—Han pasado veinte años desde entonces, Veah... En estos veinte años, he llorado la pérdida de seis de mis hijos y todavía tengo que oír el llanto de mi propio hijo vivo —sollozó Luna Colleen.
—Y ahora, cada vez que miro a los ojos de mi compañero y veo el dolor que trata de ocultar por miedo a herirme... me siento como un fracaso... —sollozó Luna Colleen.
—No eres un fracaso, tía Colleen... no lo eres —aseguró Neveah a la Luna sollozante.
Luna Colleen se detuvo y giró, apoyando su cabeza contra el pecho de Neveah, sollozó en silencio.
Neveah se tensó, no estaba acostumbrada a estar en tanta proximidad con alguien o a presenciar una muestra de emociones tan intensa.
Neveah podía ver que Luna Colleen había estado reprimiendo sus emociones durante mucho tiempo porque no quería derrumbarse delante del Alfa Dane.
Y Neveah supuso que ahora ella no podía contener sus emociones y decidió desahogarlas.