—¡Te lo estás buscando! —rugió Sun Lingzhi y se lanzó hacia Hao Jian, soltando un puñetazo hacia la cara de Hao Jian con la intención de dejarlo completamente incapacitado.
—¡Dale una paliza a este bastardo! —también incitaba siniestramente Zhu Zhihong.
—Je...
Hao Jian bufó con desdén y luego de repente agarró la mano de Sun Lingzhi, seguido de un golpe con la rodilla en la articulación del brazo de Sun Lingzhi. Con un crujido, el brazo de Sun Lingzhi se retorció instantáneamente.
Retorciéndose junto con él estaba la tosca cara de Sun Lingzhi.
Los gritos de Sun Lingzhi sonaban como un gong roto, ridículos y risibles.
Viendo esto, Zhu Zhihong se quedó atónito, ¿cómo alguien tan grande como Sun Lingzhi no podía enfrentarse a Hao Jian?
—Realmente lo siento, pero no tengo piedad con animales como tú —dijo Hao Jian fríamente—. Luego pateó a Sun Lingzhi para alejarlo.
Sun Lingzhi yacía en el suelo inmóvil, gimiendo como un perro moribundo.