Hazlo, abrázame con fuerza, por favor», rogó. Pero no fue necesario pedirlo más fuerte, él lo hizo sin pensarlo.
—No lo haré, Lara... Estaremos juntos hasta el final.
Más tarde...
—Hola. —Lara se asomó por la puerta de la habitación de Leah que se encontraba abierta, dio algunos toques en la puerta para llamar la atención de su hija. Ella estaba concentrada en una maqueta que tenía sobre sus piernas, estiradas a lo largo de la cama.
—Oh, mamá. —Leah dirigió su mirada hacia la puerta luego de oír la voz de su madre. Rápidamente dejó la maqueta que tenía en sus piernas sobre la mesa de luz al lado de su cama, y se movió en ella hasta sentarse en el borde.
—¿Estás ocupada? —Lara preguntó, con cortesía. Ella parecía concentrada en esa maqueta, tal vez era importante, si así era podía regresar luego. No quería molestarla.
—No, para nada, sólo estaba dándole los últimos detalles —respondió Leah, señalando la maqueta—. ¿Necesitabas algo?
—Sí —Lara asintió—. ¿Puedo pasar?
—Claro.
—Permiso. —Lara cerró la puerta luego de entrar a la habitación. Leah le alcanzó la silla giratoria de su escritorio cuando ella se acercó a la cama—. Gracias —dijo, al sentarse.
—Por nada —dijo Leah, y sólo siguió el silencio—. Bueno, ¿Qué pasó? —preguntó. Su madre no parecía querer empezar con la charla, se encontraba cabizbajo, algo nerviosa. La vio jugar con sus dedos.
—Emm, sólo quería verte, hace varios días no nos vemos, ni hablamos... Hoy tengo el día libre, así que quiero pasar algo de tiempo contigo —explicó Lara, casi se le enredaron las palabras varias veces.
—Oh, sí... Es que he estado algo ocupada con este trabajo, me ha tomado varios días y lo tengo que entregar la semana que viene —contó Leah, inclinándose hacia la mesa, donde se encontraba su maqueta. Lara hizo lo mismo—. Nos enviaron de tarea hacer una réplica a escala de la ciudad en la cual nacimos... Y bueno, me tocó Raven.
—Eso estaba viendo... Hasta hiciste el estadio de la ciudad, y la central eléctrica, vaya... Qué nivel de detalle —declaró Lara, tan asombrada como encantada. Su hija tenía mucho talento, y eso la hacía sentir orgullosa.
—Sí, fue complicado, hice las construcciones grandes con yeso, y para las pequeñas usé cartón, además de la capa de césped sintético para las montañas y los parques, también usé plástico derretido que luego sellé para las calles... Fue un arduo trabajo, tenía pensado usar mi energía, pero luego me di cuenta que eso sería demasiado injusto para aquellos que no tienen tal ventaja, además de que no significaría lo mismo, no tendría tanto trabajo detrás, así que sólo lo hice todo a mano —contó la chica, emocionada.
Lara la miró en todo momento con una sonrisa, le encantaba verla tan entusiasmada con las cosas que le gustaban. Cuando Leah apenas se mudó a su casa sólo le pidió una cosa; y fue un lienzo, además de pinceles y pinturas. Lara no comprendió muy bien tal pedido, sin embargo, le hizo ese favor. Ella no entraba a la habitación de Leah, en realidad, no era porque a la chica le molestara, sino que quería permitirle sentirse en privacidad, sabía que apenas era el comienzo, y que tal vez a Leah se le iba a dificultar comenzar a tomar confianza con ellos, de tal manera, dejó que fuera a su ritmo. Aun así, los primeros meses siempre tuvo curiosidad de saber por qué ella pasaba tanto tiempo dentro de su habitación, obviando claramente el pedido que le había hecho. Tal curiosidad fue creciendo cuando encontraba ropa de Leah manchada de pintura, o pinceles sucios en la basura. Ella sabía que la chica parecía tener cierto gusto por la pintura y el arte, y aunque se prometió a sí misma no entrometerse en lo que ella hiciera, no pudo evitar querer ver qué tan talentosa era.
La primera vez que entró a su habitación fue unos seis meses después de adoptarla. Quedó boquiabierta apenas entrar, luego de ver tantos cuadros repartidos por esta, de un lado al otro. La mayoría de estos eran paisajes, en ellos no había muchas personas, y si las había, se veían pequeñas ante inmensos espacios. Algunos sólo eran líneas de un lado al otro que formaban distintas figuras, ella asumió que era algún tipo de arte abstracto.
Desde ese momento, comenzó a visitar la habitación de Leah más seguido, le preguntó varias veces si le molestaba que ella estuviera ahí, la chica siempre respondía que no, por eso, cuando tenía algún que otro tiempo libre, lo pasaba con ella, observándola pintar. Ese fue su pasatiempo por mucho tiempo, al menos cuando no estaban tan unidas, fue un gran paso que ambas pudieron dar en su relación, y antes de que Leah la comenzara a llamar «mamá», ella ya la consideraba una hija. Tal orgullo era el principal motivo. Por eso, todos esos cuadros que su hija pintó cuando era una niña, eran aquellos que decoraban toda la casa.
—Eres muy talentosa, linda... Estoy segura que sacarás la nota más alta de la clase —aseguró Lara.
—Tal vez. —Leah bajó su mirada, intentando esconder la sonrisa que se dibujó en su rostro.
—Por cierto, ¿Cómo estás? —preguntó Lara.
—Bien, como siempre, en realidad debería preguntarte eso a ti... ¿Sabes? He notado que se ha estado comenzando a notar más, ¿No es así? —preguntó Leah, acercando un poco su mano al vientre de su madre. Llegó a posarla en él suavemente, y notó el relieve—. Ya van tres meses, mamá... ¿Cuándo se puede conocer el sexo? Estoy ansiosa por saber si tendré un hermanito o una hermanita.
—No lo sé, pero probablemente dentro de estas semanas, tengo una ecografía la semana siguiente, ¿Quieres venir conmigo? —propuso Lara.
—¿En serio puedo ir? Pero, ¿A papá no le molestará? Sé que últimamente está un poco pegado a ti.
—¿Qué? ¿En serio? ¿De dónde sacaste eso? —preguntó Lara, entre risas.
Ella sabía que Rhys podía ser así, pero, como él era así casi todo el tiempo, la mayoría de veces sólo lo tomaba como una actitud normal de él hacia ella. Él no era posesivo, menos con su hija, él tenía muy en cuenta lo que significaba Leah para ella, y que, a pesar de que ella lo amara a él, y fuera su esposo, si tuviera que elegir, elegiría a Leah. Aunque eso sería una condena, porque anhelaba tenerlos a ambos a su lado siempre, y a pesar de que pudiera decir que elegiría a su hija, tal vez, en ese momento... No pudiera dar una respuesta. Jamás podría elegir.
—A él tampoco lo he visto mucho en la casa, y cuando lo hago, siempre está a tu lado, no sé sí es porque está demasiado preocupado por ti, o porque de alguna manera u otra tu embarazo también lo tiene algo sensible a él —supuso Leah.
—Eso sería muy gracioso, pero no, Rhys siempre es así en realidad... Esa noche, luego de la coronación, él fue a mi habitación en la madrugada luego de todo lo sucedido en el día, se supone que tenía que patrullar toda la noche, por sí ellos regresaban —Lara comenzó a contar esa historia de nuevo.
—Él se quedó dormido a tu lado el resto de la noche, ya me lo habías contado, es hasta surrealista, ¿Cierto? ¿Qué pasa con él? Es incomprensible saber por qué hace esas cosas tan extrañas, un día puede ser el hombre más frío, rudo y orgulloso del mundo, para de un momento a otro pasar a ser un niño que sólo necesita que alguien le dé un abrazo... Es tan, no lo sé, interesante.
—Él siente, y siente muy a flor de piel... No lo sé, creo que soy realmente la persona a la que más ha amado en su vida, a veces me siento una intrusa en su amor por los demás, porque, él dejaría todo por mí, eso lo sé... Y eso lo puede cegar, y no quiero que todo lo que él hace se reduzca sólo a mí —dijo Lara, cierto tono de preocupación invadió su casi segura declaración.
—¿Y por qué ese miedo? Sé que Rhys te ama, mamá... Como para no hacerlo, pero a pesar de eso, él tiene en claro lo que hace por los demás también, y entre Vlas, su madre, o yo... No creo que algún día decida sólo dedicarse a ti, no al menos hasta que todo termine, y estemos a salvo.
—¿Por qué ese miedo? Porque es la misma decisión que tomó mi padre siete años atrás —respondió Lara, y ese recuerdo tan frío y estremecedor que creyó haber superado, extrañamente la atrapó de nuevo.
—¿Te eligió a ti por encima de todo? —preguntó Leah, con curiosidad—. Pero, ¿Él no fue asesinado?
—Sí, por Michael Harch, pero... Él... Él sabía que Michael no era capaz de hacerlo por sí solo... Él podría haberse salvado, sin embargo, dejó vencerse, dejó todo atrás... Él sólo aceptó ese destino, por mí.
Ella no recordaba muy bien qué fue lo último que su padre le dijo antes de morir. Él sólo salió esa tarde con Rhys, de camino a una «reunión», y jamás volvió. Y aunque sí no recordaba sus últimas palabras, sabía que eso jamás fue lo importante entre ellos, ya que su padre sabía que iba a morir incluso antes de ese día... Mucho tiempo antes, de tal manera, cada vez que estaban solos, él siempre soltaba ciertos comentarios no tan claros que dejaban ver de alguna manera u otra lo que iba a suceder. Ella nunca los tomó como tales, ella era joven, y los veía de una manera más casual, algo como inevitable, porque eso era lo que su padre siempre decía, ella sabía que algún día él ya no estaría más, que un día se despertaría y el recuerdo de su padre ya sería parte de su pasado, donde, la melancolía formaría parte del sentimiento principal... Pero jamás creyó que sería tan pronto.
Estuvo enojada con él al inicio por morir por ella, estuvo enojada con ella misma por no poder haber hecho nada, con su madre por haberle dado la razón a su padre, con Rhys por no cumplir su promesa... Estuvo enojada con todo. Tan enojada que no quiso quedarse de brazos cruzados, tan enojada que perdió todo tipo de compostura. Y cometió errores perpetuos. Cometió tantos errores que tras pasar siete años, estos aun seguían permanente en su memoria, como así con el recuerdo de su padre, todo era parte de un mismo sentimiento. De lo que fue su pasado. De la sensación de sólo buscar sanarse, de sólo buscar salvarse de la condena.
Obviamente tenía miedo de que eso volviera a pasar. No quería que Rhys siguiera el camino de su padre, a pesar de que eso parecía ser lo único que él quería, ya que, como a ella, a él también le había afectado la muerte de Thomas. Pero él no era Thomas, él, tenía más que sólo a ella, mucho más que proteger, y no como su padre, él sí podía salvarse. Ella podía incluso llorar por él, rogarle que jamás la dejara sola, sin embargo, él nunca iba a ser tan sincero con sí mismo como lo era con ella, por eso, su verdad, siempre sería su mentira, a menos que ella se la quitara de sí mismo, pero eso contradecía su propio deseo, no quería convertirse en lo único que Rhys protegiera. No quería ser el centro de nada... Quería ser su sombra, aquella mano que se posara en su espalda y le diera ese empujón... Quería que Rhys dejara de depender de ella, y dependiera de sí mismo... Pero era imposible, porque a Rhys no le importaba él, para nada, sólo le importaban ellos, y lo que pasara con ellos... Y eso era su mayor debilidad. Eso era lo que podía encaminar su destino hasta tomar esa decisión, la misma que tomó Thomas en el pasado... Aquella que despertaba ese miedo. Más que nada.
—Eso es lo que hubiese hecho cualquier padre, mamá... Eras su hija, él siempre iba a pretender elegirte por encima de todo —dijo Leah, quiso ser lógica, y aunque la lógica casi nunca funcionaba con los sentimientos, sí funcionaba con las dinámicas. Y los padres siempre serían padres a pesar de todo, y sus hijos, siempre serían lo más importante de su vida.
—Lo sé, también tengo ese sentimiento en mí, sé lo que significa ser un padre, Leah —Lara aseguró, con su mirada sólo logrando apreciar con cariño el rostro de su hija—. Claro que lo sé.
—No quieres que Rhys llegue hasta ese punto contigo, sin embargo, me has dejado en claro muchas veces que tú sí lo harías por mi —reveló la chica.
—Probablemente... Pero sabes que no es una comparación justa —señaló Lara.
—No lo es, pero así como no quieres ese destino para Rhys, yo no quiero ese destino para ti... Mamá —declaró Leah, su voz se volvió, y comprensiva.
—No tienes que preocuparte por eso, si hay algo con lo que estamos de acuerdo con Rhys es con que ambos le tenemos miedo a la muerte... Sea por lo que sea, podemos asegurar ahora mismo que tal vez no dudaríamos en entregar nuestra vida por quienes amamos, pero... En ese momento, tal vez sí nos arrepentiríamos... Yo ya conozco esa sensación.
