—Nora Walker, ¿por qué pierdes el tiempo hablando con él? ¡Ataca ya! —bramó un hombre.
Alrededor de una docena de personas, tanto hombres como mujeres, cargaron hacia adelante, cada uno con una intención asesina reflejada en sus rostros.
Los ojos de David Torres eran fieros mientras advertía con calma:
—Todos, tengan cuidado. Este hombre no es débil, no lo subestimen.
—¡Jajaja! David Torres, ¿de verdad piensas que no podemos con él, incluso siendo diez? Tranquilo, aunque este chico tuviera ocho brazos, está tan muerto como vivo hoy —rió un siniestro anciano oscuramente, su voz ronca y desagradable.
Un hombre de mediana edad detrás de él ya había cargado hacia adelante, sacando una espada flexible de su cintura.
—Como una serpiente, se deslizó hacia el cuello de William Cole.
—¡Clang! —William Cole esquivó con rapidez, la espada golpeando la pared a su lado en vez de eso, creando inmediatamente una grieta en la pared de ladrillos verdes.