Ya habían pasado algunas horas caminando y la paciencia de Estelle se estaba agotando rápidamente, para ser precisos, su paciencia colgaba de sus últimos hilos.
Estelle no creía que pudiera soportar este movimiento sin rumbo por mucho más tiempo, apenas podía confiar en que las ninfas druidas la llevaran a donde decían que lo harían.
E incluso si lo hacían, claramente no entendían la urgencia que Estelle sentía por llegar lo antes posible.
Estelle había despertado hecha un desastre y con el terror de su pesadilla aún cerniéndose sobre ella, fue tomada por sorpresa por estas ninfas druidas.
Estelle tampoco había tenido una comida decente, su estómago revuelto de hambre le recordaba ese hecho y solo hacía que Estelle se sintiera aún más preocupada por Dante.
Dante siempre era quien proveía las comidas, desde el inicio de su viaje, él se encargaba de todo sin que Estelle tuviera que pedirlo.