—Veah —Estelle susurró en voz baja desde la puerta, asomándose a los aposentos de Neveah.
Había estado llamando a la puerta durante un tiempo sin obtener respuesta, pero ya lo esperaba, Menarx le había avisado.
Los ojos de Neveah parpadearon abriéndose, se sentó lentamente en su cama, con una mirada aturdida en sus ojos mientras miraba hacia la cama donde Menarx no se encontraba y luego hacia la puerta donde Estelle la observaba con una gran sonrisa.
—¿Qué ocurre? ¿Dónde está Narx? —preguntó Neveah con tono cansado, levantando una mano para frotarse la sien dolorida.
Había un dolor adormecido irradiando a través de su cráneo y era extremadamente incómodo.
—Se levantó temprano y salió, hay mucho que preparar para el consejo unificado esta noche... ¿cómo podría el Señor de las Escamas de Rubí tener tiempo para dormir hasta tarde? —Estelle bromeó, todavía de pie junto a la puerta con su excesiva sonrisa intacta.