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Paulina tenía una sonrisa tímida en su rostro al entrar a la sala de pinturas esa mañana, y a Williams se le curvaron los labios al observarla.
—Buenos días, mi señ... —Williams carraspeó para detenerla.
—¿En qué habíamos quedado?
Paulina sabía a qué se refería, así que no se molestó en fingir ignorancia. —Buenos días, Wil...iams —dijo sin encontrarse con su mirada, y él sonrió antes de asentir con la cabeza.
—Buenos días, Paulina. ¿Dormiste bien? —preguntó él, y ella asintió con la cabeza mientras tomaba asiento en su lugar y Williams hacía lo mismo.