—Tío, toma estas dos sandías para saciar tu sed en el verano —dijo Qiao Mei al colocar las sandías en la mesa de Zhao Liang.
—¡Oh, no, no! Es mi deber ayudar a las personas del pueblo. Qiao Mei, llévatelas de vuelta rápido —Zhao Liang apartó las sandías que Qiao Mei le ofreció.
—¡Tío! No es especialmente para ti. La última vez, ¿no dijo la tía que le gustaban las sandías de mi casa y que pensaba que eran dulces? Por favor, acepta que las he traído para la tía y recíbelas —dijo Qiao Mei.
—Entonces te agradezco en nombre de tu tía —respondió Zhao Liang al escuchar que las sandías eran para su esposa, sintiendo que no tenía motivo para rechazarlas. Tomó las sandías y las colocó debajo de la mesa.
—Tío Zhao, no te andes con ceremonias conmigo. Por cierto, necesito tu ayuda con algo —dijo Qiao Mei.
—Entonces, ¿por qué te andas con ceremonias conmigo? Si hay algo que necesitas, solo dilo y te ayudaré —respondió Zhao Liang golpeándose el pecho.