Lara bajó su mirada. El sonido del disparo retumbó en su mente de nuevo. En ese momento todo pareció volverse oscuridad por un instante, y ese amargo sentimiento de arrepentimiento se manifestó en su alma, tardó en comprenderlo, porque cuando se percató de que no lo había hecho, se encontró con el verde de los ojos de Rhys, tan arrepentidos como los suyos seguramente.
Eso le dio algo de esperanza de nuevo. No pudo evitar sonreír.
—Mamá... Arrepentirse es tan atormentador que estoy segura de no querer sentirme así jamás —aseguró la chica—. Y hay algo que quiero decirte.
—¿A qué te refieres? —Lara alzó su mirada, y un gesto de confusión se formó en su rostro.
—Yo... Ese día... Te hablé mal, y... He estado pensando en mi actitud... Creo que no fui justa contigo —dijo Leah.
—¿Te refieres a lo que pasó en el desayuno? Sobre lo que dije de ti —preguntó Lara.
—Sé que te preocupas por mí, sé que... No quisiste hacerlo de mala, jamás lo harías, fui una tonta por no recordarlo en ese momento. —Leah ligeramente agachó su cabeza.
No usó la palabra. Pero tal gesto fue rápidamente percibido por Lara. Y no podía permitir que fuera ella quien le pidiera disculpas.
—Ni se te ocurra —la interrumpió. Su mano se aferró a la de Leah, fue un rápido movimiento, la tomó apenas vio los labios de la chica fruncirse.
—Pero... —Leah quiso decir.
—Pero nada... No lo hagas. —Lara alzó su mano hasta el rostro de Leah. La otra se le sumó al instante. Sostuvo el rostro de la chica entre ellas con suavidad, aunque sus manos estaban casi tensas—. Que sea la última vez que pretendas pedirme perdón por algo, Leah, tú no debes pedirme perdón por nada... Yo soy tu madre, yo debo ser quien debe mostrarte el camino... Me equivoqué contigo el otro día, actúe como jamás me hubiese gustado que actuase mi madre conmigo, y estoy arrepentida por eso, y no quería venir a disculparme contigo porque asumí que estabas enojada conmigo.
—Jamás me enojaría contigo —aseguró Leah.
—No importa, fue mi error... Yo confío en ti, Leah... Sé que hagas lo que hagas, lo harás bajo tu propia consideración, tomando las precauciones necesarias, porque así te enseñé, y sé que eres una chica obediente, sé que eres buena... Eres una chica hermosa... Eres la mejor hija que pude haber tenido... Jamás lo hagas de nuevo, Leah... No me pidas perdón... No me lo merezco.
—Mamá. —Leah sonrió—. ¿Perdón por querer pedirte perdón? —preguntó, con una ligera risa.
—Tal vez ese sí pueda aceptarlo —Lara rio de regreso—. Te amo, linda... Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Y yo a ti, mamá... Te amo. —Leah tomó las manos de su madre, y en lugar de quitarlas de su rostro, las llevó suavemente hasta sus hombros, y con un poco de inclinación, convirtió el momento en un abrazo.
Lara cerró sus ojos, y se dejó llevar por el calor que tal abrazó le entregó al recostar sus manos en la espalda de su hija. Sonriente. Estuvo segura que incluso dejó caer alguna que otra lágrima.
Sí. Sabía que no merecía su perdón... Su hija sí.
Fons, Ash, Distrito Central - 10 de Mayo - Año 526
Ashley se sentó en el borde de la cama. Mientras abrochaba su falda hacía lo posible para encontrar sus zapatos debajo de la cama, no recordaba haberlos dejado tan lejos. Terminó de vestirse al momento exacto en el cual dejó de oír la regadera, para al instante sentir el ruido de la puerta del baño abriéndose. James salió envuelto en una toalla.
—¿Ya te vas? —preguntó el hombre.
—Sí, ya me he tomado suficientes días libres, debo volver al trabajo —respondió Ashley.
—Tampoco es como que dependas de tu trabajo —aludió James—. Eres la princesa, nadie podría decirte nada, ¿No es así?
—Prácticamente, aun así, mi trabajo sí depende de mí, además de que soy la única persona en la que mi hermano confía , así que debo volver antes de que empiece a desesperase por mi ausencia, él no puede hacer nada solo —explicó Ashley. Ató su cabello en una coleta antes de tomar su bolso que se encontraba sobre una de las sillas repartidas por la habitación—. Me voy —le avisó a James, dejando un beso en su mejilla.
—¿Cuándo será la próxima vez? —preguntó él, cuando ella estuvo a punto de salir por la puerta.
—Pronto... —aseguró.
Luego cerró la puerta al salir.
Después...
Fons, Ash, Palacio Real - 10 de Mayo - Año 526
Se lanzó sobre su cama apenas llegar a su habitación. Jamás se imaginó que la noche anterior se cruzaría con James en ese bar. Tenía pensado sólo ir y tomar algunas cervezas, en soledad, necesitaba un poco de descanso luego de tantas semanas atareadas con su trabajo. Lee fue bueno con ella la semana anterior y le dejó algunos días libres, los aprovechó de la única manera que sabía hacerlo.
Ver a James tantos años después la hizo querer volver a esa etapa de la universidad, cuando se veían seguido. Antes de que ella fuera la princesa, antes de que la guerra estallara, o de que Rhys volviera a su vida. Antes de todo, cuando quiso rehacer su vida otra vez, sin saber nada de lo que vendría después de ese deseo. De tal manera, esa noche sólo pasó, y entre tragos, cuando el bar decidió cerrar, ambos se pusieron de acuerdo en ir al apartamento de James.
«Sólo pude dormir dos horas», pensó ella, dándose la vuelta en su cama, su mirada quedó suspendida en el techo. Sólo pudo pensar en James York.
Él era el hermano menor de Ren York, el anterior líder de su clan, y tío del actual, Felix. Ella no supo de su estatus de noble hasta que ella misma fue reconocida como la princesa, dos años después de conocerlo. Cuando eran jóvenes tuvieron cierto tipo de relación, en realidad no era nada más que algunos encuentros esporádicos en los salones vacíos de la universidad. Luego dejaron de verse por unos años, hasta que cuando ella tomó el rol de la secretaria de su padre en la guerra, lo volvió a ver... Y él estaba casado. Ella no creía haberse enamorado de él en ese poco tiempo que mantuvieron esa extraña relación, sin embargo, enterarse de tal noticia le chocó un poco, ya que él también tenía una hija. Y desde ese momento, muchas veces se replanteó su vida, mientras apreciaba como todas las personas que estuvieron a su lado por años se separaron o alejaron de ella luego de formar sus familias.
Llegaron sus veintinueve años, y nunca tuvo una relación seria. No quería sentirse menos por eso, no era una obligación, no estaban más en esas épocas, donde tal vez el rol de la mujer era conseguir un marido, formar una familia, y criar a sus hijos. Ella no pensaba así tampoco, de todas formas, pocas veces se sintió realmente parte de una familia. Su madre no era muy cariñosa con ella, tan así que cuando tuvo la oportunidad de dejarla atrás, lo hizo. Y cuando conoció a su padre y a su hermano, ya era demasiado adulta como para anhelar ese amor que no pudo tener en su niñez y adolescencia. Ya era muy tarde como para querer sentirse cómoda con una familia.
Tal vez tuvo muchas oportunidades de hacerlo. Anheló sentirse querida y reconocida por todo el mundo, por mucho tiempo. Se enamoró de Rhys siendo una niña sólo porque él era el único que la reconocía. Lara fue su primer amiga, sin embargo, no podía tampoco negar que en algunos momentos la vio como algo más que eso, oponiéndose incluso con su propia idea sobre el romance. Y cuando llegó el momento de ver a Jake con esos ojos, se hizo una idea del amor complicada también, y tuvo miedo, mucho miedo, tanto que lo dejó atrás. Sólo huyó. Y eso no era un arrepentimiento. Siempre asumió que fue por su propio bien, ya que luego de todo lo sucedido en Remia, sólo no podía seguir en ese lugar, era necesario escapar. Aun así, supo que fue egoísta, y que no pensó en cómo le iba a afectar a él, de igual manera, ella realmente quería estar a su lado, pero su mente ya no aguantaba más, muchas cosas se le acumularon en su vida, desde su verdadera identidad, hasta la pérdida de dos de sus mejores amigos... Y más que nada... La muerte de Demian Windsor.
Cuando conoció a Rhys, a sus once años, él sólo tenía un hermano menor. Demian, de cinco. Ella, además de pasar tiempo con Rhys, comenzó a tomarle aprecio al niño, él era tan carismático como divertido, muy extrovertido, pero comprensible y confortable al mismo tiempo. Llegó un momento en su vida donde cada uno de sus sentimientos por Rhys eran sabidos por Demian, él era como una forma de desahogarse para ella, de dejar salir todo lo que sentía, cuando nadie más la escuchaba. Demian era el hermano de Rhys, él lo conocía más que nadie, por eso, siempre sabía qué decirle cuando se respectaba a él. En cada uno de esos intercambios, él siempre bromeaba con lo mismo: «Me gustas mucho, quiero casarme contigo cuando crezca».
Una broma, ella siempre pensó que se trataba de eso, porque él era muy pequeño para ella, porque él era el hermano de Rhys, la persona a la que amaba... Porque no era una buena chica para Demian... Casi para nadie. Aun así, nunca supo qué pasó por su cabeza esa noche en el palacio, nunca supo por qué al verlo durmiendo en sus piernas con su rostro herido por protegerla pensó que, a pesar de ser remota, tal vez existía una posibilidad. Nunca supo qué tan fuerte eran sus impulsos... Nunca supo por qué lo besó, aun sabiendo lo mal que eso estaba, y lo mucho que podía afectarle que alguien además de ella lo supiera. Por eso, ese beso, así como pasó, se olvidó esa noche... Ni siquiera el chico llegó a saberlo.
La muerte de Demian la devastó. Y en ese momento, tres años después, supo la razón por la cual lo besó esa noche. Quería a Demian, lo quería mucho, y estaba destruida de saber que no volvería a verlo jamás, a pesar de que esa idea la cual daba a entender que algo entre ellos era imposible aun persistía en su mente. Ella no se hubiese negado a intentarlo muchos años adelante, cuando él fuera lo suficientemente mayor como para tomar una decisión así. Vio en Demian parte de lo que quería en alguien más, más que reconocimiento, un poco de admiración y comprensión. Que alguien realmente la amara, y sólo a ella. Ser la única en su vida. Pero él era un niño, que tal vez sólo la veía linda por su edad, y ese fue su dilema por muchos años, un dilema que tuvo que enfrentar sola, porque era tan fuera de lo normal, y moralmente incorrecto, que nadie podía saber que tenía un pensamiento así.
Quería realmente ser amada. Ese deseo la llevó a pensar muchas cosas, algunas ajenas a sus propios principios, algunas complicadas de asumir, algunas... Vergonzosas. Y aunque con el paso del tiempo encontró varias formas de amor, como la de su hermano, seguía sin sentirse tan especial para alguien, como si se sintió con Demian. Y eso iba a ser eterno, o al menos hasta que sus últimos días hicieran presencia, porque él murió de pequeño, diez años atrás, cuando ella era una joven que no se entendía ni a sí misma, que no entendía el amor, y que huyó de todo por tener miedo de sentirlo. Y que sentirlo, al entenderlo, comprendió todos los errores que cometió en su pasado. Y ya no podía mirar atrás, aunque en ese pasado estuvieran los recuerdos más hermosos de su vida, con Rhys, Lara o Jake. Aunque Demian viviera en su memoria junto al amor que le profesó. Si él no iba a volver, ella tampoco debería... Sólo podía seguir adelante. No parar.
—No mires atrás... Ya no hay lugar donde volver... Esto eres tú ahora, y debes aceptarlo —dijo, casi para sí misma, aunque en voz alta. Estaba tan sola en su habitación que estaba segura de que nadie iba a ser capaz de oírla. De comprenderla mucho menos.
—Si tendrás razón. —Lee había estado parado en la puerta de la habitación de su hermana en todo momento, ella se había olvidado de cerrarla, y justo al pasar por esta y dirigir su mirada dentro, la vio acostada en la cama hablando sola—. ¿Estás bien? —preguntó, sentándose en el borde de la cama.
—¿Hace cuánto tiempo estás aquí? —ella preguntó, sin moverse de su posición.
—Unos segundos, de hecho, te estabas buscando, sabes... Hace días no sé nada de ti, ¿Dónde habías estado? —preguntó Lee.
—Por ahí, me habías otorgado algunos días libres, quise... No lo sé, tomar un descanso de la vida —explicó Ashley.
—¿Y ese descanso de la vida te llevó a esa conclusión? —Lee preguntó, refiriéndose a lo que la escuchó decir antes de entrar.
—¿A veces no te sientes estancado, Lee? —Ashley se impulsó para lograr levantarse al apoyar sus brazos en la cama. Terminó sentada al borde de esta, al lado de su hermano.
—¿De qué manera? —Él la miró con cierto interés.
