Un corto tiempo pasó y Neveah se había aclimatado a la gran altitud, el viento estaba helando contra su piel y los ojos de Neveah se volvían pesados.
El agotamiento tiraba de sus músculos, Neveah no estaba segura si era agotamiento mental o físico,
O quizás era debido al alivio de que regresarían sanos y salvos y con su tarea completada, y su vida ya no estaba en peligro.
Fuera lo que fuera, sus párpados caían y su visión se volvía borrosa.
Le costaba mucho esfuerzo mantener los ojos abiertos, Neveah parpadeaba para alejar el sueño, sacudiendo ligeramente la cabeza.
—No luches contra ello... duerme —la voz de Menarx sonó en la cabeza de Neveah.
—¿Y caer rodando hacia las profundidades desconocidas? Creo que no —respondió Neveah con voz somnolienta.
—No te caerás de Veah. Conmigo aquí... nunca —aseguró Menarx a Neveah con diversión.