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55.95% El diario de un Tirano / Chapter 94: A la luz de la luna (2)

Chương 94: A la luz de la luna (2)

Se quedó de pie durante unos breves segundos, que a su perspectiva parecieron unos cuantos años. Despertó del letargo, moviendo su cabeza con brusquedad y malestar por no haber logrado recuperar la compostura inmediatamente.

--¡Suenen la campana! ¡Nos atacan! --Gritó a todo pulmón, corriendo por la zona para alertar a sus descuidados subordinados.

Aunque el grito no llegó a todo el campamento, la sensibilidad con la que ahora dormían los soldados los hizo conscientes del cambio en la zona, optando por levantarse con rapidez.

--Ve por mi caballo ¡Vamos! --Le ordenó a un hombre cercano-- No debe estar muy lejos. --Musitó, manteniendo su vista en la lejanía con una visible frustración. Nunca lo habían humillado de tal manera, y todavía ser consciente de su ignorancia por no conocer el camino que había tomado para la huída lo dejaba más insatisfecho.

La campana fue tocada con fervor, alertando a todos los desconocedores que algo malo había ocurrido.

--Cuarto General --Dijo alguien, vestido de forma apresurada, tanto que no había abrochado bien una de las correas del peto-- ¿Regresaron las bestias? --Preguntó, un poco nervioso por la respuesta.

--No --Le miró con detenimiento--, fue algo mucho peor --Se volvió al frente, a la tenue oscuridad-- ¡¿Dónde está el maldito caballo que pedí?!

--Cuarto...

--Ahora no --Volvió a mirarle con dureza, regresando su atención al hombre encargado de los equinos un segundo después--. Maldición, Gerz, podías ser un poco más rápido.

--Lo siento, mi General...

--No hay tiempo para disculpas, ahora ayúdame a subir. Vamos.

--Sí, mi General.

Se apoyó en el poderoso cuadrúpedo, preparándose para subir a su lomo.

--¡¡Mierda!!

Lucian detuvo la acción, llevando su atención al poderoso y cercano grito, sintiendo un mal sabor de boca al presagiar lo que menos deseaba.

--¿Qué sucede soldado? --Preguntó, viendo la demacrada silueta salir de una de las tiendas cercanas, con las manos ensangrentadas y el rostro cubierto de una fúnebre atmósfera--. Soldado, te hice una pregunta. --Desenvainó, intuyendo lo peor, el enemigo seguía siendo desconocido, y hasta donde tenía conocimiento, el soldado podía ser un cambiaformas, o algo peor, similar a ese ente que se infiltró a su campamento.

*Maldita sea, esto no acaba. --Pensó, sabiendo que su probabilidad de encontrar al misterioso joven se alejaba con cada segundo que pasaba.

--Están muertos --Se derrumbó sobre sus rodillas, con las lágrimas brotando de sus ojos--... lo están... todos ellos...

--Vigílenlo. --Ordenó.

Se acercó, haciendo a un lado las cortinas provisionales que funcionaban de entrada de la no muy pequeña tienda, percibiendo casi de inmediato el fuerte olor a sangre, vislumbró a más de una docena de individuos, y aunque no conocía las condiciones de sus muertes, podía asegurar que no fue causado por el joven soldado de afuera, no tenía ni las habilidades, ni el temple para hacerlo, ahora podía verlo con claridad, él no era el enemigo.

--Mi General, lo siento mucho, no pude evitarlo. --Dijo el cuidador de caballos.

--¿Qué? --Preguntó al salir, observando el inerte cuerpo del joven soldado, apuñalado por lo que parecía ser una herida autoinflijida--. Por los Sagrados, esto no puede estar pasando.

Quiso gritar al cielo, golpear la tierra, usar su espada, quiso hacer tantas cosas para canalizar su furia y frustración, pero no lo hizo, no era el momento, ahora se necesitaba un líder y él tenía que cumplir ese papel, aunque no lo quisiera.

--Lleva de vuelta al maldito caballo... no sería capaz de alcanzarlo aunque supiera por dónde se ha ido --Se dijo a sí mismo, con un tono no muy bajo--. Maldita sea, no sabría que hacer si lo encontrara de nuevo, tal vez sería para mejor nunca volver a vernos --Suspiró-- ¿Sigues aquí? Mueve el culo y haz lo que te ordené.

--Sí, mi General.

∆∆∆

--Tu habilidad es demasiado útil. --Dijo Orion al aparecer a unos pasos dentro del bosque.

--Gracias, Trela D'icaya. --Sonrió Mujina, alegre con el halago.

Poco a poco fueron apareciendo más sombras, todos ellas encapuchadas, con pequeñas manchas de líquido espeso que apenas si eran perceptibles.

--¿Cuántos? --Preguntó al comenzar su camino al lugar seguro.

--Más de cien, pero no puedo asegurar la cifra exacta, señor Barlok. --Dijo Anda, cerciorándose a miradas furtivas que nadie los siguiera.