—Estoy llegando a una edad en la cual la vida comienza a darme cada vez menos oportunidades, ya no tengo veinte años, ya no... Ya no puedo sólo tomar cualquier decisión procurando que sea un intento, y que si no funciona, puedo hacer otra cosa, y otra cosa, y así hasta que encuentre algo que realmente me dé cierta satisfacción... Ya no, Lee... A veces, me siento un poco perdida en mi mundo, artificial tal vez, sólo sigo la corriente.
—Puede pasar, ¿Tú crees que siempre estuvo en mi mente ser rey? Para nada, cuando era joven tenía una visión idealizada sobre este puesto, cuando crecí, me di cuenta que no era nada parecido a lo que imaginé, y cedí a mis deseos, quise valorar distintos caminos, pero en cada momento, en cada decisión, la vida me llevaba cada vez más a esto... Y cuando ya no tuve más escapatoria, sólo tomé esa decisión, abracé mi destino.
—¿Y estás feliz con esto?
—Feliz, como se dice feliz... No... Estoy conforme, que es distinto... De hecho, sabía que en algún momento me iba a tener que hacer cargo de esto, y aunque esperaba que fuera en muchos años, no puedo quejarme tampoco, es algo que se escapa de mí, yo no tuve la culpa de haber nacido con el estatus que nací.
—¿Y yo sí?
—No lo creo, pero princesa, debes saberlo, eres muy capaz de darle un volantazo a tu vida... Quién sabe, a lo mejor, algún día encontrarás algo que te dé motivos para avanzar y dejar de estar estancada. —Lee sonrió.
—¿Tú no estás estancado? ¿No extrañas a Diane? —preguntó Ashley. Quiso alcanzar la mano de su hermano, pero él se le adelantó y pasó su brazo por alrededor de sus hombros. La llevó a él con ese movimiento.
—No hablemos de nostalgia, han pasado años, y yo... Creo que ya lo superé —aseguró él, sin borrar la sonrisa de su rostro.
—¿No es injusto mentirse así? —preguntó Ashley. Aunque él nunca hablara de eso, sabía que le era doloroso siquiera pensarlo, que lo hubiese superado era muy difícil de creer. Sólo asumió que mentía para no tener que llevar su charla a ese lugar.
—No es mentirse, es ser sincero con uno mismo... ¿Qué sentido tiene pensar en eso? Ya me lamenté lo suficiente, lo hice en su debido momento, antes de tomar esa decisión de la que te hablé... Cuando acepté que ella no volvería, quise mirar al futuro, y así como acepté su muerte, acepté mi destino... No tiene sentido volver a mirar atrás, ya no puedo dejar de lado lo que soy, tú fuiste quien lo dijo.
—¿Amarás a otra persona algún día?
—Te amo a ti —declaró él, jugueteando con el cabello de su hermana, mientras reía.
—Tonto, sabes a lo que me refiero. —Ella tomó su mano.
—Tal vez, no lo sé... Así como mirar al pasado es doloroso, mirar al futuro es arriesgado, la vida está llena de sorpresas, no quiero decepcionarme más adelante... Sólo, dejaré que sea lo que el mundo quiera, mientras tanto, me encargaré de lo que debo encargarme, de mi reino y mi hermana... Son las responsabilidades que tomé junto con esa decisión, y junto con todo lo que me queda por vivir.
—No quiero ser eso que debes acarrear contigo el resto de tu vida.
—No lo serás, todo lo contrario, te quiero a mi lado para que seas quien sostenga mi espalda, ser rey es complicado, no quiero perderme con tanto poder... Eso es lo que le prometí a Diane. —Lee bajó su mirada, y cabizbajo logró quitarse la insignia de rey que llevaba en la solapa de su traje—. Esto... Es una tontería, lo sé... Pero, quisiera que lo llevaras contigo —dijo, dejándolo en la mano de su hermana.
—¿Tu insignia? ¿Para qué? No soy la reina —preguntó Ashley, apreciando en su mano el objeto.
—Quiero que lo tengas contigo, es algo así como un seguro... Años atrás, le dije a papá que quería que tú fueras la reina, él me dijo que iba a ser imposible, que tú no eras una hija legítima, por lo tanto, no podías tener ese derecho... Hice de todo para que él pudiera darte su apellido, para que fueras parte de la familia, para que así, pudieras ejercer un puesto en el Consejo.
—¿Qué? Pero, ¿Por qué? No es como que eso fuera mi deseo.
—No lo era, pero como te dije, era un seguro... Si lo hacía, tenías más inmunidad ante la ley, nadie podía sacarte de mí camino cuando me tocara heredar el trono y ser rey, nadie me iba a impedir que te diera el puesto que posees... Después de la guerra, sabía que te iba a necesitar, el Consejo siempre fue un estanque de tiburones, y aunque tomé partido con mi Scire, supe que no iba a ser suficiente... Yo no guio este reino solo, Ashley, no tengo el poder necesario... Este reino lo guiamos juntos, y de tal manera, tú eres la única persona con la capacidad de tomar decisiones si yo no puedo hacerlo, te otorgo ese poder.
—Estás loco, Lee... Estás muy loco, ¿Sabes lo que eso conllevaría? Le estás dando a tu hermana un poder comparable al de un rey, no es sensato, el Consejo se me vendrá encima... Algo asi sólo se lo puedes dar tu heredero, y si no tienes, a Kenneth, que es el anterior rey... Pero no me lo puedes dar a mí... No, no, estás loco —dijo Ashley, poniéndose de pie. Comenzó a caminar de un lado al otro de la habitación sacudiendo su cabeza. Era increíble lo que su hermano le estaba proponiendo.
—Te dije que sólo era un seguro, nada más... Es para prevenir, si algo sucediera conmigo, tú podrías tomar mi lugar provisoriamente, y así, el reino no entraría en un caos sin su gobernante... Es lo mismo que hiciste cuando estuve hospitalizado luego de la coronación, no tiene sentido que lo veas como una locura ahora —explicó Lee.
—No lo es, la locura es que me des tu insignia con tal responsabilidad, soy solamente tu secretaria, Lee... No puedo tener algo así, es un signo de poder y grandeza.
—Es sólo un pedazo de metal, no significa nada... Lo importante es mi posición, y lo que los demás piensen de eso, una insignia no representa nada, sólo es simbólico, lo que realmente representa mi poder es que las personas tengan en mí la confianza necesaria para darme las riendas del reino... Algo que ha comenzado a suceder desde incluso antes de que me dieran esa insignia. —Lee se puso de pie, parando la caminata de su hermana al tomarla del brazo. Se paró frente a ella y tomó sus manos, envolviendo con ellas la insignia—. La insignia sólo es el sello de la confianza que poseo en ti... Rhys ya me lo dijo una vez, no debo confiar en más nadie que no sea en ti... Mi gente me da la confianza, y yo, la comparto contigo, así funciona mi puesto, mi reinado... Así funciona mi corazón, Ashley, y la decisión que tomé, la que te involucra. —El recostó su frente en la de su hermana—. Dime que puedo confiar en ti, Ashley... Dime que mi puesto significa algo, dime que... No estoy solo.
—Por Sun, Lee, claro que no estás solo, no seas tonto. —Ashley tomó el rostro de su hermano entre sus manos. Le dio unas palmaditas en la mejilla y sonrió—. Me hice responsable de tu cuidado, Lee... Me hice responsable de estar a tu lado a pesar de todo, eres lo único que me queda, no te voy a dejar solo, pequeño... Y no tengo que prometerlo, ya lo hice esa vez, ¿Lo recuerdas, cierto? —preguntó.
Una semana después del final de la guerra. Funeral de Estado de los caídos en la Guerra de Fons en el cementerio privado de la Base Militar de Richmount. Una apagada mirada oculta detrás de esas gafas de sol oscuras, tan oscuras como su corazón, roto. Su seriedad clamaba la necesidad de ignorar su pena. Y el silencio que rodeaba el ambiente fúnebre se hizo en su alma luego de despedirse de ella días antes en la morgue. No quiso llorar. No quiso enojarse tampoco. Quiso morir. Morir. Una y otra vez. Tal vez, en alguna de tantas, podía volver a encontrarse con ella. Pero así como sabía que era imposible morir más de una vez, sabía que era imposible volver de la muerte... Si fuera posible, ella no estaría en ese ataúd tres metros bajo tierra, y él... No tendría ese vacío en su corazón.
«¿Por qué sigues a mi lado?», pensó, queriendo quitar esa mano posada sobre su hombro. La mano de su hermana. Esa chica que apareció un día a reclamar ese lugar, y que no volvió a irse. Al inicio quiso odiarla, no quería una hermana. Ella era hermosa, y tenía tanto la apariencia como la personalidad característica de su familia. Era innegable su verdadera identidad. Era innegable que, hiciera lo que hiciera, no iba a poder ignorarla así como así. Ella no se iba a ir. Ni aunque lo deseara. Ni aunque la odiara. Nada. Ella decidió quedarse por voluntad propia, ignorando lo que él o su padre hubiesen deseado antes. Ella era terca. Era orgullosa. Sin embargo, tanto como todo eso, era tan cálida como una brisa veraniega, y tan dulce como un helado de fresas. Ese era su poste favorito después de todo, sólo la podía comparar con eso. Aunque ella, a pesar de todo lo que pensara de su presencia, era incomparable.
No quitó su mano de su hombro. En un momento, se dio la vuelta. Ella rápidamente lo acató con su mirada, y sonrió. ¿Por qué lo hizo? Él no lo supo jamás. De igual manera, esa sonrisa, por un instante... Casi le devuelve todo eso que sintió perdido con la pérdida de su amada. Y ese vació que existía en él, ya no fue vacío, poco a poco, obtuvo algo de luz.
Ashley fue su luz. Y lo guio por el camino correcto como cualquier hermana mayor hubiese hecho en su lugar, sin embargo, él podía asegurar que no cualquier hermana mayor hubiese sacrificado tanto por él, inclusive, hacer esa promesa: «Soy tu sombra, soy tu respaldo, tu escudo, y tu arma... Soy tus ojos, soy tu palabra... Soy tu otra mitad, Lee... Estamos juntos en esto, y no me iré de tu lado... Es una promesa... Una promesa de hermandad».
—Lo recuerdo, Ash... Una promesa de hermandad.
Más tarde...
—Por Sun, estoy tan cansado, ¿Por qué tuvimos que despertarnos tan temprano, Rhys? —Dean preguntó.
Rhys se encontraba recostado en el borde de la ventana de uno de los pasillos del palacio. Esta daba hacia el jardín interior, una especie de patio en forma de cuadrado repleto de plantas y árboles que se encontraba exactamente en el centro de la construcción. Esta la rodeaba enteramente, y cada ala se unía a través de un pasillo con ventanales inmensos que dejaban apreciar la magnífica vista del jardín. Ellos se encontraban en el ala norte, la que daba camino hacia la oficina del rey en el tercer piso del palacio. La única manera de bajar, o llegar, al jardín era dirigirse al ala sur y bajar hasta el subsuelo de esa sección, para luego subir por una escalera que sólo tenía salida en el centro del jardín, justo al lado de la estatua de Delta.
—No sé cuánto tiempo tardará la reunión que tengo con Lee —explicó Rhys, apenas desviando su vista a su subordinado—. Luego debemos entrenar, es mejor que estén a tono unas horas antes, luego llegan medios dormidos y no quieren hacer nada.
—Te lo dije, todo es culpa tuya, por no haber ido al entrenamiento de la semana pasada —acusó Mya, empujando a Dean del hombro.
—Había trabajado toda la noche para presentar el presupuesto de mi sección, mi compañero fue un imbécil e hizo todo mal —explicó Dean—. Por cierto, Rhys, ¿Lara no dijo nada de mi trabajo? —preguntó.
—Tú sabes que ella no se encarga de tu sección, a menos que uno de sus encargados le haga llegar tal información, jamás se enterará —respondió Rhys.
—¿Trabajas en la empresa de Lara, Dean? —preguntó Vlas, sorprendido.
—Comencé a inicios del año pasado, al principio sólo era un cadete, pero luego de los seis meses Lara me dio un puesto oficial —respondió Dean.
—Ya veo —asintió Vlas—. Por cierto, Rhys, ¿Cómo es eso de la empresa de Lara? ¿Cómo funciona? —preguntó con curiosidad.
—Hmm, ¿De qué manera? Funciona como una empresa cualquiera, ¿No tuviste finanzas en el colegio? —preguntó Rhys, volteando hacia su hermano. Ya había posado su mirada en el jardín de nuevo antes de la pregunta de Vlas.
—Emm, no, de hecho, no termine la preparatoria, ¿Lo recuerdas? —recordó el chico.
—¿Eh? ¿No terminaste la preparatoria? —preguntó Mya, asombrada.
—No, tengo dieciséis, y no he vuelto al colegio desde que me fui de Remia —respondió Vlas.
—Cierto —asintió Rhys—. Me había olvidado de ese detalle, y ahora que lo dices, antes de que nos fuéramos, mamá me dejó muy en claro de que debías volver a estudiar, ¿No te preguntó nada de eso la vez que fuimos a visitarla?
