—No nos eres bienvenido aquí, ¡vete inmediatamente! —dijo furiosamente Jiang Yutong, asqueada por la forma en que Liu Tongsheng la miraba cada vez con ese tipo de ojo.
¡Esa mirada explícita la hacía sentir enferma!
Al oír esto, la cara de Liu Tongsheng se volvió fría.
—Sobrina, ¿no estás siendo un poco excesiva? No olvides, cuando tu esposo inválido tuvo un accidente industrial, ¿quién te prestó el dinero para su tratamiento? Cuando pediste prestado el dinero, no te vi tan arrogante.
—Ya hemos devuelto tu dinero, ¿qué más quieres? —dijo Jiang Yutong con severidad.
—Solo has devuelto el capital; no has pagado ningún interés. Sobrina, no olvides que presto dinero a tasas de interés altas. Te presté inicialmente treinta mil, y ahora después de todo este tiempo, el interés ha llegado a más de cien mil —rió fríamente Liu Tongsheng.