--Lo han hecho bien. --Dijo, contento de que su viaje de prospección fuera más eficiente de lo planeado.

--¿Algo que deseen informar?

--Yo, Trela D'icaya --Dijo Mujina con un tono no muy habitual en ella--. No sé cómo decirlo --Comenzó al verlo asentir--, pero había algo más ahí, sentí sus ojos, intentó entrar a mi cabeza, lo escuché susurrar sobre muerte y desgracia, pude aguantar, pero debo admitir que no fue fácil, Trela D'icaya, debemos salir de este lugar cuánto antes, no quiero que algo malo le ocurra y no pueda protegerlo... cómo esa vez. --Se dijo pasa sí la última frase, recordando el enfrentamiento con el dak y su inutilidad en aquella batalla.

--La señora Mujina habla con verdad, señor Barlok, fuimos atacados por algo similar, apenas si pudimos resistirnos. --Se lamentó por su debilidad, mirando la espalda de su respetado señor.

--Sentí la extrañeza --Dijo--, la pesadez del lugar... Experimenté antes esa sensación, me he enfrentado a quienes la ocuparon como armas para confundirme, para bajar mi moral y así poder matarme. --Dijo con un tono tranquilo, y sin darse cuenta calmó los corazones de sus subordinados, haciendo que la adoración que sentían por él incrementara a un nuevo nivel.

*Aunque muchas veces si les funcionó. --Chasqueó la lengua en su paladar, recordando los fatídicos días del laberinto.

A lo lejos del sendero, cerca de un árbol inclinado y curvo, dos siluetas de mangos negros y apariencias irreconocibles se encontraban de pie, en postura de espera.

--Demasiado obvios, ¿no creen? --Preguntó Yora con una sonrisa juguetona, una que no pudo observarse por la densa oscuridad y la tela negra sobre la mitad inferior de su rostro.

--Ni tanto, querida compañera. --Dijo Jonsa, saliendo del punto ciego que el grueso tronco le otorgaba gratuitamente.

Yora sonrió, aunque no de una manera alegre.

--¿Limpiamos las huellas? --Preguntó Yerena al salir de su escondite.

--No será necesario --Se giró para observarlos--. Después de todo, mañana será el día de sus muertes.


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Chương 95: El ansiado día

La calma antes de la tormenta había finalizado hace poco, dando paso al nerviosismo involuntario, al ajetreo organizado y las órdenes mal entonadas. Los sirvientes y esclavos se movían por toda la zona, suministrando a los arqueros de flechas, cazos con aceite y otras cosas necesarias para la inminente batalla. Los soldados disfrutaban de discursos por parte de sus comandantes, subiendo la moral y preparándolos mentalmente para el enfrentamiento, mientras los caballeros preparaban a sus monturas, algunos hasta tomándose el tiempo para cepillarlos o darles de comer.

--Quiero pelear. --Alzó la mirada, mostrando el fuego de la resolución en sus ojos.

--No, aún no estás preparado. --Negó con la cabeza, sin cambiar su solemne expresión.

--Lo estoy. --Refutó, dando un paso al frente para mostrar su fuerte voluntad.

--No fue una pregunta, Lork, fue una afirmación. Todavía eres demasiado débil, y confío en que entenderás que mis planes para ti van más allá de una simple escaramuza.

--No lo sé, jamás ha hablado conmigo de sus planes.

--Basta --Movió su mano reprobatoriamente--, ya he hablado, y como tu Barlok has de obedecer.

El infante agachó la cabeza, mordiéndose los labios para evitar que su impulsividad volviera a traicionarlo.

--Tu tiempo llegará, te lo aseguro, niño. Pero por ahora acompañarás a Fira con su obligación.

--¿Mi señor? --Intervino su leal subordinada, de forma irrespetuosa que se atribuía a la confusión.

--Volverás a casa de los Wuar, igual que la anterior vez.

--Como usted ordene. --Asintió con calma, entendiendo el trasfondo de la orden.

--Prepárense, no quiero que estén aquí cuando todo comience.

--Sí, mi señor. Ven mocoso, conmigo.

El pequeño niño frunció el ceño, haciendo una mueca de disgusto, pero terminó por obedecer, sabía que no era muy inteligente estar del lado malo de la dama de cabello platinado.

--Adelante.

Anda entró al recibir la autorización verbal de su Barlok, postrándose con rapidez sobre una rodilla y levantándose en el acto.

--Espero que hayas descansado. --Dijo, mirando fijamente su rostro descubierto.

--Sí, señor Barlok, lo he hecho, y estoy preparado para su orden. Todos lo estamos.

--Es lo que quería escuchar --Sonrió, alejando uno de los papeles que amenazaba con caerse de la mesa--. Les conferiré la tarea de proteger el palacio desde una de las torres de arqueros, vigilen y no permitan que nadie externo entre. Confío en ustedes.

--Con sumo honor acepto, señor Barlok. --Dijo al caer arrodillado sobre una pierna, con un puño en su corazón y el otro en su espalda baja.

