—Por favor, no digas eso. Eres un amigo amable, y no tienes que ser tan formal con tus amigos —negó con la cabeza el alcalde de la Ciudad de Chena—. No debería haber preguntado tanto sobre tus asuntos privados. Sin embargo, si estás dispuesta, la Ciudad de Chena está más que dispuesta a convertirse en un lugar para que te evacúes.
—No es nada. Solo que... —me detuve a mitad de la frase—. ¿Era solo que mi arrogante autoconfianza había sido destruida por la realidad? ¿Era solo que los espíritus muertos bajo la muralla de la ciudad lloraban día y noche en mis sueños? ¿Era solo que lamentaba haber venido al Bosque de los Elfos y había vuelto a ser esa pequeña niña que escapaba del mundo?
Había miles de palabras en la punta de mi lengua, pero al final solo pude suspirar impotente.