—No, creo que se le olvidó, estaba ansiosa de saber otras cosas —respondió su hermano.
—Por suerte, si supiera que no te he inscripto en el colegio me mataría —dijo Rhys, entre risas.
—Ni que lo digas —adhirió Vlas—. Entonces, ¿Deberé comenzar a asistir?
—Tal vez, aunque deberíamos esperar al próximo periodo de inscripciones que comienza en el segundo semestre, en Julio —respondió Rhys.
—¿Puedo ir? O sea, ¿No pasa nada si no soy ciudadano fonsés? —preguntó Vlas, confundido.
—No, para nada, irías al mismo colegio que fue Leah, es algo así como una división de la Universidad de Ash, Lara y yo somos exalumnos y hemos contribuido con grandes sumas de dinero, no nos harían problema jamás, además, es una institución que mantiene un alto estatus social, es prácticamente la cuna de la élite fonsesa, tener al príncipe de Remia como uno de sus alumnos alza en demasía su reputación —explicó Rhys.
—Vaya, escuelas de élite, luego del trato que me dieron en Ajax, lo último que quiero es seguir siendo el centro de atención en otro lugar —bufó Vlas.
—No es para nada parecido, te lo puedo asegurar... Debes entender que en Remia nosotros éramos las personas más famosas del país, aunque aquí tenemos cierto reconocimiento, no es lo mismo... Lara casi no era reconocida en su época, y era la persona con más influencia del lugar, y Ashley pasó a ser la persona más famosa cuando fue reconocida como la princesa, aquí la forma de ver a las personas de un alto estatus es distinta, si puedes pasar desapercibido es mucho mejor, no quieres tener a todas las personas de la institución atentos a lo que sea que hagas —dijo Rhys.
—¿Cómo era cuando ibas tú? —preguntó Mya—. Recuerdo que a Lara le molestaba que siempre estuvieras rodeado de chicas.
—¿En serio? —preguntó Dean a carcajadas.
—Por Sun, ya me había olvidado de eso... Deben entender que en esa época ya estaba casado con Lara, mis responsabilidades en la pareja eran mucho más serias, y sí, a Lara le molestaba mucho eso, igualmente, yo no le daba demasiado interés, siempre pasó lo mismo, ella no puede quejarse de que las chicas se me peguen, ya que fuimos a la secundaria juntos y prácticamente era igual... Ella es muy celosa, desde siempre —dijo Rhys, esbozando una sonrisa.
—No podemos esperar menos del pequeño príncipe entonces —bromeó Dean, codeando a Vlas. El chico sonrió con un poco de vergüenza.
—No creo que a su novia le guste mucho algo así tampoco, ¿No crees Dean? —intervino Mya. Pensó que iba a ser necesario recordarles a ambos el papel de Leah en tal situación.
—¿Leah es celosa? —preguntó Vlas, de la nada, su rostro, aun así, dejó ver un poco de preocupación.
—¿Tú qué crees? —Mya le dio una suspicaz mirada.
—No lo sé, no me gustaría que pensara que puedo engañarla o algo —respondió Vlas, encogiéndose de hombros.
—Y aunque pudieras, no lo harías, ¿Cierto? —preguntó Rhys.
Vlas alzó su mirada y no logró divisar el rostro de su hermano, este se encontraba ya con su cabeza casi afuera de la ventana, mirando al jardín. Había dicho eso tan casual que no comprendió muy bien sus intenciones. ¿Era un aviso o sólo una pregunta?
—Emm... No, eso es algo que ya le dejé en claro muchas veces... Yo la quiero sólo a ella —aseguró el chico, bajando su mirada para intentar ocultar el rubor de sus mejillas.
Rhys no dijo nada más, ni tampoco se movió de su lugar. Apenas elevó su comisura inconscientemente luego de escuchar las palabras de su hermano.
—Vaya, justo vengo a cruzármelos a todos en mi palacio. —La voz de Lee recorrió desde el inicio del pasillo hasta la mitad de este, donde estaban Rhys y los chicos. Detrás de él venía su hermana—. Primero que nada, buenos días a todos —saludó en general, alzando su mano.
—Buenos días, su majestad. —Mya hizo una reverencia. Ella era la única que no había conocido a Lee en persona, de tal manera, era la única que no sabía que a él no le gustaba que fueran tan formales a saludarlo.
—Oh, no es necesario, linda, puedes llamarme Lee, y la reverencia está de más —dijo Lee, sacudiendo su mano—. Vaya subordinados tienes, Windsor... Todos son igual de respetuosos —reconoció.
—¿Ves? Son buenos chicos. —Rhys sonrió. Su mirada se vio acaparada con la ilusión grabada en los rostros de Mya y Dean.
—Ni que lo digas —asintió Lee—. Por cierto, Vlas Windsor, un gusto volver a verte —saludó al chico.
—Oh, hola Lee... Ashley también —Vlas alzó su mano e inclinó un poco su cabeza para lograr ubicar a Ashley quien todavía se encontraba detrás de Lee.
—Hola pequeño —ella le respondió, con simpatía.
—Bien, ahora que ya todos se saludaron, ¿Vamos? —le preguntó Rhys a Lee. Irguió su espalda dejando de estar recostado a la ventana y se movió un poco hasta el centro del pasillo.
—Claro, sígueme a la oficina —asintió Lee, y siguió en su camino por el pasillo. Ashley lo siguió.
—Ahora vengo chicos, tengo algunas cosas que hablar con Lee, ¿Me esperan? —preguntó Rhys.
—Sí, aquí estaremos —respondió Mya. Vlas y Dean asintieron al mismo en un gesto de consenso.
Rhys confió en ellos y siguió su caminata por el pasillo en dirección hacia donde habían ido Lee y Ashley. Al doblar en la esquina hacia la izquierda se halló con el pasillo de los retratos de los reyes de Fons. Ya habían colgado el de Lee al final de este, a unos pocos metros de la puerta de la oficina, tal adición causó que tuvieran que mover cada uno de ellos un espacio hacia el costado, de tal manera, los lugares en esa pared se habían acabado. El próximo retrato que tuvieran que colgar de un rey tendría que ser en la pared contrario. Aunque esta tenía las ventanas que daban al jardín. Iba a ser un arduo trabajo diseñar todo otra vez.
Rhys entró a la oficina de Lee, él había dejado la puerta abierta luego de entrar momentos antes. Al estar dentro lo vio ya sentado en su escritorio. Él caminó hasta este y se sentó en la misma silla que se sentaba siempre cuando tenían reuniones. Al lado suyo Ashley también tomó asiento.
—Te ves cansada —le dijo, aprovechando que Lee estaba concentrado en una llamada.
Ella lo miró confundida, con sus ojos algo decaídos, de ahí su suposición. Nunca antes había notado ojeras en el rostro de ella, su piel era bastante pálida de por sí, por lo que no podían pasar desapercibidas así como así.
—Lo estoy que es distinto —dijo ella, entre risas—. Anoche quise salir a divertirme y me pasó factura la noche, ya no tengo dieciséis años.
—Sí, me ha pasado, cuando Lara y yo estábamos en nuestros veinte podíamos salir a bailar y estar toda la noche fuera, llegábamos a la mañana siguiente... Ahora si se nos ocurre salir algún día siempre volvemos antes de la medianoche, y eso que ni siquiera tomamos alcohol.
—Es nuestro estilo de vida el que nos afecta de tal manera, a veces sólo quieres tomar un descanso, pero un descanso en serio, dormir por, no lo sé... Un mes seguido —bromeó ella.
—Claro que sí, sería el paraíso, aunque yo no duermo mucho igualmente, pero Lara sí, y ahora que pasa la mayor parte del tiempo en casa lo hace mucho más todavía... Eso y comer —rio Rhys.
—¿Cómo lo está pasando? Sé que en estos meses los cambios que fueron iniciales comienzan a desaparecer, sin embargo, se empieza a notar más en lo físico y hormonal.
—Normal, si le sucede algo siempre estoy para ella, y me he encargado de las cosas que se encargaba antes en la casa, como la limpieza o cocinar, aunque sigue insistiendo en asistir a las reuniones de su empresa, le he dicho que dejé que la Junta se encargue, pero es terca.
—Lo es, dímelo a mi —confirmó Ashley, asintiendo con su cabeza ligeramente—. ¿Y por qué no te encargas tú?
—No es necesario que lo haga, su sustituto es su tío, y Vince ya tiene experiencia en esto, él fue asistente de Thomas en el pasado, es mejor así, yo me encargó de su puesto en el Consejo, además, es más mi área, me sé manejar mejor.
—Claro que sí, Windsor... Este siempre fue tu lugar —bromeó Ashley.
—Así que saliste anoche, ¿Fuiste a un antro? No sabía que te gustaba frecuentar esos lugares —dijo Rhys, un poco sorprendido.
—No, para nada, ya no soy una niña, en realidad fui a un bar, uno en el Distrito Central, cerca de la plaza, supongo que lo conoces, porque ahí te conocen muy bien. —Ashley esbozó una insinuante sonrisa.
—Oh, sí... ¿El de Glen? Claro que lo conozco, pasaba noches enteras en ese lugar cuando estaba separado de Lara —recordó Rhys, con cierta gracia.
—Sí, ese mismo... Estuve ahí por unas horas, tomé algún que otro trago... Hasta que me crucé con James York —contó. Pensó mucho en si decírselo o no, pero Rhys era su amigo, y sabía lo suyo con James. Era sólo eso, un comentario.
—Oh, el amor de tu vida. —Él estalló en carcajadas. Lee a lo lejos lo hizo callar, aun con el teléfono posado en su oreja. Rhys alzó sus manos en señal de disculpa y luego volteó a Ashley—. ¿En serio James York?
—Sí, él... Y no digas eso de: «El amor de tu vida», no seas tonto, está casado —indicó ella.
—Estaba, si mal no recuerdo se divorció hace un mes, fue un divorcio público, hubo mucho dinero de por medio —comentó Rhys.
—Lo sé, pero no, sólo fue un encuentro, no quiero nada con él, si lo hubiese querido habría pasado hace años, cuando era más fácil —explicó Ashley.
—Ahora que dices eso... La vez que fui a visitar a mamá a Remia tuve un paso por el Parlamento... Me crucé a Jake —contó Rhys, notó en el rostro de Ashley su mirada cambiar al instante de oír ese nombre.
«Oh, no», ella pensó.
—Jake... —musitó, bajando su mirada. Él de nuevo, creyó que no oiría su nombre otra vez luego de irse de Remia. Estuvo equivocada, porque pensó lo mismo de Rhys, y la única forma de saber algo de Jake otra vez era a través de él. Debió esperárselo—. ¿Qué hacía en ese lugar? Aunque su familia era importante no tenía lazos con la nobleza o con la política.
—Deborah Zaro... Es su esposa —reveló Rhys.
Otra vez esa sensación de amargura en su pecho. Tal vez frustración. La misma que la invadió años atrás cuando se enteró de lo de James. Y ese pensamiento de no haber hecho nada en veinte nueve años. Sólo lo había pensado esa mañana, ¿Por qué ese día no paraba de echarle en cara lo mismo una y otra vez?
«Se te está yendo la vida, Ashley Crown», pensó.
—¿Sí? —preguntó de nuevo, no quiso hacer un gesto de pena. Sin embargo, su mente decidió por ella primero.
—No quería hacerte sentir mal, lo siento —se disculpó Rhys al percibir un poco de tristeza en la mirada de Ashley.
—No lo haces, tranquilo, sólo que... Bueno, es Jake, es él... Después de tantos años, sigue siendo él.
—Me preguntó por ti.
—¿Qué le dijiste?
—Bueno, lo que eres, que has avanzado, que ya no quieres seguir mirando al pasado... Supongo que eso era una duda que él tenía.
—A pesar de eso, siguió su vida, ya se casó y probablemente tenga una familia, ¿No es así?
—Dos hijos, una niña y un niño.
—¿Ves? Soy la única de nuestra generación que sigue en ese lugar.
—¿Qué lugar, Ashley? —preguntó Rhys, confundido.
—Tú sabes... La so... —no pudo terminar.
—Bien, ¿Empezamos? —Lee se acercó de nuevo luego de terminar la llamada, interrumpiendo lo que su hermana estaba por decir.
—Emm... Sí. —Rhys no le quitó la mirada a Ashley. Ella pareció haber suspirado cuando oyó la voz de su hermano. ¿Qué le iba a decir? Iba a tener que preguntárselo luego.
—Lo que tenía para contarte, Rhys —empezó Lee, tomando asiento—. Recibí un llamado de Sven Darma hace unos días, la situación con Troy Relty sigue estancada, luego de lo sucedido con Megan no se ha sabido nada más de él... Megan ha recibido la visita de su hermano menor, Nate, pero ni él conoce el estado de su hermano, parece que sólo ha estado encerrado en su oficina por días... Nada de nada.
—¿O sea que...? —preguntó Rhys.
—Parece que tenemos un problema menos del cual encargarnos —comentó Ashley.