--Ve y comunica. Muestrales a esos bastardos lo que mi escuadrón personal es capaz.

Anda asintió al levantarse, mostrando la absoluta determinación en cada pliegue de la piel de su cara.

∆∆∆

Los murmullos eran escasos, bajos y apropiados para la situación, pero a ojos de los comandantes de los diversos escuadrones ya formados y todavía en formación, aquellos sonidos no eran más que ruido que desarmonizaba, mandando a callar al primero que observasen.

El crepuscular cielo, observador e impaciente, deseando develar los secretos que el joven señor guardaba en el fondo de su fragmentada mente.

--Escuché que hace poco salió con un grupo a emboscar al ejército enemigo, se hablan de cientos de muertes. --Susurró con una ligera sonrisa, mostrando su confianza en el rumor con su expresión brillante.

--También lo escuché --Afirmó la mujer a su lado--, se dice que él solo peleó contra un batallón entero y nadie logró derrotarlo. Que decidió retirarse citando las palabras del héroe Branson: "La muerte espera a los enemigos de mi espada".

--¡Ey, ustedes dos¡ ¡A callar! --Gritó el comandante, haciendo un ademán de tortura con su mano.

El grave y pesado sonido de las dos puertas principales abriéndose cortó de tajo la expectación de la zona, forzando a los presentes a enfocar su atención en el umbral de la entrada, silenciosos, con sonrisas petrificadas.

--¡En orden! --Gritaron los comandantes en simultáneo.

Al unísono y con una sincronización casi perfecta, los más de cuatrocientos individuos tomaron una postura firme, golpeando el suelo con el pie dominante y creando un ruido estrepitoso.

Una roja silueta, acompañada de una semicapa de piel que ondeaba muy poco por la falta de aire salió del palacio. Sus pasos, postura, expresión... todo, era una declaración de dignidad y fiereza, de poder absoluto e imponencia.

--¡Con total respeto saluden al Barlok! --Gritó Kaly, al tiempo que se dejaba caer sobre una única rodilla, con la cabeza gacha y el antebrazo derecho descansando sobre su pierna.

Sin la necesidad de una segunda orden, todos y cada uno de los presentes imitaron la postura de la excomandante del ejército enemigo.

Mujina y el resto de la guardia personal tomó posición a dos pasos de su señor, emanando de sus cuerpos el poderío de sus energías de combatiente.

--Hombres míos --Dijo luego de un silencioso carraspeó, con un tono imponente y poderoso. El ejército levantó el rostro, concentrado su oído en la voz y la mirada en la silueta de su soberano--, les pido que observen a ambos lados --Todos obedecieron la orden-- ¿Qué es lo que ven?, ¿guerreros?, ¿soldados? No, hombres míos, son sus hermanos, quienes no dudarán en intercambiar su vida por las suyas. Son sus hermanos porque compartirán la gloria de vencer al enemigo que ha osado pisar con sus sucios pies nuestra tierra... No hay distinción del pasado, de dónde fueron, ni de como llegaron, eso ya no importa, porque desde hoy son mi gente, desde hoy los declaro hermanos, y maldigo con mi sangre --Se cortó la palma con la ayuda de una daga que hizo su aparición en el aire-- a aquellos que por odio o beneficio propio desee traicionarnos --Derramó las gotas rojas sobre los escalones, un acto que dejó sin aliento a propios y extraños, aunque su herida fue cerrada a los pocos segundos gracias al milagroso anillo en su dedo--. Hombres míos, levántense, miren a su hermano una vez más y vean el rostro de la valentía, la determinación y templanza, porque nos alzaremos con la victoria, y con ríos rojos de su sangre limpiaremos la audacia que han admitido poseer.

Las centenas de soldados, arropados con armaduras preciosas, acompañados de armas afiladas, herramientas de guerra guardadas en fundas de las que solo ellos eran conscientes, y habilidades recientemente descubiertas por entrenamientos infernales por los que obligatoriamente tuvieron que pasar solo confería un resultado: un ejército temible.

Se detuvo en medio de la planicie, al pie de la bajada de los escalones, inspiró profundo, glorificando su postura.

--Que la vida traiga vida y la muerte, muerte. Que nuestra lengua hable del honor y nuestra espada de guerra --Su mirada se tornó intensa--. No habrá misericordia para quienes osen continuar como nuestros enemigos. El mensaje será claro... ¡¡Tanyer es nuestro territorio!!

--¡¡Sí!!

El ensordecedor grito del conjunto resonó durante unos segundos antes de ser callado por el propio tiempo, no obstante, los soldados de vanguardia (en su mayoría humanos) comenzaron a golpear con sus armas sus escudos, fomentando la pasión en los corazones de los presentes.

--¡Orion! ¡Orion! ¡Orion!...

Los vítores no se hicieron esperar, y el protagonista de la escena no defraudó. Respiró profundo, levantando el brazo con el orgullo que su leyenda representaba, mientras arrojaba ante los presentes una mirada de fuego explosivo.

[Grito de guerra]

--¡¡Venceremos!!


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