Furiosa, la Abuela Serpiente golpeó su bastón con cabeza de serpiente contra el suelo.
Contraatacando con su sable Miao en mano, William Cole escuchó un sonido metálico agudo. Su sable no logró cortar el bastón de serpiente, sólo consiguió dejar una marca en él.
—¿Eh? —William exclamó incrédulo.
Con una sonrisa malvada, la Abuela Serpiente dijo:
—¿Esperabas que tu insignificante sable Miao cortara mi bastón de serpiente, forjado con el hierro crecido durante un milenio?
—¡Toma este golpe de mi parte! —La Abuela Serpiente saltó, ágil a pesar de su edad, pareciendo un mono en un acantilado.
William era rápido, dejando una imagen residual donde estaba parado. Los dos parecían grandes artistas marciales en combate.
Afortunadamente, la oficina del presidente de la Corporación Kramer era espaciosa. Con más de 500 metros cuadrados y más de cinco metros de piso a techo, proporcionaba amplio espacio para maniobrar.