Narra Dante
Nos levantamos bastante temprano, preparamos nuestro equipaje y desalojamos las cabañas, el guía se despidió de nosotros, nos agradeció por haber visitado el parque y por haber seguido las instrucciones durante la tormenta, bueno, felicitó a la mayoría, no a todos.
Abordamos los buses que nos llevarían a casa, el viaje fue bastante largo, aunque menos que el que hicimos para venir acá, pasaron unas cuantas horas hasta que llegamos al instituto, después de que parquearan los buses y nos bajáramos de los mismos pudimos ver que había gente esperándonos, había una gran multitud de gente reunida ahí.
Entre esa gente había un montón de padres de familia, además de algunos estudiantes de otros años, era raro que estuvieran tan expectantes, solo veníamos de un paseo y una tormenta cayó, no le veía nada de relevante.
Pude notar que mi madre y los padres de Anya estaban ahí, instintivamente nos acercamos a ellos.
—¡Dante! —me saludó mi madre para después darme un fuerte abrazo— Gracias a Dios estás bien.
—Si, mamá, obvio que estoy bien.
—Los profesores nos llamaron y nos avisaron sobre la situación, esa tormenta fue salvaje, hasta aquí en el centro de la ciudad cayó bastante fuerte, no me imagino cómo fue allá.
—Pues fue justo como dijiste, muy salvaje.
—¿Y aun así saliste a la intemperie en medio de ese diluvio? —preguntó mi madre con un tono molesto.
—Si, no lo hice por gusto, mamá, Taylor y Rosé estaban en problemas, tenía que hacer algo.
—Es increíble, eres igual a tu padre, testarudo e impulsivo.
—Ya te dije que no soy impulsivo, mamá.
—¿Entonces cómo le llamas a arriesgar tu vida saliendo en medio de un ciclón tropical en pleno bosque con secuoyas gigantes? Pudiste haber salido muy herido, o peor…
—Ay mamá… —suspiré, no la podía culpar, soy consciente que fue arriesgado, además, ya perdió a mi padre, sé que perderme a mí la destrozaría— Lo siento ¿Sí? Son mis amigas…Si estaba en condiciones de ayudarlas no iba a dudar en hacerlo.
Mi madre se me quedó viendo, conservaba ese ceño fruncido en su rostro, simplemente suspiró y me volvió a abrazar.
—Lo importante es que estás aquí, sano y salvo…
—Te amo, mamá.
—Y yo a ti, hijo.
Nos separamos del abrazo, vi a Anya saludar a sus padres que estaban en la multitud, bastante cerca de nosotros, estos también estaban contentos de ver a su pequeña.
—¡Dios mío, Anya! Nos tenías bastante preocupados ¿Estás bien? —preguntó la madre de Anya.
—Si mamá, estoy bien, la reacción alérgica se fue, así que estoy bien —respondió Anya.
—Pero ¿Cómo pasó? Bien sabes que nosotros tenemos el olfato hipersensible.
—Ya lo sé, mamá, yo no tenía idea de que hubieran de esos árboles en esa reserva, aparte, no recuerdo que los tuvieran en la época en la que fuimos nosotros.
—Tus profesores nos contaron a tu madre y a mí todo lo que pasó —intervino el padre de Anya— ¿Estás loca? ¿En serio creíste que salir en medio de la lluvia torrencial era una buena idea?
—Fue para ayudar a mis amigas, papá, estaban en problemas.
—Eso me da igual, Anya, tu prioridad debe ser tu propio bienestar, no puede ser que por ayudar a un par de desconocidas decidas poner en riesgo tu integridad física.
—No son desconocidas, son mis amigas, te dije.
—¡No me importa! Tú… —el padre de Anya paró de hablar en seco, su voz se empezó a quebrar— Tú… ¿Tienes idea de lo que sentimos tu madre y yo cuando nos avisaron de lo que pasó?
—¿Eh? —preguntó Anya bastante confundida.
—Nos dijeron que estabas grave…inconsciente…que, de haber sido atendida tarde, tú…tú sabes…no fue fácil para nosotros escuchar algo así, por eso me enoja lo imprudente que fuiste.
—Sé que tal vez no fue la mejor idea intervenir en eso, pero trata de entenderme, son mis amigas, no son simples desconocidas, tenía que ayudarlas.
—No es tu responsabilidad tener que ir en su rescate si ellas se meten en líos solas.
—Tampoco era la responsabilidad de Dante el ir por ellas…o el rescatarme a mí…
—¿De qué estás hablando?
—Dante me salvó…a las 3 de hecho…de no haber sido por él, las 3 hubiéramos muerto…así que no digas que una persona no tiene que ir a ayudar a otra porque no le concierne…porque si él hubiera pensado así, yo no estaría aquí con ustedes.