—Algo así —asintió Lee.
—Aun así, ¿No les parece extraño tal actitud? No creo que tenga que ver mucho sobre lo sucedido en la reunión pasada, él no se pudo haber enterado de nuestro plan de contingencia por si se le ocurría conspirar contra el rey. —Rhys se recostó en el sillón y alzó sus brazos hasta la parte trasera de su cabeza—. ¿Quién sabe?
—Es mejor así por ahora, no necesitamos armar algún tipo de alboroto ni nada por el estilo... Aun así, me encargaré de investigar su abrupto cambio de actitud, tengo algo de contacto con Luke Relty, él ese más receptivo que su hermano, así que puedo tenerlo en cuenta para saber lo que sucede con Troy —explicó Lee.
—Está bien, no es algo concluido pero por lo menos lo mantendremos a raya, ¿Los otros clanes están de acuerdo? —inquirió Rhys.
—¿Ashley? —Lee extendió la mano hacia su hermana.
—Sí, eso... Felix York y Clara Froyd han dejado en claro su total confianza en la Corona, desde el inicio incluso, aunque se reforzó luego de las segunda reunión, Felix también dispuso su poder e influencia como jefe de las Fuerzas Armadas a las órdenes de Lee, en su totalidad... Rex Minuis igualmente apoyó la moción de Lee en la segunda reunión, y Sven Darma fue el último que dejó en claro su apoyó al rey luego de la segunda reunión. —Ashley leyó el papel que poseía en su mano hasta el final.
—¿Sven Darma? ¿Cambió de opinión? No lo vi muy seguro sobre lo que habíamos propuesto la vez pasada, se enfrentó a Lara inclusive —dijo Rhys, recordando el pequeño cruce que tuvo con el líder de la casa Darma ese día.
—En la llamada que tuve con él hace unos días me dejó en claro su apoyo, parece que lo sucedido en la reunión confirmó su decisión, y tomó nuestro bando —señaló Lee.
—El bando que tenía que tomar, eras tú, o Troy Relty —dijo Rhys, con obviedad.
—Ciertamente —asintió Lee. Se tomó el atrevimiento de recostarse en su nueva silla. Esta al menos era más cómoda que la anterior.
—Bien, ¿Terminamos? —preguntó Ashley, guardando todos sus papeles de nuevo en la carpeta que siempre llevaba con ella.
—Sí, mucho por hoy —confirmó Lee—. Pueden irse, yo debo encargarme de algunas cosas más.
—Okey, nos vemos luego, Lee. —Rhys extendió su mano y tomó la de Lee. Un apretón fue suficiente.
—Te acompaño a la salida —dijo Ashley, poniéndose de pie. Dejó la carpeta sobre el escritorio de su hermano y siguió a Rhys quien ya se le había adelantado varios metros—. Nos vemos luego, Windsor —se despidió, al llegar a la puerta.
—Espera... —Rhys impidió que cerrara la puerta luego de salir—. Me ibas a decir algo antes de que Lee nos interrumpiera, ¿Lo recuerdas?
—Oh, eso. —Ella sacudió su cabeza levemente—. Fue un tontería, es que, el hecho de que ya estoy en una edad en la cual debería haber formado una familia sigue siendo un poco chocante... Y justo me contaste que Jake ya lo hizo, además de que tú y Lara también están esperando un bebé... No lo sé, a veces siento que me estoy quedando atrás.
—No deberías apurarte en ese sentido, Ash, vas a tu ritmo, no hay una edad determinada para decidir algo así, sólo pasa, sobrepensar en eso es un poco cruel, siempre terminas frustrándote contigo mismo. —Rhys intentó ser algo alentador. Nunca le salía bien, sin embargo, sabía que Ashley entendería a lo que se refería. A ella fue a quien más veces la intentó animar en el pasado.
—Gracias, Windsor... Supongo que cada uno tiene su tiempo, ¿No es así? Sólo que, a veces tengo miedo de que mi tiempo ya haya pasado, y no pueda volver atrás.
—¿A qué te refieres? —Rhys preguntó.
—Demian, he pensado mucho en él últimamente... ¿Tú no?
«Claro que sí», pensó Rhys. La reflexión que tuvo esa misma mañana volvió a su mente, y junto con eso, la revelación de su padre sobre el verdadero estado de su hermano. ¿Ashley no podía saberlo, cierto? Esa pregunta se respondía en sí misma, aun así, había muchas cosas que seguían sin cerrarle en torno a todo el misterio de su hermano. Tal vez podía comprender la razón por la cual Demian no quería verlo a él, le dolía, pero podía comprenderlo... Sin embargo, ¿Dónde quedaban los demás? ¿Su madre? ¿Vlas? Y aunque fuera tal vez una última opción, o la menos esperable; ¿Ashley? En su momento Demian fue muy claro con lo que sentía por ella, era extraño pensar en que no quería ver a nadie... Aunque, más que no querer verlos... Tal vez... No podía.
—Rhys. —Ashley chasqueó sus dedos frente al rostro pasmado de Rhys. Él se había quedado en silencio por un momento, casi perdido en sus pensamientos—. ¿Pasó algo?
—Emm, no, no... Es que, bueno... Demian, al nombrarlo hiciste que mi mente trajera varios recuerdos de él... Entre todos esos, todo lo que decía de ti. —Rhys sonrió.
—¿Eso de que quería casarse conmigo? Por Sun, obviamente era una broma, él... Era muy pequeño para pensar algo así —dijo Ashley, convencida. De la misma manera en la que estuvo convencida tantos años.
—Sí, aunque, no sé si del todo... —declaró Rhys, algo vacilante.
—Rhys, ¿Qué quieres decir? —Ashley se enredó en la confusión.
—Sólo te voy a decir algo, Ashley. —Rhys se acercó a ella, hasta estar muy cerca de su rostro. Ella levemente se inclinó hacia atrás. Casi choca con la puerta—. Un Windsor siempre sabe lo que piensa un Windsor... A veces, compartimos sentimientos, tales sentimientos contienen el mismo fervor.
—Rhys... No lo digas, por favor... Creo que... Ya lo dejaste muy en claro —pidió ella. Lo último que quería escuchar en ese momento era algo así, sería un peso más en ella, la seguiría hundiendo... ¿A dónde terminaría si continuaba de esa manera?
—No lo haré, él no va a volver... Pero, alguien te amó Ashley, y te amó mucho... No existe la soledad cuando alguien te ama... Sé que me ibas a decir eso antes... Alguien te amó en el pasado, alguien te ama ahora, y alguien te amará en el futuro... Por lo tanto, nunca estuviste ni vas a estar sola... El amor no tiene límites, Ash... Es eterno... Supongo que él también te dijo eso, ¿No es así? —preguntó Rhys, dejando ver un sonrisa en su rostro.
—Creí que había sido la única honrada en obtener algo así de él —rio ella.
—Demian era un poco efusivo, y era demasiado honesto, todo lo que dijo en su vida era algo genuino... Sus sentimientos más que nada. —Rhys se dio la vuelta—. Hubiesen sido una bonita pareja.
—¿Qué dices? ¿Me ves como una asaltacunas? —Ashley casi se exalta.
—No, pero asumí que si algo sucedía iba a ser cuando ambos fueran mayores... Como, a esta edad... No lo sé... Más adelante quizás... En unos años —dijo, sin darse la vuelta.
Ashley notó en su tono de voz cierto aire melancólico. Era extraño, porque comprendía que hablar de su hermano lo pusiera así, sin embargo, él estaba hablando a futuro, y ese futuro, jamás iba a existir, todo quedó en el pasado... En un sueño imposible... Un sueño que tal vez ella sí quiso soñar... Inconscientemente.
—¿Está mal que yo lo haya deseado en algún momento? —ella preguntó. Sabía que él iba a ser lo más sincero posible con ella. Tal vez su respuesta sería satisfactoria, tal vez no... Pero podría sacarse esa duda... Podría, encontrar resolución a ese dilema.
—Esa cuestión es como que me preguntes si está mal querer sentirse amado... Y no... No lo está... Es lo que cualquier persona desea... —aseguró Rhys. Y como si fuera todo un rompecabezas, se convenció de muchas cosas al mismo tiempo.
«El deseo de Rygal», pensó, recordando la charla que había tenido con su padre ese día. Realmente habían hablado de muchas cosas, ¿Cómo pudo olvidar eso? Fue muy importante, había sido la primera vez que Rygal le dejaba en claro algún que otro sentimiento. Tal sentimiento como el amor, el amor que tenía hacia su madre. Él hizo de todo por tenerlo, por anhelar que ella lo amara... Si le decía eso a Ashley... ¿No estaría también justificando a su padre? O en el más leve de los casos, comprendiéndolo.
Rygal era tan humano como lo esperaba. La misma conclusión a la que llegó él tantos años atrás consigo mismo... Todos eran humanos. Todos querían ser amados... ¿Cómo no? Todos, sin excepciones... Era la base de la vida, de la muerte. Era todo... Salvación y perdición. El sentimiento que influía en la decisión de un Scire. En la del destino. Era imposible no amar... Más no dejar de sentirse amado. Sólo necesitarlo. Y todos habían sufrido por tal sentimiento. Era un camino sin salida. No había escapatoria. Era eterno... El amor... Amar... Era eterno.
—Entonces, si te dijera que amé a Demian... ¿Qué me dirías? —preguntó Ashley.
—Que él te amó de la misma manera, Ashley... Y que tal vez... Te siga amando, donde quiera que esté —aseguró Rhys, apenas girando un poco su rostro.
Ashley logró apreciar su perfil encima de su hombro, y su comisura un poco elevada... Una sonrisa.
—Eso espero, Rhys... —Ella sonrió. La lágrima que cayó por su mejilla brilló como su sonrisa—. Quisiera volver a verlo una última vez.
Remia, Ajax, Residencia Allen - 1 de Julio - Año 526
Esa mañana despertó igual que todas las anteriores mañanas hacía un año. En silencio. En soledad. Sin embargo, el tiempo fue sosegando la amargura de las primeras semanas, o meses. Hasta que un día sólo despertó y sintió que el duelo ya había sido suficiente. Que tanta pena y tristeza comenzaba a consumirle la vida, y había llevado su alma hasta una lúgubre y fría oscuridad... No era lo que se había prometido vivir ese día. Cuando también se despidió de él... Cuando él prometió volver por ella. Y ella, esperarlo. Al mismo tiempo... Ese fue el primer día que visitó la tumba de su hermana desde su funeral.
Ella y sus padres habían estado viviendo entre Crystel y Basil por meses. Luego de lo sucedido con Zenda tuvieron una reunión entre los tres, y sus padres tomaron la decisión de retirarse de su puesto en el Parlamento y volver a Basil. Después de todo, ese era el único lugar en el cual tenían familia.
Ese día iba a ser el último día en Ajax. Una semana antes habían vuelto a la casa en la cual los cuatro habían vivido por diez años, luego de trasladar todas las cosas que tenían en Crystel a Basil. Sólo restaba lo que quedaba en Ajax. Las cosas de Zenda.
Esa habitación se había vuelto una odisea para ella. Todos los días se paraba horas frente a ese puerta, intentando llenarse de fortaleza. Intentando que su corazón le permitiera pasar sin quebrarse en mil pedazos. Aun así, siempre se acongojaba, y retrocedía en sus pasos.
Aun así, tenía pensado acabar con eso ese día. Iba a volver a Basil en no más de veinticuatro horas. No consideraba tal decisión volver atrás, era algo así como un renacer, volver a encontrarse luego de perderse. Mucho tiempo atrás creyó que la única forma de lograr tal hazaña era con Zenda a su lado. Una suposición errada, porque Zenda se fue, y ella tuvo que verse obligada a seguir sin su hermana. Por lo tanto, la única forma de volver a encontrarse, era esa, mirar al pasado, ver qué fue lo que la hizo llegar hasta ese punto... Entender los motivos por los cuales eligió el camino que eligió. Y aunque sabía que esos motivos habían sido Zenda... Tal vez era momento de replanteárselos. Tal vez era momento de cumplirle esa promesa.
Se paró frente al espejo del baño luego de varios minutos intentando desperezarse en su cama. Estuvo ordenando cajas casi toda la madrugada, había dormido poco, y el vuelo saldría en la tarde. Podría dormir en el avión.
Su mirada se mantuvo en su rostro reflejado en el espejo. Hacía tiempo no se miraba en uno. Tal acto siempre le recordaba a Zenda, la veía a ella en sí misma, como una parte perdida irrecuperable, pero que no podía despegar de ella misma. Ella siempre vio su parecido con Zenda como una bendición, podía verse a ella en su hermana, y a su hermana en ella, era una unión que nadie más tenía con ella. Ni sus padres, ni Vlas. Pero tal bendición, con su muerte, se convirtió en lo más cercano a una maldición, y llorar cada vez que se miraba al espejo hizo que dejara de hacerlo, le dolía ver todos los días de su vida el rostro de su hermana y recordar que la había perdido.
