Oberón había enviado la noticia al día siguiente. Todos debían estar en el palacio antes del mediodía. Desde el más pequeño hasta el más grande, estaba en la gran sala, sin querer perderse nada.
Se sentaron en el suelo esperando que Oberón entrara y les dijera qué estaba sucediendo.
—Todos deben respetar la presencia del rey, ¡entra a la sala! —La gente se inclinó, y Oberón entró en la sala con gracia.
Se aseguró de estar por encima de todos ellos, para que todos pudieran verlo hablar.
El silencio se apoderó del lugar.
—Hoy es verdaderamente un día feliz —sonrió con satisfacción.
—¿Qué ha hecho feliz de repente a nuestro Alfa?
—¿Recibió algo precioso?
—¿Ganó tal vez una batalla?
—Responderé todas sus preguntas, sean pacientes.
La sala quedó en silencio de nuevo.
Sonrió:
—Todos ustedes saben que mi pareja, Selena, no pudo darme un heredero.
Todos movieron la cabeza sintiendo pena por él.
—Ahora, no hay necesidad de sentir tanta pena, tengo buenas noticias.