Mientras tanto...
Toc, toc.
Atlas estaba sentado en el sofá de su habitación, con su laptop en la mesa de café. Cuando escuchó que tocaban la puerta, miró por encima de sus gafas y observó cómo se abría.
Allí, asomando la cabeza, estaba Penny.
—Penny —la llamó mientras se quitaba las gafas—. ¿Qué es esta vez?
Penny dejó la puerta entreabierta y se acercó a donde él estaba a saltitos. Rebotando un poco en el sofá, estiró sus labios en una amplia sonrisa hasta mostrar los dientes.
—Esa sonrisa no me da seguridad, Penny —confesó Atlas, mirándola con desconfianza—. ¿Qué has hecho?
—Primer Hermano, ¡aún no he hecho nada!
—Aún. ¿Entonces estás planeando hacer algo?
Penny succionó sus mejillas y frunció los labios. —Es inofensivo.
Pero su cara le decía que no era nada inofensivo.
—¿Qué es? —Atlas se recostó y la enfrentó directamente—. ¿Es sobre tu empresa? ¿No te gustó el edificio que te mencioné? ¿Quieres que busque otro lugar?