Un año era bastante tiempo, el tiempo suficiente para lograr apreciar el cambio de una persona. No haberse visto al espejo por meses ayudó a que casi le fuera complicado asumir que esa persona frente al espejo era ella y no su hermana. «Tus ojos siguen siendo azules, un poco más apagados que de costumbre... Tu cabello ha crecido... Ya no... Ya no eres tan parecida a lo que ella fue»¸ pensó.
Mirar al futuro a través de los ojos que compartía con su hermana fue una promesa. Mirar al futuro, imaginando que su cambio físico era el reflejo de lo que ella hubiese deseado también. Como si Zenda viviera en ella, como si nunca se fuera de su lado. Tal vez, haberse parecido tanto a ella nunca fue un bendición, pero tampoco una maldición. Era sólo un sutil detalle que la vida les regaló a ambas, y todo lo que Zenda dejó en vida, se unió a lo que ella era. Tal vez, sólo ella guardaba una parte del alma de su hermana en la suya. Tal vez, todo lo que le dijo en esa carta se iba a hacer realidad. O tal vez no... Pero iba a cambiar, el espejo en algún momento dejaría de reflejar a Zenda, y reflejaría a Kora... Porque había pasado un año y ya comenzaba a notarse, siendo este el resultado de las decisiones que tomó... Que iba a seguir tomando... Dos, cinco, diez, o hasta veinte años en el futuro... Tales decisiones dejarían de ser parte de sí misma si sólo se arraigaba a lo que Zenda le dejó. Amaría a su hermana por la eternidad, como lo tenía asumido, viviría en ella su recuerdo también. Pero dejar atrás ese dolor era el primer paso para que Kora siguiera adelante.
—Cariño, ¿Estás lista? —preguntó su madre luego de golpear la puerta de su habitación.
—Ya voy, mamá, me estoy vistiendo —respondió.
Se lavó rápidamente el rostro y los dientes. Tomó toda la ropa que estaba repartida por el cuarto y la metió en su maleta lo más apretada posible. Cuando llegara a Basil podía preocuparse por el orden.
Salió de su habitación con lo último que le quedaba de esta. Su maleta, y la caja de madera que llevaba el regalo de Vlas... Eso era lo único que iba a necesitar... Lo único que no iba a dejar atrás.
—¿Lista? —preguntó su padre. Junto a él estaba su madre. Ambos parados en la puerta de la habitación de Zenda.
—Lista —ella asintió.
Habían entrado a la habitación la noche anterior. El recuerdo de Zenda les cayó como un balde de agua helada. Su madre no logró contener su llanto, y ella y su padre tuvieron que consolarla. No quiso llorar, aunque no podía parar de pensar que quizás no podía, sólo sintió una sensación estremecedora al inicio, que duró no más de algunos segundos luego de ver a su madre llorar, para que luego sólo desapareciera cuando comenzaron a guardar todas las cosas en las cajas, mientras reían recordando a Zenda... Lo que fue su vida.
Luego de sacar caja por caja de la habitación de Zenda esta quedó vacía. Su padre fue el primero en salir bajo la excusa de que iba a ayudar a los hombres del camión de mudanzas con las cosas. Su madre se quedó en silencio en el medio de la habitación, con su mirada recorriendo de un lado al otro el color rosa de la pared... Desgastado.
—Mamá... Se nos hará tarde —le dijo. Ella no se encontraba dentro de la habitación, no del todo, tenía un pie afuera de esta, apoyada en el borde de la puerta.
—Ya pasó un año, todavía la extraño —respondió su madre. Una suave y quebrada voz dejó en claro que estaba bajo la influencia de las lágrimas.
—Todos la extrañamos, mamá —Kora aseguró.
—Sí, lo sé... Supongo que junto con ella se me fue una parte de la vida, por eso no puedo superarla —dijo la señora Allen.
—Fuiste la mejor madre que ella pudo tener, mamá... No debes sentirse triste, ella... No lo hubiese querido así, habría entrado a esta habitación entre risas, nos hubiese animado a todos con su personalidad... Con su felicidad... ¿Por qué no vivimos de la forma que ella lo hizo? Nos enseñó mucho.
Kora no quiso dejar a su madre sola con su pena. Entró a la habitación, despacio, y mientras decía todo eso, se permitía darle un abrazo. Su madre soltó el llanto. Fueron minutos. Su padre volvió un rato después y sonrió cuando la vio consolándola... Luego se les unió. Cuando su madre se calmó la ayudaron a salir de la habitación.
Los tres dieron una última mirada... El rosado se desvaneció de sus ojos luego de que Kora apagara la luz... Y por último; el recuerdo de Zenda quedó dentro de la habitación al cerrar la puerta.
—Adiós... Mi amor —dijo Georgia, al final.
Más tarde...
Remia, Crystel, Cementerio Privado - 1 de Julio - Año 526
—Hablamos con la funeraria, trasladaran el ataúd en un lapso de diez a quince días —comentó Dexter.
—Entonces no podremos ir a visitarla por varios días —asumió Georgia.
—Así será —confirmó Dexter.
—Por lo menos estará en su hogar —dijo Kora.
Todavía quedaban bastante flores en la lápida de su hermana. Las juntó a todas en un solo florero. Se iba a asegurar de guardarlo bien en el viaje, lo dejaría en su nuevo lugar cuando hubiesen trasladado su ataúd a Basil.
—Esa es la de Vlas —señaló su padre cuando ella tomó la única flor que no pareció haberse afectado por el paso del tiempo.
—Una rosa blanca. —Kora reconoció el detalle del lazo con el nombre de Zenda alrededor del tallo al instante. Esa flor había sido creada por Rhys a pedido de Vlas. No se marchitaba. Y era la única flor de todas las que había que no estaba en un florero. Ella sabía que esa no era la misma que él había dejado el día del funeral, ni en su cumpleaños. Porque siempre las cambiaba cuando volvía a visitarla.
—Él estuvo aquí —aseguró Georgia.
—Sí —asintió Kora, esbozó una sonrisa al instante—. Era el único que no podía faltar.
—Mi amor, deberíamos apurarnos, el avión saldrá en una hora, y tenemos quince minutos de camino al aeropuerto —avisó Dexter.
—Cierto... Vamos, ya podremos volver a visitarla cuando todo esté hecho en Basil —declaró Georgia.
«Descubrir quién quiero ser, sin retroceder, sin atarme al pasado... Dejando atrás ese dolor que me permitirá, sin mirar atrás... Ella caminará a mi lado... Ella nunca me dejará sola», Kora se convenció. Tocó el nombre de su hermana grabado en la lápida una última vez. Regalándole a su vez una última sonrisa.
—Adiós, Zenda... Nos volveremos a ver, hermana.
La caída de la tarde selló su despedida. Y luego de alejarse de ese lugar. Alzó su mirada al cielo. Y pensó: «Qué bonito día... No se volverá a repetir».
Mientras tanto...
Fons, Ash, Residencia Harch - 1 de Julio - Año 526
Una. Dos. Tres. Mil. Millones. Tantas estrellas en el cielo. Aunque su mirada estaba concentrada sólo en una. La misma de siempre. La estrella que había elegido para recordar a Zenda Allen... La más brillante.
Había pasado un año desde ese día. Pareció una eternidad. Ni siquiera recordaba la mitad de cosas que sucedieron en ese lapso de tiempo, entre tanto, aunque asumió que eso era así porque prácticamente estuvo seis meses estancado luego de ese día. Y podía ponerse a pensar muchas cosas; ¿Cómo lo hizo? ¿Cuándo lo hizo? ¿Por qué lo hizo? Muchas cosas que con el paso del tiempo fueron cada vez más y más insignificantes, por que hacerlo no se basaba únicamente en un momento o en un motivo que podía responder directamente en dos o tres preguntas. Fue mucho tiempo, fueron meses, donde nunca se había sentido tan solo desde aquellas noches luego de la muerte de Demian. Tan solo aun estando acompañado, por su hermano y por Lara, por el recuerdo de Kora y su madre a la lejanía... Y aun con alguien que lo amaba en silencio, esperando por él.
Esa mañana le pidió a Rhys que lo llevara a Remia, casi no había dormido en toda la madrugada luego de que se hiciera el día del aniversario de la muerte de Zenda. No estaba ansioso, no estaba decaído tampoco, pero de todas formas la necesidad de visitarla era inmensa, no podía siquiera ocultarla. Se sintió mal luego de que Leah le preguntara por qué estaba tan distraído, no quiso responderle que era porque estaba pensando en Zenda; «Sólo estoy cansado», respondió en su lugar. No era una mentira, porque lo estaba, pero él sabía que lo que sentía en ese momento era suyo propio, y aunque Leah llegara a comprenderlo, iba a seguir sintiéndose igual, y ella era buena con él, lo iba a hacer por amor, pero no quería tampoco hacerla sentir que despreciaba su consuelo... Sólo era eso... Ella no podría entenderlo, por mucho amor que sostuviera sus intenciones.
Estuvo poco tiempo en Remia, no más de cuarenta minutos. «Hola, he venido a visitarte... Te extraño, sabes... Espero estés descansando en paz». Usó pocas palabras, el resto del tiempo sólo fue silencio mientras apreciaba su tumba con algo de placidez en sí. Estaba seguro que ella sí estaba descansando en paz, esperando por él. En la eternidad, un poco de tiempo era un instante, ella no iba a tener que esperar mucho para poder reencontrarse con él, no tanto como él con ella.
Dejó esa flor que reemplazó la anterior que había dejado la vez pasada, y con un último toqué en su nombre. Se fue. Al llegar a su casa sólo estaba Lara en la sala, ella se había tomado la licencia maternal algunas semanas atrás, mientras dejaba a su vicepresidente como reemplazo en la empresa, y pasaba casi todo el día en la casa. Cuando le preguntó por Leah ella respondió que se encontraba en clase. Rhys se quedó con ella, él sólo fue a descansar. Al despertarse en la tarde Leah ya se encontraba en la casa. Sin embargo, apenas unas miradas lograron cruzarse. No quería actuar como un extraño con ella, no quería que pensara que le pasaba algo más allá que simple melancolía, pero no hizo nada para siquiera darle alguna explicación. Ella quiso decir algo, pero él siguió de largo, y salió al patio trasero, a ver las estrellas. Y desde ese momento, dos horas atrás, seguía parado en ese lugar.
—¿Es entretenido mirarlo? —preguntó Rhys, acercándose a su hija por su espalda.
Ella se encontraba recostada en la ventana del pasillo trasero del segundo piso, estaba daba de lleno al patio trasero, más específicamente a la parte del jardín de rosas y los juegos infantiles que Rhys había construido algunos meses atrás cuando se enteraron que el bebé que Lara y él esperaban iba a ser una niña.
—Ha estado en ese lugar por horas... Él, y su melancolía —respondió Leah, sin quitar la mirada de Vlas.
—Hoy hace un año de ese suceso, Leah... Debes entenderlo, él sabe que estamos para él, pero no quiere tampoco agobiarnos con su nostalgia, mañana estará mejor, volverá a ser el mismo de siempre... Créeme.
—Eso espero, yo... No quiero sentirme inútil con todo este tema —declaró la chica, apenas frunció un poco sus labios.
—¿A qué te refieres? —Rhys no lo comprendió muy bien. ¿Inútil? Tal vez creía que no podía a ver nada por él. Eso era mentira, claro que podía.
—El recuerdo de Zenda, es... No lo sé, algo que haga lo que haga no podré asimilar jamás, sólo él entiende lo que siente con eso, él fue quien la amó a ella, y yo no soy nadie para decirle lo que debe sentir con eso, y eso me hace sentir un poco fuera de lugar también, no lo sé... No quiero ser invasiva con él, no quiero que piense que soy egoísta y quiero que me ame sólo a mí... Pero... Es algo inevitable —explicó la chica.
—Sí, te entiendo... El recuerdo de ella a veces se opone a los sentimientos que él tiene por ti, pero eso es algo que sucederá siempre, porque el pasado no se olvida, y el amor menos, sin embargo, él te va a seguir amando a pesar de todo, y un día al año donde priorice su pasado a su presente no significa que te dejará atrás, Leah... Es necesario para él, es incluso sanador... Tal actitud fue la que hizo que volviera a amar, y que se enamorara de ti, él sabe lo que significas para su vida, jamás pensaría que eres egoísta, agradecerá que tengas tal pensamiento, él también quiere sentirse sólo amado por ti.
—Un amor como el de mamá y tú... Eso es lo que quiero —ella reveló. Enredó sus dedos con los de su otra mano, ser tan sincera con sus sentimientos siempre le causaba alguna que otra sensación de nervios.
—Y lo tendrás, chica... Él te lo dará, estoy seguro, pero antes que eso, deben entender que hay tiempo para todo, y que todavía son jóvenes, él más que tú, imagínate —dijo Rhys, entre risas. Leah respondió igual—. Algún día estarán en la posición que estamos Lara y yo, tal vez esperando un niño, o casados, o sólo juntos, como quieran, pero en muchos años... Y mirarán al pasado, agradecerán haber pasado por esto, agradecerán haber aprendido a caminar por la cornisa, arriesgarse es de lo que se trata la vida, ya que es un camino incierto... Agradecerán haberse tenido el uno al otro a pesar de todo... Y agradecerán que al final, nada los pudo separar... Serán felices con ese recuerdo, y con todos los que crearán, todavía falta camino, mucho camino por recorrer... Todo a su tiempo.
