Celeste se retorcía nerviosamente las manos mientras estaba de pie en la cadena montañosa,
Había pasado casi una hora desde que había acudido a él y el hombre alado aún no había dicho palabra.
No a Celeste al menos, el hombre alado aún tarareaba esa melodía que siempre estaba en sus labios,
Celeste había escuchado esta melodía de él tantas veces que a menudo se preguntaba qué significado tendría para él, para que la recordara tan afectuosamente.
Pero, por supuesto, esta no era una respuesta que Celeste pudiera osar buscar, cuando se trataba de la ira del hombre alado, Celeste sabía bastante bien que no habría excepciones.
Casi parecía como si el hombre alado no tuviera conocimiento de la presencia de Celeste debido a lo bien que la había ignorado desde su llegada.
Por mucho que Celeste lo intentara, simplemente no podía ocultar su inquietud.