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95.36% Alma Negra / Chapter 185: 185

Chương 185: 185

—Van a encontrarlos si me haces algo, bruja. 

—Ya para cuando eso suceda, si te encuentran será por la peste. ¿Me dirás dónde puedo conseguir a tu prima o comenzamos con esta hermosa pantalla que tienes aquí? — llevó su pulgar a la pantalla y la mujer se tensó.

—No sé de mi prima hace mucho tiempo y, aún si supiera de ella, no voy a decirte nada. 

—Comenzamos mal—  apretó la pantalla ligeramente y de un halón la arrancó. 

A pesar de los gritos de la mujer, no podía concentrarme en ellos, solo en la fascinante faceta que estaba contemplando de Daisy. Ni siquiera vi en ella preocupación o lastima luego de lo que hizo. Sangre se deslizaba de su oreja, ensuciando parte de la blusa color rosa que llevaba puesta.  

—Ahora bien, ¿Cuál debería ser la próxima?— acarició la otra oreja y la mujer mordió sus labios, evitando quejarse más fuerte—. Haré la pregunta de nuevo; ¿Dónde puedo conseguir a tu prima? 

—¡Eres un maldita! ¡Ya te dije que no te diré nada! — no terminó de decirlo, cuando Daisy le arrancó la otra y el alarido que soltó fue bastante fuerte. 

La camisa no tardó también en ensuciarse, incluyendo la mano de Daisy. 

—Permíteme ver la de la lengua, si mal no recuerdo, tienes una cruzada, ¿Cierto? — hacer esa pregunta hizo que la mujer abriera sus ojos asustada—. No hagas esa expresión, apenas estamos comenzando contigo. 

—¡Te odio, maldita! ¡Esto me lo pagarás!

—Ya quiero ver la forma en que me las cobrarás. Ahora bien; última pregunta para continuar con esas hermosas uñas, que tan bien cuidadas las tienes. ¿Dónde encuentro a tu prima? 

Mientras la interrogaba, fui buscando el alicate en la mesa. 

—Mi cielo, tal parece que no quiere cooperar amablemente con nosotros— dijo Daisy girándose hacia mí. 

—No te preocupes, tengo todas las herramientas para que lo haga y, si no lo hace, la sierra la está esperando afuera. Fíjate que ese cuerpo alimentaría mucho a nuestras mascotas— le pasé el alicate y sonrió—. ¿Necesitas ayuda, cosita? No quiero que te ensucies más las manos, y menos, luego de haberte retocado las uñas hace dos días. 

—No te preocupes, yo me encargo— me hizo un guiño—. Muy bien, ¿En qué nos quedamos, linda? — acercó el alicate a su rostro—. ¿Dónde está tu prima? 

—No voy a decirte— soltó pausado acompañado del llanto. 

Poco a poco está cediendo, estoy casi seguro que luego de que le arranque entre una o dos uñas, cantará para nosotros. 

—Ni modo— suspiró desanimada, y acercó el alicate a su mano. 

—No, no lo hagas— rogó en llanto.

—¿Me dirás?— insistió Daisy. 

—No, no puedo. 

—Yo tampoco puedo detenerme entonces— con una mano le sujetó la de ella y apretó firmemente la uña postiza que tenía, para que de un halón hacia afuera, arrancarla literalmente de raíz.

El dolor debía ser desesperante e inaguantable, porque sus gritos no cesaron por un largo tiempo. Incluso secreciones bajaban de su nariz, haciendo que su ropa se llenara de ellas. La sangre se escurría lentamente por la silla y ella trataba de moverse. Daisy se quedó con la uña en la punta del alicate y la acercó a su rostro. 

—¿Continuamos, querida? 

—Ella está en Nueva York planificando la vuelta para venir a buscarlos, y reclutando más miembros para la banda— casi no se le entendía por el llanto. 

—Buena chica. ¿Ves que no es difícil? ¿En qué parte de Nueva York?

—Yo los puedo llevar, pero ya no más. 

—Que amable, pero un mapa para nosotros estaría bien. 

—¿A quién más le pasas información, aparte de tu prima? — le pregunté directamente.

Se quedó en silencio por unos instantes.

—A nadie más. 

Me acerqué repentinamente y saqué el cuchillo de mi pantalón, acercando el filo a su ojo.

—No suelo ser tan considerado cuando de hacer cantar se trata, así que no me hagas perder la poca paciencia que tengo y habla de una maldita vez. 

Daisy me miró y sonrió. 

—Con el Sr. Philip.

—¿El socio de la empresa? — preguntamos Daisy y yo a la vez.

—Sí, él es quien ha estado robándote. 

Ahora entiendo porque el interés en él en el pasado proyecto. ¿Así que de eso se trataba? Maldito hijo de puta.

—Creo que tendremos más trabajo del que pensé, mi amor— le dije a Daisy.

—Opino lo mismo, ese viejo infeliz no puede salirse con la suya. 

—Vamos a recuperar lo nuestro y esta bruja nos ayudará, ¿Verdad? — la miré, y temblorosa asintió con la cabeza. 

—Te soltaremos y vas a anotar todo en un papel; la dirección, número de contacto, todo lo que sepas de tu prima y, por supuesto, de Philip también. 

La soltamos y ella hizo todo lo que le pedimos. Daisy estaba vigilando cada movimiento de ella, y yo me encargué de asegurar los papeles. 

—No podemos matarla todavía, al menos no, hasta estar seguros de que ella dijo la verdad— le susurré en el oído y la sujeté por la cintura.

—¿No será que la quieres dejar viva? 

—Crees que teniendo una mujer tan jodidamente excitante, dominante y cruel como tú, ¿Voy a mirar a otra? Estaré loco, pero no para tanto. No sabes todo lo que me encantas, condenada. ¿Ya puedes sentir como me tienes? 

—Eres un pervertido, John. Deberías dejar de pensar en cosas pervertidas y pensar en un plan para acabar con esa tipa y sus aliados. 

—Mientras estemos juntos en esto, esa mujer que se dé por muerta.


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