—¿Cuándo te diste cuenta de todo eso? —preguntó la chica.
—Cuando me enteré que iba a ser padre —respondió Rhys, al instante.
—Aún falta camino por recorrer entonces.
—Ciertamente, Isla nacerá pronto, y deberé cuidar de ella tanto como a Lara, y a ustedes... Lo demás, es sólo secundario, desde el problema con mi padre hasta la situación del resto del mundo, sólo eso.
—Estaremos a tu lado en todo momento, papá, lo sabes... Así que, no importa lo que priorices, ni el tiempo que esperes, no importa nada, no te dejaremos solo —aseguró Leah, posando su mirada en el rostro de su padre. Este sonriente.
—Lo sé, cariño... Gracias por eso. —Rhys se alejó de la ventana lentamente—. Nos vemos en la cena, iré con Lara, ella está un poco ansiosa últimamente, no me gusta dejarla sola por mucho tiempo —comentó.
—Está bien, ve entonces, nos vemos luego —Leah apenas logró despedirse cuando Rhys ya se encontraba lo suficientemente alejado suyo, casi al final del pasillo.
Ella volvió su mirada a la ventana. Vlas se había movido en ese momento en el cual ella le prestó atención a Rhys. El rostro del chico apuntaba a la ventana, sus miradas se cruzaron. Ella había percibido melancolía en su rostro esa mañana, lo más cercano a un poco de tristeza. Pero en ese momento, tal sensación se desvaneció del rostro de Vlas al apreciarla a ella mirándolo desde lo alto. Luego de unos segundos concentrados el uno en el otro, él le regaló una sonrisa. Ella se vio aliviada, él seguía siendo el mismo, fue tonta al pensar que la ignoraba a ella... Y así, respondió la sonrisa de su novio con otra sonrisa.
Más tarde...
Fons, Ash, Residencia Harch - 2 de Julio - Año 526
La nítida luz de una lampara apenas colorida caía sobre el rostro de esa hermosa mujer de cabello escarlata que se encontraba leyendo un libro, o una revista, en el lado derecho de la cama que compartía con él. Concentrada en su lectura no se percató de que él había entrado a la habitación un poco más a hurtadillas, intentando hacer el menor ruido posible, con el pensamiento de que ella estaba ya dormida.
—¿Qué lees? —le preguntó, sentándose en su lado de la cama.
—Es una revista de maternidad, ¿Sabías que en realidad no existe ese llamado «instinto de maternidad»? —preguntó ella.
—Emm, sí, lo sabía, es un mito, eso es algo que se ha confirmado en base a muchos estudios, sin ir más lejos, es más razonable asumir que nadie está preparado para ser padre, y que se aprende a través del crecimiento del niño, es lo más normal del mundo.
—Es extraño si lo ves de cierta forma, o sea, no voy a negar que realmente no sé nada de esto, pero, tengo un poco de autonomía en ese sentido, ¿No? —Lara lo miró con algo de confusión en su rostro, más que nada una forma de buscarle respuesta.
—Claro, pero porque tú ya sabes cómo funciona ser madre, no criaste a Leah desde pequeña, pero si desde una edad temprana, y complicada al mismo tiempo, tal vez un bebé no será lo mismo y estamos subestimando el trabajo que llevaría cuidarlo desde pequeño, pero como dije, supongo que es lo normal, todos fuimos bebés en algún momento, y nuestros padres sobrevivieron —respondió Rhys, con gracia.
—Cuando hablamos por llamada con tu madre el otro día quise preguntarle cómo se sintió encargarse de un niño pequeño, y al mismo tiempo de un recién nacido, todo eso mientras dejaba tiempo para su trabajo y su propia vida, no lo sé, parece hasta un superpoder, ¿Cierto? —dijo Lara, aun sorprendida.
—Ya lo dijo ella: «Con amarlos era suficiente, el resto nacía de mi» —Rhys citó las palabras de su madre. Hacerlo lo hacía sentirse orgulloso de ella, no pudo haber tenido una mejor mujer como madre.
—Rhys, ¿Cómo te sientes? —Lara dejó la revista sobre la mesa de luz en la que también se encontraba la lámpara que funcionaba como única iluminación de la habitación.
—¿A qué te refieres? —preguntó él. Se encontraba sentado en la cama, pero rápidamente subió sus pies cuando su esposa le hizo un poco de lugar a su lado.
—A todo, ¿Estás bien? Sólo quiero saberlo, desde ese día que me dijiste que te sentías vacío no hemos vuelto a hablar sobre nuestros sentimientos, te he tenido tan concentrado en mí y todo eso que, no lo sé, siento que nos olvidamos un poco de lo que sientes.
—Está bien, amor... Me siento bien, claro que lo hago, últimamente estoy sintiendo mucha placidez, me encuentro en paz, no lo sé, ¿Lo has notado? ¿Alguna vez estuvimos tan tranquilos?
—No lo sé, tal vez no, siempre pensando en una que otra cosa, casi nunca coincidíamos en cuanto a preocupaciones, estamos unidos ahora, en una misma causa —dijo Lara, entre risas. Acarició suavemente su barriga, ya demasiado notoria.
—Será hermosa, como su mamá —aseguró Rhys, acompañando la mano de su esposa en el movimiento sobre su barriga.
—Tú dices eso, pero te mueres de ganas que sea igual a ti —replicó Lara, riendo.
—Tal vez. —Rhys sacudió su cabeza—. Pero no importa, ¿Entiendes que tendremos una niña? Es muy bonito pensarlo, ya me la imagino corriendo por toda la casa al grito de «papá» y «mamá»... Es hermoso.
—Rhys... Hay algo que quiero pedirte en todo esto, algo... Tal vez demasiado atrevido de mi parte, tal vez, demasiado optimista, tal vez... Sólo no puede suceder... Pero no puedo seguir ocultándote lo que de verdad siento, aun sabiendo que es algo que tú tienes arraigado a tu alma, a pesar de todo. —Lara comenzó entrelazando sus dedos con los de la mano de Rhys. Él le había prestado atención al ella comenzar a hablar, y cuando alzó su mirada hacia su rostro. Vio una sonrisa. Obviamente él ya sabía lo que ella tenía pensado decirle, era demasiado perspicaz.
—Dime —permitió.
—¿Cuántos años necesitas? ¿Cinco? ¿Diez? ¿Cuántos? Quiero un tiempo lejos de todo, el suficiente para que ella esté alejada del peligro que nos rodea todos los días de nuestras vidas... El peligro de ser quienes somos, de sólo tener un apellido y un poder maldito... No traeré un bebé a este mundo a sufrir, tampoco quiero sufrir yo... No quiero llevar la vida de Clio, no quiero terminar como mamá... No quiero... No quiero que ella corra con nuestro destino, Rhys... Quiero dejar todo atrás... Tal vez suene irresponsable, porque luego de todo lo que he peleado, ceder en este momento, dejarte solo en tu lucha, es egoísta, es cobarde, lo sé... Pero no quiero seguir, Rhys, ya no quiero arriesgar mi vida, o pagar mis pecados con más pecados... Dejar de lado tanto por algo que es sólo simbólico, es una justicia invisible que, para mí... Ya se acabó... Mis padres no volverán, el culpable de la desgracia de mi vida ya no está, ahora, mirar atrás, ya no tiene el mismo significado, así como mi lucha... No lo haré si para eso debo abandonar el amor de ellas, o el tuyo... Y espero me entiendas, Rhys, espero sepas que no voy a dejarte solo, te prometí acompañarte hasta el fin del mundo inclusive, pero no seguiré luchando... Sólo seré tu apoyo, una voz, o un motivo... Pero no más que eso... Volver al pasado, es inadmisible para mí.
—Te lo dije una vez, Lara... Una de tantas, creo... «Es mi lucha, no te quiero perder, es mejor que no sigas a mi lado en ese sentido»... Nunca quise decirte que no quería estar contigo, o que en algún momento nos tendríamos que separar, sólo quería que no te vieras involucrada en el arriesgado camino que debo recorrer, la promesa del futuro es de mi parte, a todos ustedes, y no necesito que me acompañen en la lucha, sólo necesito que estén ahí, que formen parte de mi mente en cada instante, que no me hagan olvidar el motivo por el que lo hago... El resto, depende sólo de mí, y es algo de lo que me haré cargo tarde o temprano... Algo de lo que me haré cargo cuando tú, mis hijas, mi hermano, mi madre, y mis chicos estén a salvo... Algo que me haré cargo solo, y a mi manera... A la manera de Rhys Windsor. —El verde de sus ojos relució ante tal seguridad.
—No mueras, Rhys Windsor... Por favor... Cuando sea el momento de luchar, de enfrentar ese destino, recuerda que te estaré esperando, te estaremos esperando. —Lara volvió a posar su mano en su barriga, llevando la de su esposo con la de ella.
—Cuando el pasado sea pasado, el futuro estará a la vuelta de la esquina, y mi promesa se cumplirá, y con esa promesa, todo lo que prometa desde este momento... Volveré Lara, volveré las veces que sean necesarias al único lugar en el mundo en el cual soy feliz. —Ligeramente inclinó su cabeza hacia la dirección de su esposa, y poco a poco, logró posar sobre su pecho—. A tu lado.
—Y yo siempre estaré con los brazos abiertos a tu espera, mi amor... Te amo, Rhys.
—Te amo, Lara.
Al apagar la lámpara, la habitación se tornó de un tono azulado que envolvió el ambiente con sosiego, apenas con el reflejo de la brillante luna queriendo entrar por los huecos de la persiana. Entre pausas de silencios y suspiros. Cuando la madrugada hizo presencia, Rhys Windsor y Lara Harch ya se encontraban en un profundo sueño. Con sus manos unidas sobre esa unión que ella llevaba en sí. Inseparables. Amándose el uno al otro.
En un sueño que consolidó una promesa casi por la eternidad.
Tiempo después...
Remia, Isla Rem, Palacio Real - 13 de Septiembre - Año 526
—Carajo, siempre odié el chocolate.
Apenas consiguió tragar el pequeño cuadrado que había mordido de esa tableta de chocolate que le había dejado un empleado del palacio junto con su cena. La dejó sobre la mesa que estaba su lado luego de desistir, y siguió con las papas fritas. Lo salado siempre fue más de su gusto.
Pink-Girl aún era transmitido en la televisión de Remia, pero no era una programación constante, debía encontrar los días específicos ya que el canal únicamente transmitía los episodios en los aniversarios o algún día al azar donde la programación no estuviera completa y pudiera rellenarse con una serie especifica, aunque eso sólo pasaba con los programas de la madrugada.
—¿Sigues mirando eso? Creí que habías crecido lo suficiente como para dejar las caricaturas atrás. —Cole había entrado a la habitación casi en silencio. Se quedó parado en la puerta entreabierta.
—Tenemos la misma edad, Vernom, además, no me puedes venir a decir eso cuando te he visto un montón de veces ver esa película extraña de los animales antropomórficos que hablan o no sé... Una basura prácticamente —replicó el joven.
—Es una obra maestra, pero no serías capaz de comprenderla, debes entender que lo que te gusta a ti no es lo que le gusta a todo el mundo —se defendió Cole.
—Estás afirmando mi punto, seguramente hay muchas personas como yo que aún miran Pink-Girl, tú la subestimas, pero si la vieras sabrías de lo que hablo —aseguró el joven.
—Sí, sí, lo que digas —Cole rápidamente concluyó la discusión—. Por cierto, venía a avisarte que Rygal nos quiere en la oficina de la planta baja en unos diez minutos.
—¿Qué quiere tu padre? —preguntó el joven, aunque un poco desinteresado.
—No lo sé, sólo hazle caso, sabes cómo se pone si no lo haces.
—Sí, lo sé, luego tengo que oírlo darme un sermón. —El joven dejó el paquete de papas fritas sobre la mesa y se puso de pie—. ¿Vamos? —preguntó, mientras caminaba en dirección hacia la puerta.
—Vamos —asintió Cole, y ambos abandonaron la habitación.
Luego de bajar dos pisos desde la habitación hasta la planta baja, por las escaleras ya que el ascensor estaba en remodelación, ambos llegaron a la oficina que Rygal usaba en el palacio. No era la del rey, esa se encontraba en el cuarto piso, casi en la punta de la torre más alta del palacio. Al otro lado de ese lugar al cual sólo podían entrar Rygal y ellos dos.
Cole abrió la puerta de la oficina despacio, su padre estaba hablando por teléfono, recostado en la silla que había juego con su escritorio. Cortó apenas los vio llegar.
—Los necesitaba —dijo, poniéndose de pie.
—Lo llamé, como me pediste —avisó Cole, dejándole paso al joven a su lado.
—¿Qué tal? No te he visto hace días... Windsor —preguntó Rygal. Justo se cruzó con esos ojos plateados.
