Jasper, sorprendido por la sinceridad en su petición, se encontró sin palabras. La revelación de su pasado resonó, y luchó con la realización de que su solicitud de empleo no era meramente por ganancia financiera, sino que provenía de una auténtica necesidad de refugio.
Ella, imperturbable por la aparente impracticabilidad de su propuesta, continuó vendiendo sus habilidades. —No te arrepentirás —insistió, sus ojos reflejando determinación—. Mi cocina es realmente buena. Estoy segura de que te gustará.
Jasper, sintiendo el peso de una responsabilidad inesperada, se frotó la frente en contemplación. —¿En qué me he metido? —murmuró.
Tenía una villa para vivir, pero pasaba tiempo entre la oficina y sus actividades de pandilla, lo que no necesitaba la presencia de una empleada interna. El cuidador se ocupaba de la villa.