Neveah llegó de vuelta al improvisado cuarto de juegos para encontrarse con que estaba completamente vacío, Román no estaba por ningún lado y tampoco estaba su libro de hechizos.
—Me voy solo un momento y ya está tramando algo —Neveah gruñó entre dientes mientras buscaba a través de la pequeña cabaña.
—¿Ro? —Neveah llamó mientras se movía de una habitación a otra.
Entonces Neveah recordó sus palabras sobre el granero y suspiró pesadamente, dirigiéndose hacia el granero.
—Román... ¡deja de jugar! —Neveah gritó al agacharse para entrar al granero y aún así, Román no estaba por ningún lado.
El ceño de Neveah se frunció en una mueca mientras giraba alrededor del lado de la cabaña hacia el frente donde Trevin cargaba su carreta con barriles que llevaría a las montañas para llenarlos de hielo.
—Oh, Veah. ¿Quieres ir al pueblo conmigo, a conseguir algunas herramientas del herrero? La mayoría de mis herramientas están oxidadas —Trevin le preguntó a Neveah.