—Alejado del mundo, Rygal... Tú sabes, no es que aprecie demasiado a Rudd y Ben, además de que Ryder me parece bastante insípido, pasar todo el día en mi habitación es lo único entretenido en este inmenso castillo —declaró Demian. Al desinterés que antes poseía se le agregó algo de disgusto.
—No deberías hablar así del rey —señaló Rygal, esbozando una sagaz sonrisa.
—El rey con menos autoridad de la historia, además, sólo habla de los Windsor y de algún tema que tiene con William... ¿Sabes algo de eso? —preguntó Demian, poco a poco el interés volvió a él.
—Nada importante, sabes que a Ryder le encanta exagerar las cosas. —Rygal le quitó importancia.
—Si involucra a mi familia debe de ser algo importante, ¿No es así? ¿No tendrá que ver con Rhys Windsor? —Demian preguntó, quiso sonar sutil, sin embargo, su pregunta más que ser una pregunta era una aseveración. Era obvio que el problema tenía que ver con Rhys Windsor. Todo tenía que ver con su hermano.
—Parece que se ha estado haciendo de un ejército, así que cada vez falta menos para que se aparezca por Remia e intente tomar el control del reino —explicó Rygal.
—¿Y para eso nos necesitabas? —Cole se permitió unirse a la discusión.
—Sí, ¿Para eso? ¿Para que paremos a mi hermano? —preguntó Demian.
—Nunca dije que Rhys Windsor fuera tu hermano. —Rygal se cruzó de brazos, y se apoyó en el borde de su escritorio.
—Si Clio Windsor es mi madre, Rhys Windsor es mi hermano, no necesito una prueba de ADN para saberlo... Es simple lógica —respondió el joven, con obviedad.
—Te conté lo de tu madre porque insistías, no era para que sacaras conclusiones precipitadas... ¿Qué dirás ahora que has pensado tanto? —Rygal sonrió. Esperaba con ansías una respuesta con actitud.
—Que tú eres mi padre... Aunque eso es algo que no me convendría de mucho —respondió Demian, y la sonrisa que su rostro esbozó se complementó con su sarcástico tono de voz.
—Tu mente ha trabajado, Windsor... Eres perspicaz —indicó Rygal.
—Supongo que lo heredé de ti —Demian replicó.
—Creo que podríamos hablar de Rhys Windsor, ¿No? Podemos tratar el tema del origen de Demian en otro momento —Cole intervino en el intercambio.
—Ciertamente —asintió Rygal, volviendo a su antigua posición—. Veamos, hay un plan que quise seguir al pie de la letra... Pero que no tendrá mucha eficiencia tratándose de Rhys Windsor —explicó.
—¿Tan bueno es? —preguntó Demian.
—El mejor —respondió Cole, al instante.
—Vaya, tengo un hermano bastante interesante —declaró Demian, sorprendido.
—No lo digas como si tu fueras un cero a la izquierda... Has entrenado bastantes años, ¿Cierto? Se podría decir que incluso puede que estés a su altura —recordó Rygal.
—Tal vez —Demian osciló—. Entonces, ¿Qué debemos hacer?
—No... Qué debes hacer... Demian Windsor... Deberás volver —respondió Rygal.
—¿Qué? —preguntó Demian, con confusión.
—Así es... Debes encargarte de ser el desestabilizador de Rhys Windsor... Eres el único con esa capacidad... Si tú estás ahí, Rhys Windsor caerá —aseguró Rygal.
—¿Me estás pidiendo que te ayude a derrotar a mi hermano? ¿Y eso en qué me beneficia? No me has dado muchos motivos como para que acate tus órdenes de tal manera —inquirió Demian.
—Tampoco has ayudado mucho, no has querido relacionarte con ningún miembro tu familia desde que despertaste, y te he tenido viviendo en este lugar alejado del mundo por años, sin contar el poder que te otorgué... Algo me tienes que dar a cambio —dijo Rygal, tornándose un poco serio.
—Claro, entiendo... Mi familia. —Demian asintió con su cabeza—. O sea que si te digo que quiero ver a mi madre, ¿No deberé estar ahí cuando Rhys Windsor llegue? Porque si te soy sincero, y con todo lo que han dicho de él, no quisiera ver a la cara a alguien con tal poder, si me llegara a ver como su enemigo sería el fin para mí, y no tendrían mucho sentido todas las precauciones que he tomado para lograr vivir en paz.
—No tomaste esa opción cuando te la ofrecí... Ahora sólo queda eso —respondió Rygal.
—Maldita sea... Igualmente, lo de ver a mi madre, ¿Aun puedo hacerlo, no es así? —preguntó Demian.
—¿Quieres hacerlo? —Rygal lo miró con confusión.
—En realidad, no lo sé... Hace algunos días vengo soñando cosas extrañas, inclusive soñé con su rostro varias veces, pero es extraño, porque no tengo un recuerdo de haberla visto en persona —explicó el joven.
—Probablemente tus recuerdos estén volviendo —indicó Rygal.
—Tú me dijiste que iba a ser una amnesia permanente —recordó Demian.
—Eso era lo que tu alma indicaba, no me pidas explicaciones demasiado concretas, cada alma es distinta, eso lo sabes muy bien —manifestó Rygal.
—Más o menos, aunque, volviendo al tema de Clio, ¿Es sensato que quiera verla? —preguntó el joven.
—No sé como te afectará a ti y a tu mente hacerlo... Ni a ella —respondió Rygal.
—Probablemente a ella le afecte mucho más, ¿No me dijiste que para ellos estoy muerto? Sería como ver un fantasma —supuso Demian.
—Si ella te volviera a ver podría suceder algo inesperado, con tal precaución, dime tú; ¿Es sensato? —Rygal inclinó un poco su cabeza.
—Para nada. —Demian bajó su rostro, algo resignado.
—Entonces no creo que quieras hacerlo —asumió Rygal.
—Está bien, te haré caso esta vez, pero si sigo soñando con ella... Iré bajo mi propia consideración —aseguró Windsor, alzando su rostro de nuevo. Con decisión.
—Lo que digas, Windsor, tú sabes lo que haces... Pero hasta que eso pase, deberás estar bajo mis órdenes, y eso incluye que me ayudes con lo de Rhys Windsor —aclaró Rygal. Mientras volvía a tomar asiento al borde de su escritorio. Se permitió encenderse un cigarrillo.
—Lo haré —accedió Demian—. Aunque, tengo una condición.
—Por Sun, qué pesado —dijo Cole. Su queja lo hizo carraspear.
—Cole, has silencio, esto no te involucra a ti —ordenó Rygal, alzando su dedo índice en dirección a su hijo. Cole tragó saliva y le hizo caso—. ¿Qué condición, Windsor? —le preguntó a Demian al volver a él.
—Quiero que me permitas ver a alguien más aparte de Clio... Quiero ver a Ashley Crown —solicitó el joven.
—¿Ashley Crown? —Cole lo miró confundido. Sabía que había escuchado ese nombre algunas veces, aunque no sabía de donde.
—Sí, ella es a la única persona aparte de mi madre que recuerdo en su totalidad, sin visiones difusas... Supongo que debes de saber a quien me refiero, ¿Cierto, Rygal? —preguntó, lanzándole una mirada a su padre.
Rygal soltó una risa, y tuvo que volver a ponerse de pie para lograr rodear el escritorio. Emprendió camino hacia la salida luego de pasar al lado de los chicos, y les hizo una señal para que lo siguieran en dirección a la salida.
—Asi que Ashley Crown... De hecho, ese es su antiguo nombre, Demian... Ahora ella es Ashley Ex Fons... La princesa de Fons —corrigió Rygal, todavía algunos metros más adelante que ellos.
«Cierto, Ashley Ex Fons, de ahí la conocía», recordó Cole.
—Hmm, ¿Princesa de Fons? ¿Es la misma? —preguntó Demian.
—Es la misma... ¿Esa es tu condición? —Rygal se dio la vuelta al llegar a la puerta.
—Sí, quisiera verla —asintió Demian.
—Bien, pero debe pasar luego de lo de Rhys Windsor —Rygal determinó.
—Ahora sí, acepto. —Demian asintió con un movimiento de cabeza.
—Mejor así, pueden retirarse entonces. —Rygal abrió la puerta y les permitió el paso—. Los llamaré cuando tenga nuevas noticias.
—Con su permiso. —Demian cruzó la salida primero, y comenzó a caminar por el pasillo.
—Por cierto, Windsor —Rygal lo interrumpió, antes de que doblara en la esquina del pasillo y lo dejara de ver—. Tal vez Clio sí quiera verte... Eres su hijo —declaró.
«Y ella es mi madre», pensó el joven.
Seguramente ese rostro que apareció en sus sueños noches atrás significaba mucho más que un simple recuerdo aislado que volvía efímeramente a su cabeza como consecuencia de su amnesia. Supo que esa mujer era Clio Windsor al instante, casi como instintivo. Algo de ella existía en él, y era innegable. Verla no era sensato, ni para él, ni para ella, o para los sentimientos de ambos. Hacerlo no le hacía perder ni ganar nada tampoco, por lo que no hacerlo era exactamente el mismo camino, podía esperar... Podía pensar en eso luego... Cuando Clio apareciera otra vez en su mente.
«Una bella mujer, sonriente y cálida... Si esa eres tú, mamá... No creo que espere mucho tiempo».
—Tal vez... Pero primero quiero volver a soñar con ella —dijo Demian, y su figura se perdió en el pasillo.
En el camino de regreso a su habitación por uno de los pasillos del tercer piso del castillo repitió ese nombre varias veces en su cabeza: «Clio Windsor». Incesante. Era extraño pensar que diez años atrás ella asumió que él había muerto, y sólo aceptó una explicación vaga sin peros. No quería sentirse abandonado o la victima de la situación, era estúpido hacerlo, porque ni siquiera tenía el sentimiento de despojo en sí, no tenía un sentimiento de nada. Pero si el pensamiento persistente de su madre estaba ahí había un motivo... Tal vez el suyo también en su mente, o tal vez no... Tal vez ella lo había superado. Aunque, una madre no debería superar la muerte de su hijo, ¿Cierto? Y si lo hizo, ¿El amor que alguna vez le profesó seguía siendo tan inmenso? Tan inmenso como ese que le dio la vida en primer lugar.
Su pasado era un espejo sin reflejo en su mente. Pero no cabía dudas que existió, y que si existió, la figura de su madre tuvo mucha importancia en este, y en su corazón, por algo su alma no quería ceder al olvido. Eso era un poco irónico en sí mismo, porque si Clio había superado a su hijo aún recordando ese pasado, mientras él no podía olvidarla ni siquiera luego de olvidarlo todo; ¿Quién amaba a quién? ¿Podía asumir que no tenía ningún tipo de sentimiento por ella? ¿O en serio tal amor era tan fuerte como para llegar a ese momento y calar tan hondo en su inconsciente? Tanto... Como para no olvidarla jamás.
Colocó su mano en su bolsillo y consiguió tantear algo. ¿Esa foto? Tan pequeña como una estampa, pero lo suficientemente grande como para que ambos entraran en ella... Ya estaba algo desgastada. Tenía sentido. Esa foto seguramente tenía más de diez años de antigüedad. Esta tenía otro rostro que no borraba de su mente. Una brillante sonrisa acompañada de cabello y ojos plateados. Ella parecía mucho más grande que él, unos seis o siete años... Pero seguía ahí, y aunque no tanto como a su madre, la recordaba de todas maneras, y no sólo a ella... Algo más... Por eso, con el recuerdo de ese momento, no podía parar de preguntarse: ¿Qué tan importante fue Ashley Crown en su vida?
—Vaya... Ni a mi padre, ni a mis hermanos, ni a mi familia y amigo... Sólo las recuerdo a ustedes... A Clio Windsor, a su preciosa sonrisa y dulce voz... Y a Ashley Crown, a ti y a ese beso que me diste esa noche... Estoy seguro que pronto las volveré a ver... A ambas.
Alzó su mirada por una de las ventanas del palacio que llegaba a lo lejos. La altura de este era suficiente para que los muros que rodeaban la Isla Rem fueran claramente visibles. En ese lugar justo se lograba apreciar la compuerta principal, por donde entraban todos los barcos que recorrían el río que dividía la ciudad a la mitad.
Por ese lugar Rhys Windsor entraría en un futuro próximo. Rhys Windsor y todo ese pasado que no recordaba, pero que, según Rygal, estaba íntimamente unido al de él. Al de todos. Seguramente también al de su madre, y al de esa chica... Rhys Windsor era el centro de un campo de recuerdos invisibles... Que se iban convirtiendo en claridad con el paso del tiempo. No iba a pasar mucho tiempo para que su pasado volviera en su totalidad, y más, si su Energía del Alma todavía subsistía en base a su mente.
«Mi pasado, ustedes... Todos ustedes... ¿Seguirán viviendo en mi memoria? Ahí... En lo más profundo de mi alma».
—Parece que a ti también te volveré a ver, hermano... Tal vez, poseas la respuesta a mi pasado.
Parte II: Revelaciones del Alma – Fin.
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