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Las puertas de madera se abrieron y justo en el patio de la cabaña había una joven pareja abrazándose mientras los escombros ardientes se derrumbaban de su hogar a su alrededor.
Ellos miraron a Estelle, atónitos al descubrir que las puertas se habían abierto justo a tiempo.
Su joven hija, que no podía tener más de diez años, estaba sostenida entre ellos, apenas consciente.
Ella temblaba y tosía violentamente, síntomas visibles de la plaga.
—¡Salgan! ¡Apúrense! —llamó Estelle con urgencia.
Sacudiéndose su ensimismamiento, la pareja se apresuró a salir de la cabaña en llamas con su hija enferma, llegando hasta Estelle justo cuando la cabaña comenzó a desmoronarse.
El dragón marrón se lanzó en picado, su forma protegió a los aldeanos de los escombros ardientes y tumbó a Estelle y a la pareja, alejándoles de los escombros ardientes que caían, sus vastas alas desgarraron los techos de algunas cabañas cercanas, causando el daño que había esperado evitar.