—Plop— uno, para sellar el fantasma.
—Plop— dos, para el palacio del fantasma.
—Plop— tres, para la cueva del fantasma.
—Plop— cuatro...
William Cole sostenía la aguja de plata, disparando una tras otra. A medida que las trece agujas de plata penetraban el cuerpo de Michele Keith, él vociferó: «Trece agujas caen, la Muerte no toma captura. Píldoras y doctores no matan, agujas compiten con fantasmas por almas».
Mirando atentamente, el aura negra en el rostro de Michele Keith estaba retrocediendo a una velocidad visible a simple vista. Mientras tanto, Michele Keith se desplomó en la cama, comenzando a vomitar intensamente.
William Cole se lanzó hacia adelante, trajo un cuenco de bronce, lo colocó frente a Michele y gritó:
—Joshua, trae alcohol.
—¿Hermano Cole? —La gente de afuera oyó el disturbio y entró inmediatamente.
Llegaron justo a tiempo para ver a Michele Keith vomitando.
—¿Qué pasó? —Minnie Wright vio a Michele Keith vomitar sangre, poniéndose un poco nerviosa.