El padre de Anya se quedó callado, miraba a su hija para después mirarme a mí, con una cara de pocos amigos, claro, aunque había algo en su semblante que era diferente, ya no sentía esa mirada de odio absoluto que deseaba asesinarme…ahora solo deseaba dejarme en coma u hospitalizado, no sé, ya era un avance, supongo.
—¿Es cierto eso? —se dirigió ahora a mí.
—Si, es cierto —respondí sin más.
—Ya veo… —suspiró pesadamente— Gracias…por salvar a mi hija.
—De nada.
El señor solamente asintió y volvió su vista hacia su hija para seguir hablando con ella.
—Tengo entendido que aun así ustedes serán castigados ¿No?
—Sí…así es, no nos han dicho qué nos harán, pero si seremos castigados.
—Bueno…supongo que con eso bastará, así que nosotros no te castigaremos.
—Gracias…realmente lo aprecio.
—No te acostumbres, si vuelves a meter la pata, si habrá castigo para ti.
—Lo tendré presente.
Estaba feliz de saber que Anya no tendría doble castigo por esto, ya con el que nos darían aquí teníamos más que suficiente. Un poco a lo lejos vi a Taylor con Rosé, ambas estaban hablando con los padres de Rosé, pero no vi a nadie de parte de Taylor, ni a su despojo de padre ni a su madrastra, no habla mucho de su relación con ellos, pero supongo que no será la mejor.
Luego de ese recibimiento, cada uno se fue con su respectiva familia a su casa, en el camino de regreso iba chateando con Anya y Taylor, me sentía contento de que ambas junto a Rosé estuvieran a salvo, eso era lo más importante.
Cuando llegué a casa, ayudé a mi madre a preparar el almuerzo, almorzamos juntos en la mesa de comedor, platicamos respecto al campamento, le conté sobre mis nuevas amigas, las actividades que hicimos, los paisajes que vimos y demás cosas, el lado bueno del campamento, básicamente.
Al terminar de comer, llamé a mi amiga Glorland para comentarle lo que pasó, y como era de esperarse, se puso como loca de remate.
—Siempre que creo que no puedes ser más estúpido te superas por completo —quejó.
—No me jodas, cualquier cosa que haga es una estupidez para ti.
—Porque solo haces estupideces, Dante.
—¿Qué querías que hiciera? ¿Dejarlas morir?
—No, no digo eso, pero joder, te diste mucho color con eso, se supone que debes ser alguien de perfil bajo, sino todo pierde sentido.
—Tarde o temprano iba a tener que actuar, lo sabes.
—Prefería que fuera tarde.
—Lo siento, no tuve otra opción, no iba a dejar que murieran.
—Ya que, siempre has sido así de obstinado.
—Lo sabías cuando decidiste ser mi amiga, no sé por qué te sorprende.
—No lo sé, es intrigante la infinita fe que tengo en que dejes de ser un bobo.
—Ajá sí, tú tranquila, en todo caso el que está en el foco soy yo, no tú.
—Es igual, me preocupo por ti, aunque no lo creas, solo te pido que seas más prudente la próxima vez.
—Tranquila, nadie sospecha nada, en todo caso se harán preguntas que ni en pedo podrán responder.
—Por favor, sé que la mayoría no son tan listos, pero siempre habrá alguien lo medianamente lúcido como para hacer las preguntas correctas y hallar las respuestas que estaba buscando —advirtió mi amiga.
—Gracias por la advertencia, pero créeme, sé cuidarme solo.
—Si, se nota —dijo en tono sarcástico— Bueno, me tengo que ir, gracias por mantenerme al tanto.
—Ya sabes, a diferencia de ti yo sí respeto nuestra amistad.
—Agradece que te seguiré hablando después de esto.
—Como digas, nos vemos.
—Bye —colgué la llamada.
Dejé el celular en mi mesita de noche y me acosté en mi cama a descansar un poco, mientras reflexionaba en lo que Glorland me había dicho, tenía un punto, soy consciente del riesgo que tiene ser el centro del huracán, nadie quiere estar en esa posición nunca, pero si ese era el costo por salvar a mis amigas y a mi novia estaba dispuesto a aceptarlo, yo no muero con mis ideas, vivo con mis decisiones.
De repente, mi celular comenzó a sonar, lo tomé para ver quién era y este era un número privado, lo que me pareció extraño, así que decidí contestar para averiguarlo.
—¿Hola?
—Sé quién eres —dijo una voz misteriosa del otro lado, estaba usando un modificador de voz.
—¿Quién coño eres?
—Sé tu secreto.
—Para el circo, payaso, debes mejorar tus bromas telefónicas.
—Te desenmascararé, haré que todos sepan quién eres.
—Todos saben quién soy, más te vale no volver a llamarme o tú sabrás quién soy también —colgué.
Maldito imbécil, ¿Quién carajos habrá sido?