—¡Alessio! ¿Qué demonios estás tramando? —espetó la Reina Alfa Vilma mientras avanzaba en la sala.
Alessio arqueó una ceja mientras levantaba una mano y despedía a Lado.
Lado se retiró y Alessio se quedó solo con su madre.
—Si Padre hubiera estado aquí, justo donde me siento yo... ¿te atreverías a irrumpir como lo acabas de hacer? —preguntó Alessio en un tono peligrosamente bajo.
Dentro de él, Terran, el lobo de Alessio, caminaba inquieto, listo para salir a la superficie en cualquier momento.
Últimamente, Alessio notaba que su ira se desataba con facilidad y con cada día que pasaba, Terran se volvía más y más inquieto.
Las palabras de Alessio tomaron por sorpresa a la Reina Alfa Vilma y abrió su boca para hablar pero la cerró de nuevo, incierta de qué podía decir exactamente.
—Tranquilízate, madre. No lo tomaré a pecho. ¿A qué debo el placer de tu visita sin avisar? —preguntó Alessio, forzando a su lobo a calmarse.