—Lance, ¡no te pases! —Yvette realmente sentía que Lance se había pasado.
Yvette le había dicho a Charlie que se mantuviera a distancia, pero al final, Charlie todavía tenía que sufrir un desastre inesperado por su culpa.
Si ella no detenía a Lance, ¿tendría que ver cómo golpeaban a Charlie?
—¿Lo estoy intimidando yo, o es él un cobarde? —Lance miró fríamente a Yvette y dijo con desdén.
Un hombre que ni siquiera podía soportar un puñetazo era basura en sus ojos. Lance no sabía por qué Yvette protegía ese pedazo de basura.
Lance se preguntaba si Yvette estaba ciega.
—Charlie, vámonos. —Yvette se agachó para ayudar a Charlie, ignorando a Lance.
De todos modos, Yvette ya estaba acostumbrada a que Lance la condenara sin razón, y ella no podía razonar con él.
—¡No puedes irte! —Lance extendió la mano y agarró a Yvette, y su fuerza era tan fuerte como un par de pinzas de hierro.