—Está bien, gracias —dijo alejándose, sintiéndose incómoda bajo su cuidado. No merecía el trato amable que le estaba dando, solo la hacía sentirse más culpable.
—Mi Luna tiene que verse presentable —dejando la bandeja a un lado, dijo él, encontrándose con su mirada atónita. ¿Estaba loco este hombre? Ella acababa de rechazar su lazo, ¿por qué hablaba de que ella era la Luna? Ella creía que su mensaje era lo suficientemente claro: no quería ser su compañera ni convertirse en su Luna.
—No tengo idea de qué hablas, ahora me voy a trabajar —ignorando su comentario, dijo ella y salió de la cama, lista para salir de la habitación, antes de que sus emociones la traicionaran.
—Alfa, esto es inapropiado —le reprendió, luchando por liberarse de él, pero su agarre era fuerte y firme sobre ella.
—No quiero soltarte, no cuando estás a mi alcance —susurró él, su aliento rozando su cuello, lo que la hizo jadear.